Lo que cuenta son las Bolsas
Con la bajada de tipos practicada ayer por Alan Greenspan se pone de manifiesto algo que muchos llevaban tiempo comentando. Que el presidente de la Fed mira más el Nasdaq que la inflación, sobre todo cuando el lastre de fondo en la desaceleración económica es el sistema financiero.
De hecho, la forma en la que ha dado el golpe de timón evidencia que se busca un fuerte impacto psicológico. Porque detrás del espeluznante cambio de agujas en las previsiones macro -algunos expertos han anticipado recesión en el primer semestre- hay más factores de mercado que de economía real.
El primer elemento que ha agudizado la desaceleración ha sido el aumento del precio del petróleo. Ya se adelantó en otoño que sus efectos iban a venir más por el crecimiento que por la inflación, y así ha sido.
El segundo lastre, de mayor calado, es el de la crisis financiera, en un sentido amplio. Esto es, no sólo la bajada del Nasdaq y el efecto riqueza, sino también la contracción del crédito y la subida de los tipos en los bonos de alto rendimiento.
Estrechamente ligado a la caída de la Bolsa vino el empeoramiento de las expectativas. Este tercer factor, el psicológico, es el que hace que, por ejemplo, las empresas inviertan menos, porque esperan menores beneficios futuros. O que las familias compren menos coches. Y que las previsiones de los expertos se suman en el pesimismo, enfriando más el sistema.
En definitiva, que cuando Greenspan pensó ayer en bajar tipos, el principal efecto que tenía en cuenta es el que provocado sobre los mercados financieros y sobre el sentimiento.
Ya en 1998 pudo comprobar la eficacia de una bajada de tipos sorpresiva y de medio punto. Y no son novedad las similitudes entre ambas crisis. Han sido las expectativas las que, entonces y ahora, castigaron la economía. Por eso hacía falta una intervención contundente. Para no dejar resquicio a más incertidumbre.