Llegada de la IA a los navegadores: ¿estamos ante el fin de las extensiones?
La inteligencia artificial implementada en los navegadores de internet puede significar de las extensiones, que tan útiles han sido durante mucho tiempo.


Vivimos una transformación radical en el mundo de los navegadores. La irrupción de la inteligencia artificial todo apunta a que puede marcar el inicio de una nueva era, una en la que los usuarios dejarán de conformarse con ventanas pasivas al mundo digital para abrazar agentes integrados que automatizan tareas, crean flujos de trabajo completos y personalizan la experiencia de navegación. Esta transición podría desembocar en el principio del fin para las extensiones clásicas para los navegadores, abriendo la puerta a un panorama mucho más potente, seguro y adaptado a cada persona.
El auge de los agentes en los navegadores
Aravind Srinivas, CEO de Perplexity AI, lo deja claro: el navegador, gracias a la IA, va a trascender la simple búsqueda o el chat. Se apuesta fuerte por la idea de que es el punto de partida para crear agentes que entienden nuestra intención y ejecutan acciones de principio a fin, sin que el usuario tenga que perderse entre pestañas, scripts o interminables flujos de permisos. Y esta compañía ya está probando Comet, uno de los primeros navegadores construidos desde cero para convertirse en un auténtico agente digital, capaz de asumir tareas complejas de forma autónoma y transparente.

La idea es tan sencilla como avanza: ofrecer la posibilidad de pedir al navegador, con tus propias palabras, que revise tu correo, extraiga los datos relevantes para un informe y te los presente ordenados, sin mover un dedo ni instalar extensiones adicionales. Sin duda, algo tan rompedor como útil.
De las extensiones a las habilidades de IA
Hasta ahora, quien deseaba ir más allá de la navegación básica recurría a extensiones o complementos de terceros. El problema aquí es su rigidez y, sobre todo, en los riesgos de seguridad y privacidad. Es habitual que las extensiones requieran acceso a los datos, lo que puede desembocar en riesgos por malware -o fugas de información causados por estas herramientas-.
En contraste, la nueva generación de navegadores apuesta por las habilidades: pequeñas funciones personalizables que cualquier usuario puede crear simplemente describiendo lo que necesita, sin programar ni preocuparse por lenguajes técnicos. El proceso es tan sencillo como escribir: “Quiero que, cuando seleccione un texto, busques todas las menciones sobre el tema en medios fiables y luego hagas un resumen cronológico”. El navegador ejecuta la acción, responde en lenguaje claro y permite refinar los resultados, todo sin salir de la pestaña y sin tener que fiarse de terceros desconocidos.
Además, cada habilidad es transparente, personalizable y reutilizable. Y lo mejor: la seguridad está en manos del usuario, que puede consultar cómo funciona cada una en lenguaje natural y ajustar los permisos de manera granular, algo impensable con la mayoría de extensiones tradicionales.
Agentes inteligentes: la antesala del futuro
Los llamados agentes de navegador apunta a ir incluso más allá. Herramientas como Operator (de Opera), Comet, ChatGPT Agent o la propia Gemini de Google permiten tanto ejecutar acciones dentro de una web como encadenar tareas complejas entre diferentes servicios -revisar tu correo, organizar tu calendario, hacer reservas o incluso manejar varias cuentas sociales, todo desde una misma interfaz y mediante comandos en lenguaje natural-.
¿Dónde está el límite? Teniendo en cuenta que ahora se pueden crear agentes personalizados (GPTs en el ecosistema de OpenAI, Gems en Gemini) que ejecutan tareas específicas a medida, adaptándose a las rutinas de cada usuario… no se ve claramente uno cercano. La portabilidad entre móvil y escritorio, la capacidad multitarea y la seguridad refuerzan la propuesta de valor de estos agentes frente al antiguo paradigma de las extensiones.

¿El final de las extensiones?
Es muy posible. Evidentemente, no desaparecerán de la noche a la mañana, pero es evidente que las extensiones pierden sentido frente a un navegador que entiende y ejecuta órdenes, que aprende con el uso y que pone las herramientas en manos del usuario medio, sin que tenga que saber programar ni exponerse a riesgos innecesarios. Navegar deja de ser un ejercicio estático para convertirse en una experiencia dinámica, personalizada y proactiva.
Las barreras económicas (muchas funciones avanzadas aún requieren suscripción), la confianza y la curva de aprendizaje aún existen, pero la tendencia del uso de la IA en los navegadores es imparable. Estos han iniciado su metamorfosis: se ven a convertir en auténticos asistentes digitales, y la IA promete convertir a este software en incluso más importante en el día a día de los usuarios… algo que parecía imposible.

