El interés geoestratégico de Turquía facilita nuevas ayudas del FMI
Turquía es uno de los grandes beneficiados de la actual crisis internacional. Su importancia como aliado estratégico de la OTAN y su implicación en la operación contra Afganistán liderada por EE UU le han abierto de par en par las puertas del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Las bases militares que alberga el territorio turco son las segundas en importancia de toda la OTAN. El país atraviesa la peor crisis económica desde la II Guerra Mundial, pero Occidente no está dispuesto a permitir su caída.
El FMI ha aprobado este año una ayuda extraordinaria de 15.700 millones de dólares (2,8 billones de pesetas) a cambio de unas exigencias en materia de control de precios, rigidez presupuestaria y crecimiento económico que el propio Gobierno ha admitido que está lejos de cumplir.
La perspectivas de expansión del PIB son muy negativas. La economía se contrajo un 8,5% en el primer semestre del año y no se espera que la senda mejore en la segunda mitad del año. Los pagos de la deuda absorberán en 2002 el 75% de los ingresos fiscales y la lira acumula una depreciación del 50% respecto al valor que tenía en febrero.
Ante la situación, el Gobierno exige más dinero para hacer frente a sus obligaciones. El presidente del FMI, Horst Köhler, muestra su disponibilidad ante las reclamaciones de Ankara y reconoce que Turquía es uno de los países "más gravemente afectados" por la crisis internacional generada por los atentados del 11 de septiembre.
Una misión del FMI se encuentra en Turquía evaluando los avances económicos. Teóricamente, el visto bueno de esta misión es obligatorio para aprobar el desembolso pactado para noviembre de 3.000 millones de dólares, pero la entidad ya ha dado a entender que la ayuda será desembolsada. La UE también ha silenciado sus críticas a las violaciones de derechos humanos en Turquía. A cambio, el Gobierno prepara un contingente de tropas de elite para intervenir en Afganistán y se ha ofrecido para adiestrar a la Alianza del Norte.