El "efecto manada", protagonista
Hay dos términos en Bolsa que definen con cierta exactitud los comportamientos de manada de los participantes en el mercado. Se dice que hay pánico vendedor cuando todo el mundo quiere salir al mismo tiempo por la misma puerta, con los peligros y sobrerreacciones que ello conlleva. Se dice que hay miedo de perder el tren de la exuberancia cuando el caso es el contrario, con los consiguientes dislates.
El efecto manada nunca admite consideraciones ni reflexiones de tipo alguno, porque de ser así, claro está, no sería tal efecto. Las manadas irrumpen con fuerza y derriban todo lo que encuentran a su lado hasta que, tarde o temprano, la ley de la naturaleza se impone y llega el cansancio.
Los atentados terroristas del 11 de septiembre provocaron la estampida que algunos profesionales ya barruntaban y miles y miles de inversores, institucionales y privados del mundo, se arrojaron al vacío hasta llevar los índices a los niveles de hace tres años. Los análisis fríos de los mejores especialistas recomendando calma y sosiego, aquello de no hacer mudanzas en tiempos de turbación, cayeron en saco roto.
En los últimos días, la manada ha girado sobre sus propios pasos para desandar lo caminado y, lo que es más importante, ir mucho más lejos de los niveles que registraban las Bolsas antes del día de los atentados.
Ahora, como hace dos meses, las llamadas a la calma no sirven para nada, porque el tren de la abundancia está en marcha y todo el mundo quiere subirse a él aun a riesgo de sufrir algún percance de consecuencias irreparables.
Pero son las reglas de juego. Hay miedo a quedarse, precisamente, fuera de juego, porque la cantinela ahora es que las Bolsas han sufrido mucho (se desprecian los malos datos empresariales) y que la guerra está ganada.