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El nuevo presidente de Volkswagen se desmarca de la gestión de Piëch

Los 20 miembros del consejo de vigilancia de Volkswagen (VW) tienen hoy una de sus citas más importantes en los últimos años. Se trata de aprobar el plan de negocio del consorcio automovilístico alemán en los próximos años, algo de lo que se ocupará Bernd Pischetsrieder, quien sucederá oficialmente a Ferdinand Piëch a partir de abril de 2002 a la cabeza de la compañía. Pischetsrieder ya ha anunciado un gran giro en la estrategia de la empresa.

Está previsto que mañana se aprueben los planes de inversiones y cargas de trabajo de las fábricas del grupo en todo el mundo para los próximos cinco años. En ese contexto, se espera que el designado presidente, Pischetsrieder, hasta ahora máximo responsable de Seat y de calidad del grupo, presente ante el consejo su plan de dividir en dos grupos las marcas del consorcio: una deportiva, en la que integrarán Audi, Seat y Lamborghini, y otra clásica, que englobará el resto de las marcas. Esta estrategia supone un alejamiento de la línea de dirección de Piëch, quien sorprendentemente le contrató tras ser despedido de la presidencia de BMW por su gestión en la crisis de Rover, para designarle como sucesor.

El objetivo de Pischetsrieder es evitar que las marcas del grupo compitan entre sí al conferir a cada una de ellas una imagen diferente. Actual-mente, y como consecuencia de la política de compartir plataformas y componentes, los coches del consorcio compiten entre sí tanto como con el resto de las marcas, algo que, sin embargo, Piëch -quien puso en marcha esta política, luego adoptada por el resto de las compañías para ahorrar costes- niega.

La idea de Pischetsrieder tiene un alto contenido de marketing, porque la empresa debe seguir profundizando en la política de compartir plataformas y componentes para mantener y profundizar en el ahorro. De hecho, el desarrollo, la producción y el marketing de los vehículos se integrarán y sólo la distribución será separada.

En esencia, el objetivo de Pischetsrieder es fidelizar cada marca con cada cliente para que quien quiera comprar un VW Polo adquiera este coche y no un Seat o un Skoda, y que se incline por un VW D1 y no por un Audi o un Bentley cuando tenga mayor poder adquisitivo. Según Juergen Pipper, analista en Bankhaus Metzler, citado por Bloomberg, "Seat es la marca más difícil porque no tiene renombre, pero tampoco tiene la capacidad para ser una marca de gran producción".

Fin de la estrategia vertical

Esta es una política alejada de la actual y que mantienen otras marcas como Ford. La empresa estadounidense practica una estrategia vertical de ventas mediante la que trata de atraer a compradores con su marca más asequible para que opten por uno de su gama de lujo (Jaguar o Aston Martin) cuando decidan cambiar de coche.

Este plan de desarrollos de identidad de marca de Pischetsrieder, que se pondrá en marcha antes de que Piëch deje oficialmente su puesto el 17 de abril, supondrá un cambio en el actual organigrama del grupo, en el que se esperan nuevos nombramientos.

De momento, ya han salido de la alemana algunos altos ejecutivos. Klaus Kocks, jefe del departamento de Comunicación y Tony Gott, director general de Bentley y Rolls Royce. Esa lista probablemente se alargará con Franz-Josef Paefgen, actual presidente de Audi, quien sonó para sustituir a Piëch y gozaba para ello de un amplio apoyo sindical. También Bruno Adelt, director financiero, quien no gozaba de la confianza de los inversores por evitar las preguntas y hablar siempre en alemán, puede sumarse a esta lista que probablemente incluya al jefe de ventas, Robert Buechelhofer, que ya trabajó en BMW bajo las órdenes de Pischetsrieder, quien le despidió.

La estrella ascendente es Martin Winterkorn, responsable de investigación y desarrollo, que según el semanario Wirtschftswoche presidirá el conjunto de marcas deportivas (Audi, Seat y Lamborghini). El propio Pischetsrieder tomará el mando de la división clásica, con las marcas VW, Bentley y Skoda.

 

Pischetsrieder: Un duro, arrogante y polemista competidor

A Ferdinand Piëch se le ha tachado de duro y arrogante, unos adjetivos que pueden ser aplicados, sin duda, al nuevo presidente de VW, Bernd Pischetsrieder. No en vano ambos se enfrentaron desde VW y BMW, respectivamente, en la dura pugna por la compra de Bentley y Rolls Royce. Pischetsrieder se llevó la parte del león de un acuerdo y se ganó la admiración de Piëch.

Nacido hace 54 años en Múnich, Pischetsrieder, se ha definido a sí mismo como un perfeccionista, pero olvidó añadir "polemista" a la lista de cualidades. Y es que quien fuera presidente de BMW durante una década tuvo una salida muy abrupta de la empresa bávara por su gestión de la crisis de Rover.

æpermil;l mismo reconoció que la entrada en pérdidas de la filial comprada en 1994 fue su responsabilidad al forzar el retraso del lanzamiento del Rover 75, la joya de la casa británica.

En Seat y en la Generalitat catalana, se ha granjeado algunas antipatías al criticar el absentismo laboral, la baja rentabilidad y la escasa personalidad de la marca. En Barcelona, además, se le ha criticado por no estar a pie de fábrica. Sin embargo y pese a ese aparente desdén, Pischetsrieder ha renovado la totalidad de la gama de Seat y en algunos círculos del sector en España se ve el nombramiento como positivo porque "conoce Seat.

 

Piëch: Un presidente con oficio en la industria de la automoción

Nieto de Ferry Porsche (creador del Escarabajo), Ferdinand Piëch nació en Viena en 1937 y comenzó a trabajar en la empresa de su abuelo. Pero en Porsche le cortaron las alas al tacharle el consejo de "peligroso" por sus ambiciosas técnicas de gestión. Negado el futuro en Porsche, desembarcó en Daimler para pasar a Audi, una marca que pulió y escaló posiciones.

Cuando en 1992, Piëch asumió la presidencia de VW heredó el sueño de su predecesor, Carl Hahn, que pensaba convertir Seat en una empresa con dos factorías (Zona Franca y Martorell) capaz de producir coches propios y VW con sueldos españoles. Al retirarse Hahn, su sueño se convirtió en pesadilla. En 1993 estalló la mayor crisis de Seat y ese año la filial española contabilizó 151.000 millones de pesetas de pérdidas que hundieron los resultados del consorcio. Desde entonces, la relación de Piëch con Seat ha sido mala. Amenazó con el cierre en 1993 para lograr 36.000 millones en ayudas públicas. En 1995, el retraso en recibir las ayudas le llevó a anunciar que congelaba las inversiones de Seat.

No lo hizo, pero en 1996 calificó la filial de "hijo achaco-so" frente a la aventajada Skoda. La relación fue a mejor y en 1997, el recién nombrado presidente de Seat, Pierre Alain De Smedt, aseguraba: "Seat ya no es problema para VW". Para Piëch ha sido una china en el zapato.

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