Buscando el modelo de la economía pos-Covid
La economía evolucionará con grandes divergencias entre empresas, sectores y países
Lejos de ver la normalización monetaria como un proceso transitorio, que se limitaría a unas cuantas subidas de tipos de interés para bajar la inflación, poco a poco hemos ido entendiendo que la inflación era solo la punta del iceberg de una serie de desajustes, tanto de oferta como de demanda, incubados a lo largo de las casi dos décadas de easy money (dinero fácil), cuya corrección va a llevar más tiempo del que se pensaba.
Bajo esa idea, en 2022 se inician tres cambios estructurales. El cambio de régimen monetario, que pone fin de forma irreversible a la era del dinero barato. El cambio en el modelo de crecimiento económico, que ya no puede basarse en la acumulación y monetización de la deuda. Y el cambio en el statu quo geopolítico de equilibrio entre la potencia dominante (Estados Unidos) y la potencia incumbente (China), que pone fin a la llamada Gran Moderación.
La intensidad de esos cambios lleva a algunos a pensar que estamos ante una Gran Depresión como la de los años treinta o ante una estanflación como la de los años setenta. Pero extrapolar experiencias del siglo XX a la economía pos-Covid del siglo XXI puede ser un gran error, porque el mundo ha cambiado. Estamos en una economía de innovación disruptiva permanente y transversal, que se transforma a la vez que se contrae, y eso condiciona la normalización monetaria.
Habrá corrección del valor de activos inflados y que tienen primas de riesgo elevadas
Lo previsible es un periodo prolongado de bajo crecimiento económico, esencialmente por la digestión de la enorme deuda acumulada, en una economía que evolucionará en forma de K, con grandes divergencias entre empresas, sectores y países. El PIB no crecerá mucho, pero algunas partes del PIB sí lo harán. La fortaleza de capital y la productividad basada en la innovación es lo que marcará la línea divisoria entre ganadores y perdedores.
Los ganadores crearán mucho valor y los perdedores destruirán todo o casi todo su valor, como se ha visto con la desaparición fulminante de algunos bancos, mientras que las grandes tecnológicas disparan su negocio y sus cotizaciones. En el nuevo mundo las empresas innovadoras que diseñan nuestro futuro se sienten cómodas, pero las empresas ancladas en el pasado desaparecen, al no encontrar un espacio en el que aportar valor.
Estamos entrando en un proceso de softlanding desinflacionario, y la búsqueda de soluciones será más adaptativa que técnica, requiriendo una fase larga de “prueba y error”, con momentos sucesivos de tensión y de calma, hasta encontrar el modelo definitivo.
A cambio de no ser traumático o caótico, ese proceso será, a nuestro juicio, largo. La economía seguirá funcionando, con pequeños fuegos, pero sin un gran incendio, y la liquidez será menor, pero no dejará de suministrarse in extremis. Todo ello lleva a pensar en una corrección del valor de algunos activos, que parten de valoraciones muy infladas tras la larga época de dinero barato y que tienen primas de riesgo elevadas.
Juan Carlos Ureta, presidente de Renta 4 Banco