Por qué la NASA necesita jardineros espaciales para sobrevivir en la Luna y Marte
Cultivar plantas es básico en el futuro de la conquista del espacio, ya que la comida deshidratada no es suficiente. Pero las cosas no son sencillas, motivo por el que la NASA realiza pruebas de campo en la Estación Espacial Internacional.


Imaginar a un astronauta de la NASA en la Luna en 2035, recolectando una hoja de espinaca fresca cultivada en un simulador de suelo lunar, parece ciencia ficción. Sin embargo, esta escena está cada vez más cerca gracias a la investigación global que desarrolla tecnologías agrícolas para sostener la exploración humana en la Luna y Marte.
La NASA considera la nutrición de los astronautas un riesgo crítico para la salud y el éxito de las misiones. En las estancias cortas en la Estación Espacial Internacional, los alimentos deshidratados son suficientes. Pero, los viajes a Marte durarán años, y ningún suministro sellado al vacío puede mantener a las tripulaciones en condiciones óptimas durante tanto tiempo.
Y la solución, por lo que parece, pasa por cultivar alimentos frescos en el espacio mediante sistemas llamados Bioregenerative Life Support Systems (BLSS), que no solo proporcionan comida. Las plantas cumplen funciones vitales: generan oxígeno mediante fotosíntesis, purifican el agua, reciclan residuos y producen biomateriales y compuestos farmacéuticos. Además, mejoran el bienestar psicológico, ofreciendo vegetación viva y la satisfacción de cuidar seres vivos en entornos aislados.

Y esto último es algo que la NASA se toma muy en serio: la vida en el espacio implica aislamiento y monotonía. Estudios recientes revelan que los astronautas dedican más de seis horas al mes a tareas agrícolas y consideran que observar y consumir plantas es una de las actividades más gratificantes. Incluso se ha comprobado que estas interacciones reducen el estrés y fortalecen la conexión con la Tierra. Sin embargo, cuando las plantas mueren, el impacto emocional puede ser negativo, lo que convierte la fiabilidad técnica en un factor psicológico clave.
Un objetivo que no es sencillo conseguir
Cultivar en condiciones extremas plantea retos importantes. En la Tierra, la gravedad guía el crecimiento de raíces y tallos -mediante gravitropismo-. El agua y los nutrientes fluyen de forma predecible, y el calor se distribuye gracias a corrientes de convección. En cambio, en la Luna la gravedad es solo una sexta parte de la terrestre y en Marte un tercio (en las naves reina la microgravedad). Estas condiciones alteran la dinámica de los fluidos, dificultan el transporte de nutrientes y modifican la transferencia de calor, lo que puede frenar o impedir el desarrollo vegetal.
Además, en microgravedad los líquidos forman esferas por tensión superficial, lo que obliga a usar sistemas capilares y materiales absorbentes para distribuir el agua. Sin corrientes naturales, el dióxido de carbono puede acumularse en zonas concretas, afectando la fotosíntesis. A esto se suma la radiación espacial, que incrementa el estrés oxidativo y altera la expresión genética de las plantas. Como hemos dicho, complicado…
Por eso, la NASA ya ha probado cultivos como lechugas, col china, mostaza, kale, tomates, rábanos y pimientos en la Estación Espacial Internacional. Experimentos como Veg-04 y Veg-05 han analizado cómo la luz y los fertilizantes influyen en el rendimiento y el valor nutricional. También se estudian cambios moleculares en especies como Arabidopsis thaliana, identificando genes que podrían modificarse para mejorar la adaptación a entornos espaciales. Paralelamente, se desarrollan modelos computacionales con inteligencia artificial para optimizar el crecimiento vegetal y diseñar menús que eviten la fatiga alimentaria en misiones de varios años.
Artemis III, prevista para 2026, como primer objetivo
El experimento LEAF (Lunar Effects on Agricultural Flora) estudiará cómo la gravedad parcial y la radiación lunar afectan la germinación y el crecimiento de plantas. Se cultivarán especies como Brassica rapa, Wolffia y Arabidopsis thaliana en una cámara sellada que protegerá frente a la luz intensa, la radiación y el vacío. Tras una semana, las muestras volverán a la Tierra para analizar respuestas fisiológicas y genéticas. Este estudio será clave para reducir riesgos en la producción sostenible de cultivos fuera del planeta.

Todo esto explica por qué la NASA busca expertos en agricultura espacial. No se trata solo de plantar semillas, sino de diseñar ecosistemas autosuficientes que integren biología y tecnología. Los jardineros espaciales del futuro deberán seleccionar especies resistentes a la radiación y la microgravedad, gestionar sistemas hidropónicos y aeropónicos avanzados, monitorizar parámetros ambientales con sensores y software especializado y garantizar la estabilidad emocional de la tripulación mediante entornos verdes.
Cultivar en el espacio no es precisamente una curiosidad de las películas, sino una necesidad estratégica para la supervivencia humana en misiones de larga duración. La agricultura espacial será la base para colonizar la Luna y Marte, y los jardineros espaciales serán protagonistas de esta nueva era de exploración.

