América limita su cooperación regional al libre comercio en 2005
Cumbre de las Américas. Los 34 jefes de Estado y de Gobierno de los países americanos reunidos este fin de semana en Quebec (Canadá) han ratificado la voluntad de poner en marcha el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en el año 2005, un acuerdo que descarta cualquier tipo de integración política o social más allá de un libre mercado de más de 800 millones de habitantes. La Cumbre de Quebec ha estado marcada por las protestas de quienes se oponen al carácter exclusivamente económico de estos acuerdos y que se ha saldado con fuertes enfrentamientos entre la policía y los grupos de manifestantes, que calientan motores ante la próxima reunión del FMI.
Libre comercio y democracia han sido las palabras más repetidas en la cumbre de Quebec. El presidente de Estados Unidos, George Bush, insistió en las bondades del libre mercado para mejorar el desarrollo de todos los países: "El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés) ha demostrado que el libre comercio funciona y ha llegado el momento de extender sus beneficios a todo el continente".
Sin embargo, el ALCA tiene límites claros: "No estamos discutiendo ninguna integración política como la Unión Europea ni nos estamos planteando una moneda común. No creo que se haga en mucho tiempo", aseguró el primer ministro canadiense, Jean Chretién.
México reconoce los beneficios que el Nafta ha reportado para su economía en términos de empleo y estabilidad macroeconómica, pero su presidente, Vicente Fox, aseguró en Quebec que todavía queda mucho que "lamentar" en términos sociales y de nivel de vida.
Cohesión social
Por eso, Fox propone establecer, a semejanza europea, criterios de convergencia para medir los avances de los países más atrasados y crear un fondo de cohesión social que ayude a estas economías, destinando un porcentaje de los gastos de defensa a estas ayudas. EE UU y Canadá ya han expresado su negativa al respecto.
Fox no fue el único en mostrar sus discrepancias durante las reuniones de Quebec. El presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, -otra de las estrellas de la cumbre- puso sus condiciones para la consecución de un acuerdo. Si el ALCA proporciona reglas comunes anti dumping, si reduce las barreras no arancelarias, si previene el proteccionismo bajo normas sanitarias, si reduce las desigualdades derivadas de la Ronda de Uruguay, en especial en materia agrícola, entonces "será bienvenido", dijo Cardoso. De lo contrario, "será irrelevante, o peor, indeseable". Cardoso aprovechó la ocasión para saldar públicamente sus diferencias con Bush; la protección de la propiedad intelectual no debe hacerse a costa de los enfermos con sida, a los que hay que garantizar tratamientos al menor coste posible; y los estándares de protección medioambiental deben mantenerse bajo el Protocolo de Kioto.
El otro disidente fue el presidente venezolano, Hugo Chávez, que finalmente firmó con reservas la Declaración de Quebec por sus discrepancias en torno a la fecha de entrada del ALCA, que considera precipitado para 2005.
Para su puesta en marcha, el ALCA aún debe afrontar muchos obstáculos y duras negociaciones. Bush confió en superar este año la primera de ellas, que será obtener del Congreso de EE UU la autorización para negociar acuerdos comerciales en bloque sin posibilidad de enmiendas en la posterior tramitación parlamentaria.
Los 44 folios de la Declaración de Quebec se centran en la defensa de la democracia y el libre comercio. La Declaración incluye la denominada cláusula democrática que supone que cualquier alteración constitucional por parte de un país resulta incompatible con la participación de su Gobierno en el proceso de las cumbres y que el resto de los estados someterán a consultas las medidas a adoptar.
Esta cláusula mantiene la exclusión de Cuba del proceso, trata de evitar la repetición de episodios como el sucedido en Perú con Alberto Fujimori y su autogolpe de Estado y pretende ejercer cierto control sobre gobiernos como el de Chávez. Sin embargo, la aplicación de los criterios democráticos resulta necesario porque en el caso de Haití, cuyo proceso electoral del pasado julio fue criticado por la Organización de Estados Americanos (OEA), la cumbre ha hecho una salvedad al respecto. A pesar de su exclusión, la presencia de Cuba ha planeado constantemente sobre la cumbre. El propio Bush utilizó una cita del líder cubano José Martí ("la libertad no es negociable", dijo en castellano) para defender el derecho de los ciudadanos a la libertad.
Los 34 mandatarios americanos, además, expresaron específicamente su apoyo al proceso de paz de Colombia y acordaron estudiar el mantenimiento del trato preferencial que reciben los productos de los países andinos procedentes de los programas alternativos al tráfico de drogas en aquellos países.
Estados Unidos vigila la crisis argentina
A pesar de la inestabilidad que atraviesa la economía argentina y del fuerte deterioro del riesgo país en las últimas jornadas (el viernes el diferencial con los bonos estadounidenses llegó a superar los 1.000 puntos básicos que alcanzó en los momentos más críticos de la reciente crisis financiera), lo cierto es que la cumbre ha ignorado por completo este asunto. Las únicas referencias a la situación económica del país llegaron en la rueda de prensa del final de la cumbre en la que George Bush señaló que el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, estaba estudiando la situación y vigilando la evolución de la economía argentina.
Sin duda, una declaración de la cumbre sobre el plan económico del Gobierno argentino hubiera enviado a los mercados la señal de tranquilidad que esperan y hubiera aliviado las presiones sobre las finanzas argentinas. Eso es lo que ha hecho George Bush en el caso de Turquía, ratificando su apoyo a su "amigo y aliado" sin ningún tipo de compromiso económico mientras los ministros de la Unión Europea debatían en Malmoe (Suecia) su ayuda financiera al país.
En este caso, la ausencia de debate en torno a la crisis argentina resulta bastante reveladora. Al ignorar esta cuestión, EE UU y Canadá han lanzado un claro mensaje al continente y a los mercados internacionales: la creación del ALCA no implica una mayor cooperación regional en caso de crisis financieras, como la sucedida el pasado diciembre en Argentina, la de Brasil en 1999 o la de México en 1994, con la consiguiente amenaza de desestabilización económica en la región.
Los manifestantes se preparan para la cita del FMI
Los fuertes enfrentamientos que han tenido lugar en la ciudad de Quebec entre los grupos antiglobalización y la policía son un preludio de lo que sucederá dentro de unos días en Washington durante la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI). La III Cumbre de las Américas ha estado marcada por las manifestaciones de quienes se oponen a una globalización salvaje y carente de rostro humano, como viene sucediendo desde la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle en 1999 y como ya sucedió en la asamblea del FMI del año pasado. Los enfrentamientos entre estos grupos y la policía han ido a más según avanzaba la cumbre, que se inició con una pequeña victoria de los manifestantes al conseguir retrasar la inauguración oficial de la reunión. El viernes unos 2.000 jóvenes lograron derribar parte del "muro de la vergüenza", como ellos lo denominaron, que rodea el centro de la ciudad y donde tienen lugar las reuniones entre los líderes americanos. El sábado eran unos 20.000 los manifestantes de la Marcha de los Pueblos que pacíficamente ocuparon las calles de Quebec pero la policía se empleó a fondo para evitar que se acercaran al perímetro de acceso restringido, utilizando cañones de agua, gases lacrimógenos en mayor cuantía y pelotas de goma. Los enfrentamientos se prolongaron durante la noche y algunos grupos más violentos provocaron destrozos en pequeños comercios. Los manifestantes forman parte, según la policía, de organizaciones anarquistas, grupos de indígenas o seguidores del subcomandante Marcos o del Che Guevara.