La división en el BSCH bloquea la estrategia para consolidar la fusión
Las tensiones en la cúpula del BSCH han provocado una parálisis de su estrategia, afirman los analistas y admiten altos directivos del banco. Las diferencias entre Emilio Botín y José María Amusátegui ya no se pueden ocultar. "La situación actual es imposible de sostener hasta marzo de 2002 (fecha en la que Amusátegui se jubila)", reconocen algunos ejecutivos del BSCH.
Si se quiere salir en la foto, hay que moverse". Con estas palabras definía Emilio Botín, el 15 de enero de 1999, el acuerdo alcanzado entre el Grupo Santander y el BCH para su fusión. Dos años y medio después el copresidente del BSCH puede declarar lo contrario. Así explica un analista la situación que se vive en estos momentos en el primer grupo financiero español.
Situación que el equipo del BCH quiere dejar resuelta antes de que el otro presidente del grupo, José María Amusátegui, abandone su cargo, lo que según el protocolo de fusión debe producirse en la próxima junta del banco (marzo de 2002).
El equipo del Santander prefiere esperar a sabiendas de que Botín no tiene prisa (los resultados del banco le acompañan) y será presidente único, como muy tarde en marzo. Lo malo es que este nulo entendimiento está derivando en una falta de estrategia, aseguran directivos de la entidad, opinión compartida por varios analistas.
El consejo del banco se reunirá el próximo 23 de julio. Pero las tensiones existentes en el banco (comidilla de todos los círculos más influyentes de Madrid) hacen pensar que éste no será un consejo normal. "La situación actual es imposible de sostener nueve meses, hasta el relevo de Amusátegui", afirman altos directivos de la entidad, que abogan por que Botín y Amusátegui se sienten para negociar una salida a la encrucijada en la que está bloqueado el banco.
Otras fuentes del mercado aseguran que se puede optar ahora por una solución intermedia, con ligeros cambios en las direcciones generales, para abordar el grueso del conflicto poco antes de la junta de 2002 .
Existe un solo BSCH, pero con dos culturas que, a la espera de los cambios, no logran entenderse: la del Santander, con Emilio Botín al frente, y la del BCH, encabezada por Amusátegui.
En medio está el vicepresidente primero y consejero delegado, Ángel Corcóstegui, quien se ha convertido en el punto medio entre ambas posiciones, aunque ha optado por centrarse en la gestión para lograr los mejores resultados de la banca española. Las tensiones, sin embargo, empiezan a salpicar a Corcóstegui, que ha comenzado a sufrir los embates de las intrigas, sobre todo por parte de los defensores del regreso de Ana Patricia Botín.
El BSCH cuenta con una larga lista de delfines. Alfredo Sáenz, presidente de Banesto; Francisco Luzón, destinado en Latinoamérica; Matías Rodríguez Inciarte, el otro vicepresidente del BSCH e integrante del denominado G-4 del banco, y Rodrigo Echenique, ex consejero delegado del Santander, integran la lista de aspirantes al cargo de consejero delegado.
"Corcóstegui continuará en el cargo. Su puesto no está en cuestión. Sólo se iría si se le recortan los poderes", aseguran fuentes de la entidad. Otro directivo del banco, sin embargo, apunta que Botín no ha mantenido ningún consejero delegado más de cuatro años. El banco, consciente del bloqueo de fuerzas que le impide definir ahora su estrategia de futuro y el modelo en el que debe desembocar la fusión, ha transmitido a sus accionistas que 2001 será el año de la consolidación y reducción de costes. El mercado cuenta con que, en lo que queda de año, el banco no realizará grandes operaciones de inversión.
En la convención de directivos del pasado 8 de marzo y, dos días más tarde, en la junta de accionistas Botín sentenció: "No hemos sabido aprovechar todas las ventajas de la fusión"; "tenemos dos años, no más, para conseguir nuestro objetivo en costes". Fue en esos dos actos cuando la división entre los equipos del Santander y del BCH se disparó.
A Botín le gusta sorprender, pero no deja nunca nada al azar. Por ello, en el banco adjudican a su fiel consejero, Federico Ysart, las perlas que introdujo a última hora en el discurso ante la convención de directivos. "Cojan la memoria, página 45". Y si no se lograba reducir los costes de intermediación 6 puntos, "el próximo año, a este acto vendrá Paulita" (la telefonista), amenazó Botín. El aldabonazo al estilo Santander no causó muy buen impacto.
En estos dos actos, Amusátegui quiso dejar claro que no se iría antes de tiempo. "Estaré en la meta", afirmó. Quería atajar así la especulación de que Botín, a través de emisarios, le había ofrecido una cifra milmillonaria por anticipar su salida. Amusátegui volvió a dar señales de la crisis en la boda de su hijo, el pasado mes de mayo, cuando se explayó en comentarios nada positivos sobre el clima que se vive en el banco.
El pacto de fusión está sellado, pero lo que falta es negociar una estrategia de futuro, el organigrama de integración de las dos cúpulas y si se mantiene o no el modelo multimarca, señalan fuentes del banco.
La variedad de marcas comienza a ser problema de costes
El 19 de enero, el Finantial Times se hizo eco de los altos costes que suponía para el BSCH la compra de Banespa (pagó 3.500 millones de dólares por el 33%). Y aseguraba que el banco había revisado a la baja sus resultados de 2001 al pasar de 500.000 millones a 475.000. Esta noticia, desmentida por el banco, provocó una caída de la acción del 5,4%.
Tres semanas después, en la presentación de resultados del grupo de 2000, Botín confirmó los 475.000 millones, lo que volvió a provocar una caída de los títulos del 3,67%. Y eso que el BSCH había presentado un crecimiento del beneficio del 43,3%.
¿Por qué se dejó caer la acción dos veces? Para la pregunta que se hace el mercado, no hay respuesta oficial del banco, como tampoco parece estar clara la continuidad de la multimarca del BSCH. Estudios del propio banco confirman que con marca única, en lugar de tres (Santander, BSCH y Banesto), ahorrarían unos 70.000 millones de pesetas (sólo la integración de Banesto supone 40.000 millones).
El banco optó por mantener las redes del Santander y del BCH para seguir ganando cuota de mercado. Objetivo que ha logrado. Pero ahora la multimarca está convirtiéndose en un lastre. Los clientes no entienden por qué no pueden operar por igual en las tres redes.
Los analistas explican que una marca única puede ser la mejor solución, pero si predomina la denominación Santander, antes Botín y Amusátegui deberían pactar ese nuevo salto de la fusión.