El BCE, principio y fin de un circuito cerrado
El BCE presta dinero a los bancos. Los bancos compran deuda del Estado para que éste pueda financiar el déficit. El Estado avala a los bancos para que puedan emitir deuda. El Estado avala a las comunidades autónomas para que los bancos puedan pagar las facturas de éstas a los proveedores. Y los bancos toman la deuda de los Estados para depositar como colateral en el BCE.
Por resumir un poco:
La macrosubasta del BCE pone dinero (en realidad, mucho dinero) en circulación en el mercado, pero éste apenas sale del circuito cerrado de banco central-banca comercial-Tesoro público. ¿Tiene sentido? En teoría, ninguno. En la práctica, está lejos de ser una solución óptima, y llega tarde. Pero es mejor que no hacer nada.
La ventaja más apreciable es la caída de las primas de riesgo. No es poca cosa, pero tampoco es el único efecto, pues con la barra libre de Draghi, la banca española ha podido captar dinero para cubrir sus vencimientos de deuda más próximos. En otras palabras, el BCE inyecta dinero en un circuito cerrado, pero es que este circuito necesita dinero para evitar el colapso. Y dado que no sale de otro sitio, el BCE es el mal menor.
Eso no evita los probelmas de más calado, que en el caso español son dos, y no precisamente nuevos: la exposición de la banca al ladrillo y la incapacidad de España para atraer dinero del extranjero (algo necesario dado el déficit por cuenta corriente y la deuda externa). El déficit público que ocupa tantas portadas es simplemente el arma de negociación, o la moneda de cambio: Bruselas y el BCE no pueden exigir a España que acabe de un día para otro con las dos lacras citadas, luego vuelca su artillería sobre este objetivo. No porque sea factible (el 4,4% no tiene ni pies ni cabeza), sino porque es una petición exigible.
Es por todo esto que el ciudadano de a pie solo ve una cosa: que sufre los recortes impuestos desde el Norte de Europa mientras el dinero que llega del Norte de Europa solamente llega a la banca. Es la explicación, que de poco servirá a quienes, con razón, protestan.
Quizá la única fórmula que saque algo de dinero a la calle sea la del pago a proveedores de ayuntamientos. Estos proveedores que trabajan con subcontratas y, como es tradición hispánica, tienden a no pagar al menos hasta que hayan cobrado. La parte mala es que la banca es quien debe descontar estas facturas y financiar a los ayuntamientos (con aval del Estado). Y, como sucede con el dinero del BCE, esto también es un parche. La banca no querrá atarse con plazos demasiado largos (tiene que devover la liquidez a Draghi en tres años) y, al final del día, alguien tendrá que pagar las facturas: las comunidades o el Estado.
Las crisis de liquidez, en fin, pueden degenerar por sí solas, y a través de la descofianza de los mercados, en crisis de solvencia. Pero las medidas que solucionan la liquidez no solucionan la solvencia. El BCE no quiso atajar la crisis de liquidez en un primer momento y, ahora, lo único que puede hacer es ganar tiempo.
Música contra la crisis. Two Gallants. Steady Rollin'
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