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Las crisis pesquera y ganadera lastraron la actuación de la Xunta

Estos asuntos siguen formando parte de los argumentos de los principales partidos de la oposición para restar votos al Partido Popular de Galicia.

El 10 de enero de 2001, el grupo parlamentario del Bloque Nacionalista Galego, encabezado por Xosé Manuel Beiras, presentó una moción de censura contra el Gobierno de la Xunta de Galicia, presidido por Manuel Fraga. Los principales motivos esgrimidos por la coalición nacionalista: la "ineficaz" actuación de la Administración respecto a la negociación del acuerdo pesquero con Marruecos, la crisis de las vacas locas y las consecuencias del temporal -y la falta de soluciones rápidas y efectivas ante éstas- que este último invierno azotaron a Galicia.

Estos asuntos siguen formando parte, junto a otros, de los argumentos de los principales partidos de la oposición para restar votos al Partido Popular de Galicia, al que las encuestas ya dan como virtual ganador en los comicios que se celebran el próximo domingo, y convencer así al millón de indecisos que son la esperanza del BNG y el PSdeG para "derrocar" a Fraga e impedir que ocupe el despacho presidencial del Pazo de Raxoi por cuarta vez consecutiva. Y es que, sobre todo, la negociación del acuerdo pesquero con Marruecos y la crisis de la EBB (encefalopatía espongiforme bovina) han sido los grandes quebraderos de cabeza del Gobierno de Fraga en esta última legislatura.

De hecho, el pasado 20 de septiembre, Enrique López Veiga (quien ya fuera consejero de Pesca) relevó en la consejería a Amancio Landín, tras una decisión inesperada, pero justificada por el propio presidente de la Xunta como un cambio conveniente y de común acuerdo entre las partes, pese que para la oposición supone el reflejo de una grave crisis. Fraga zanjó la discusión asegurando que se trataba únicamente de criterios de gestión y que no era una maniobra electoral, ni debida a problemas personales ni a presiones del sector.

La crisis de las vacas locas también supuso cambios en el Gobierno de Fraga. El propio consejero de Agricultura, Cástor Gago, y dos asesores suyos fueron fulminados por el presidente de la Xunta para tratar de salir del atolladero creado en Galicia por la enfermedad y después del escándalo formado por el enterramiento masivo -y mediático- de reses en Mesía. La encefalopatía espongiforme bovina ha sido el último revés para el campo gallego, ya de por sí cargado y castigado por incontables dificultades.

La gestión a escala empresarial del Partido Popular se ha centrado en una apuesta por la unión de sectores industriales como instrumento para su desarrollo futuro, lo que ha llevado a promover varias agrupaciones empresariales, sobre todo en aquellos sectores en los que esta modalidad parecía más ventajosa. Los primeros en constituirse fueron los clusters del naval y de la automoción, este último que agrupa a las empresas auxiliares del sector, y con un gran potencial económico gracias a la presencia en la comunidad de la única factoría de España de Citroën. El último en formarse ha sido el cluster de la madera.

 

El caso y ocaso de Cuiña,

el eterno delfín de Fraga

El último varapalo del Gobierno de Fraga ha venido de manos de su eterno delfín, Xosé Cuiña, amado y odiado a partes iguales.

El consejero de Política Territorial, quien renunció en 1999 a la secretaría general del partido en aras de la renovación ordenada desde Génova, tuvo que salir hace unos días al paso de informaciones que vinculaban su participación en empresas familiares, a través de una herencia paterna, con su desempeño de un cargo público. Su mayor logro en esta legislatura: la firma del convenio con Madrid para la construcción de la alta velocidad ferroviaria y el plan de modernización de la red convencional, que se espera, si no se producen retrasos, para 2010.

Para la oposición, se ha tratado de una negociación deficiente, en la que Galicia aporta 30.000 millones para un tren que será más lento que los que circularán por los corredores del Mediterráneo.

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