El peligro de subir al tren en marcha
A medida que pasa el tiempo y las Bolsas han afianzado precios y, en última instancia, volúmenes, arrecian los comentarios y estudios de un nutrido grupo de analistas y expertos que no hace mucho recomendaban vender y ahora todo lo contrario. Curiosa, asimismo, la retahíla de sesudas explicaciones a lo que acontece en las Bolsas.
Entre éstas, está claro que alguien ha puesto de moda la idea de que existe un exceso de liquidez en el mercado, porque no hay medio de comunicación, escrito o hablado, que no aluda a este fenómeno. No hace mucho lo que se apuntaba desde los mismos medios era lo contrario, luego parece que los inversores han tomado dinero prestado para aprovechar la caída de tipos.
Sí es más creíble la tesis que manejan los observadores avezados al referirse al pecado de la codicia para explicar lo que sucede. O al ansia por participar en el festival de la abundancia. O al miedo de perderse la subida. El tren se puso en marcha cuando nadie se lo esperaba y en los últimos días todo el mundo quiere subirse a él como sea.
Esta voracidad, fruto de la codicia más que del raciocinio, entraña peligros notables. No es aconsejable subirse al tren cuando ya está en marcha, porque existe el peligro de sufrir algún percance de consideración. ¿Por qué no pensar, por ejemplo, que las reacciones alcistas de los mercados de acciones del mundo han sido excesivas y que ya han dado todo lo que tenían que dar? ¿Por qué no asumir que ahora es más fácil equivocarse si se opta por comprar que hace dos meses?
Hay en este fenómeno un asunto que llama poderosamente la atención de los analistas más fríos. Se trata de la creencia generalizada de que la economía de Estados Unidos se recuperará en la segunda parte del año que viene. Los mercados ya lo celebran. ¿No es demasiada la anticipación al supuesto?