Los resultados de las empresas son la gran pesadilla de las Bolsas
Más que pesadilla, un infierno. El dinero se retrae; las operaciones especulativas intradía se apoderan de la situación y el inversor final, cabizbajo, no quiere saber nada de Bolsa. Un ejemplo para ilustrar tanta desazón ¿Quién tiene razón, la cúpula directiva de Nokia o la de su competidor Ericsson? Aquella dice que lo peor ha pasado y que hay elementos que permiten ser optimistas cara al cierre del año. La de ésta niega la mayor y se reafirma en una posición catastrofista al indicar que el túnel es muy largo, que no se ve la luz.
Los mercados enloquecen. Aplauden con fuertes alzas la perorata de los directivos de Nokia, pero se desinflan ante las advertencias de los de Ericsson. Se explica así que los grandes valores del mercado sorprendan con niveles de volatilidad inconcebibles en otros momentos. Se justifica, por ello, la ausencia del inversor final.
Estas referencias confirman que los movimientos a la baja de los tipos de interés no son los elementos revitalizadores que necesitan los mercados para salir del grado de postración en el que se encuentran, al menos por el momento. Tampoco, en una visión a muy corto plazo, los indicadores sobre el estado de salud de la economía de Estados Unidos que se ha publicado tan profusamente a lo largo de la semana.
La crisis actual es de valoraciones y, si cabe, de expectativas inducidas por los máximos responsables de las empresas más capitalizadas del mundo. La rapidez con la que se suceden los acontecimientos en Bolsa llega siempre de la mano de las advertencias sobre resultados. Es la gran pesadilla de las Bolsas del mundo. Un trago amargo, por cierto, que cumplirá el mes que viene un año. Fue en octubre de 2000 cuando saltó a la palestra bursátil la primera oleada de profit warning procedente de Estados Unidos. Desde entonces se han producido cinco oleadas más. ¿Cuándo terminará el suplicio?
Los empresarios europeos fueron reacios a manifestar públicamente que iban a ganar menos, porque no hay costumbre. Los resultados semestrales de las empresas cotizadas han dejado claro, sin embargo, que se gana menos y con peor calidad.
Grandes OPA en épocas de crisis
Algo está cambiando en el fondo de las Bolsas. Hasta ahora, las desenfrenadas tendencias alcistas hacían más grandes las bolas de nieve empresariales. O lo que es lo mismo, las OPA hostiles o pactadas se producían con precios al alza para sonrojo de los ortodoxos. Lo normal es que estas operaciones de gran calado se hagan con precios a la baja.
La operación Hewlett-Packard con Compaq ha puesto en guardia a los grandes gestores del mundo al considerar que es el inicio de un movimiento de mayor envergadura. Es más, hay quien apuesta por su traslación inmediata a las vapuleadas empresas de telecomunicaciones. Las OPA o fusiones pactadas se convertirían, así, en una especie de jarabe revitalizador de unas Bolsas que hacen agua por todas partes.
Claro está que para que la pócima surta efecto es necesaria una mejor disposición de fondo, un cambio en el sentimiento. La operación protagonizada por ambas compañías desencajó la cara de propios y extraños en lo que respecta a su impacto en la Bolsa. Los mercados reaccionaron, con una primera lectura, al alza, pero rápidamente, con esa segunda lectura obligada, a la baja.
Mientras, en España se animan las OPA de exclusión. El Águila y Asturiana de Zinc son las referencias de última hora.