Cuestión de interpretar el futuro
Las dobles lecturas que en cuestión de minutos hacen los participantes en el mercado en los últimos días con las noticias de largo alcance manifiestan, ante todo, el grado máximo de indecisión y nerviosismo que se registra en las Bolsas.
Hay referencias importantes en las últimas 48 horas. Por ejemplo, la operación de HP sobre Compaq, que fue interpretada de manera magistral al alza en los primeros minutos (aceleró la corriente alcista de los mercados en la sesión del martes) para ser analizada de manera muy negativa a continuación (mermó de manera sustancial la capacidad de subida de las Bolsas, con traslación negativa en los primeros compases de ayer).
Hay más. Por ejemplo, ¿quienes están en posesión de la verdad, los dirigentes de Nokia o los de su competidor Ericsson? Los primeros no ven un futuro tan negro, ven luz al final del túnel. Los segundos insisten en que las cosas estás muy feas y que no hay razones de peso suficientes para pensar que vayan a cambiar a mejor a corto plazo.
¿Y qué carta juegan los mercados vistas estas contradicciones? La carta de hace 17 meses, es decir, la del pesimismo. Desde hace varias semanas se observa una apego mayor al tremendismo que al equilibrio y a la búsqueda de una recomposición alcista. Es, por tanto, una cuestión de estados de ánimo, de sentimiento respecto a la tendencia de fondo de las Bolsas y de una interpretación pesimista del futuro.
Asunto importante que copa la atención de los observadores en los últimos días es el alto grado de volatilidad de los mercados. La voracidad con la que se degustan las noticias que llegan a los mercados sorprende a propios y extraños. Valores de máxima capitalización han perdido los formas. Sus modales son ahora, para mal de los mercados, alocados al alza y a la baja.