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LA ATALAYA
Columna
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Un reto para Occidente

Todos los líderes del mundo occidental sin excepción han considerado la salvajada del 11 de septiembre no sólo como un ataque contra EE UU, sino como un atentado contra los valores democráticos y de libertades que la unión estadounidense personifica. Y tienen razón, porque el mayor peligro para el fundamentalismo islámico reside precisamente en la consagración en el mundo de un sistema de democracia y libertad. La razón es muy simple. Para el integrismo, representado por los Bin Laden y los regímenes que los apoyan, financian y albergan, el sistema democrático representa el triunfo del individuo y de la libertad individual frente a su peculiar y errónea interpretación de la sharia o ley divina.

En cuanto la persona sea capaz de decidir por sí misma, todo el tinglado montado en torno a la religión se desmorona y el régimen se cae por su base. Véase el caso de los talibán afganos, que han precisado de una reunión de los líderes religiosos del país antes de decidir sobre una eventual entrega de Osama Bin Laden. Y lo mismo ocurre en otras so-cie-dades dominadas por los integrismos, como Irán, donde cada decisión tomada por el Gobierno de Teherán debe ser refrendada por la autoridad religiosa del imán Jameini.-

Este planteamiento hace tremendamente difícil la respuesta. Sin excluir un golpe de efecto contra las bases de Bin Laden en Afganistán para calmar a una opinión pública encrespada por la brutalidad de los atentados, el problema que se le planea a Occidente, y por extensión al mundo civilizado, es un problema de determinación y perseverancia. Como recordaba el martes el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, se trata de un combate donde no hay "playas donde desembarcar ni islas que conquistar ni aviones que derribar". Es una lucha a largo plazo que habrá que desarrollar en todos los planos, diplomático, político, económico y, también, militar. Si tiene un mínimo de decencia, Europa debe estar en esta lucha incondicionalmente al lado de Estados Unidos como este país lo estuvo al lado de Europa no una sino dos veces en el transcurso del siglo XX. En este sentido resulta alentador la decisión unánime de los 19 países de la Alianza Atlántica de invocar el artículo 5º del Tratado de Washington, que considera el ataque a uno de sus miembros como un ataque contra el conjunto de la organización.

Igualmente alentadora debe considerarse la condena conjunta del ataque por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas 24 horas después de los atentados y la resolución aprobada el martes exigiendo al Gobierno de Kabul la entrega inmediata de Bin Laden. Por primera vez desde 1950, cuando el conflicto de Corea, la ONU se ha considerado agredida. Su secretario general, Kofi Anan, recordó en su visita a las ruinas de las Torres Gemelas que no sólo habían muerto estadounidenses, sino también nacionales de 62 países.

El almirante Yamamoto, vencedor de Pearl Harbor, temía haber despertado a "un tigre dormido". Los Bin Laden de turno pueden haber cometido el mismo error que el marino nipón.

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