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epigrafe

El "efecto tipos" puede más a corto plazo que los malos resultados

El entorno extrabursátil apenas ha cambiado en los últimos días, pero los mercados han girado al alza con decisión. Tampoco han mejorado los aspectos fundamentales de las empresas cotizadas con las referencias de resultados que se publican.

Los grandes cambios se han producido en los conceptos clásicos y, también, en una mejor disposición anímica de los participantes, porque cuando las Bolsas suben nadie quiere permanecer al margen.

Semántica al uso es que los resultados son mejores de lo esperado, en lugar de decir que son malos. O, también, que son malos, pero no horribles. æpermil;sta es la clave de moda. El mercado se da por satisfecho, al menos a corto plazo, con resultados malos, porque no son horribles. Así, el listado de las 500 empresas que se aglutinan en el S&P 500, como indicador más seguido en la actualidad, arroja una caída del beneficio del 22% como media de los nueve primeros meses del año.

Los resultados actuales recalcan, por tanto, una sobrevaloración teórica de los mercados estadounidenses y una mejor posición de los europeos. Pero son aquellos, como siempre, los que marcan la tendencia a seguir.

Analistas famosos se preguntan cuánto tiempo pueden aguantar las Bolsas del mundo en esta situación, porque el efecto tipos de interés, como inductor de posibles mejoras en la economía del mundo y de los resultados empresariales a corto plazo, tarde o temprano estará agotado. Consideran los analistas que los grandes bancos centrales cuentan cada vez, como es lógico, con menos márgenes para bajar tipos.

Los próximos meses, por tanto, serán especialmente interesantes ¿Qué pasará si la economía responde a ritmo más lento del previsto, lo mismo que los resultados de las empresas? ¿Se aferrará el mercado, como desde hace unos días, al ciclo de los tipos con desprecio de la realidad de los valores que cotizan?

En esta secuela de interrogantes, hay quien va más lejos ¿a que ritmo deben crecer los resultados de muchas empresas para que las valoraciones actuales, los precios que se pagan ahora en la Bolsa, entren dentro de lo lógico y racional?

 

Chartistas como setas en otoño

El momento, la época del año, aunque ya tardía, viene a colación de la masiva llegada de analistas técnicos o chartistas a los mercados. Como las setas en los otoños lluviosos.

No hay firmas de valores y Bolsa, caja de ahorro, banco o medio de comunicación hablado o escrito que no cuente con un profesional en esta materia. Es la última moda.

Esta situación no es nueva en el mercado español. Se importó de Estados Unidos en los felices ochenta, hasta el crash de octubre de 1987, y se ha incorporado ya al sistema.

Es una herramienta de análisis más. Ni la mejor ni la peor, como pregonan algunos. El chartista puro, el de verdad, no enjuicia nunca el balance o el criterio seguido por ésta o aquella empresa. Mide soportes, resistencias, medias móviles, córners, triángulos, dobles suelos, y otros palabros más para recomendar, unas veces con éxito otras con fracaso (de no ser así todo el mundo sería chartista), cuándo hay que comprar o vender.

Esta situación, como hecho curioso, alcanza su apogeo cuando el inversor final, institucional o privado, pesa muy poco en el mercado, que es lo que sucede desde hace tiempo.

Los expertos, por lo demás, desaconsejan escudarse en el chartismo para hacer un análisis fundamental de parvulario. Por ahí no van los tiros.

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