El problema de expectativas con las pensiones de los jóvenes
La incorporación de los jóvenes actuales al mercado laboral está siendo más tardía que las anteriores generaciones


La incorporación de los jóvenes actuales al mercado laboral está siendo más tardía que las anteriores generaciones. Los españoles entre 16 y 29 años dedican más tiempo a formarse que sus padres, empiezan a trabajar más tarde y, por tanto, tienen una carrera laboral más corta. Tienen una tasa de ocupación del 43,2%, unos 15 puntos inferior a la registrada justo antes de estallar la gran crisis financiera, en 2007.
Un estudio elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) y la Fundación BBVA ha analizado este fenómeno y concluye que para 2065 los jóvenes de hoy que solo hayan podido cotizar 30 años hasta entonces deberán retrasar su retiro hasta los 71 años para que la pensión a la que tengan derecho sea similar a la de su último salario. Algo que lograrían a los 65 años aquellos con 40 años de cotización a sus espaldas; y a los 68 quienes sumen 35 años de carrera laboral.
El análisis añade que con la última reforma de la Seguridad Social, los jóvenes actuales deberán aumentar sus cotizaciones sociales para recibir un pensión con una tasa de reemplazo –la relación entre la primera pensión y el último salario– dos puntos porcentuales más baja que la actual.
Más allá de las críticas que ha recibido el informe por cuestionar la orientación de la reforma de las pensiones, sí pone de relieve un problema de expectativas entre los trabajadores de menos edad. La última reforma de la Seguridad Social, que garantiza cierta generosidad para los jubilados actuales, está contribuyendo a incrementar la rivalidad entre generaciones, que no está tan justificada.
El estudio radiografía la compleja situación actual, con jóvenes que retrasan su incorporación al mercado laboral y que, cuando empiezan a trabajar, lo hacen en condiciones más precarias y con más dificultades añadidas para independizarse que sus padres o abuelos por el problema de acceso a la vivienda.
Se produce además un evidente empeoramiento de las perspectivas para los jóvenes. Parece haberse quebrado el paradigma de que los jóvenes de hoy vivirán mejor que sus padres. La mejora en las oportunidades laborales que experimentó la generación anterior a la crisis financiera se ha abortado. A pesar de los esfuerzos del Gobierno por mejorar las condiciones laborales y los sucesivos aumentos del SMI, lo cierto es que el ascensor laboral se ha atascado. Este escenario contribuye a alimentar el pesimismo de una generación que se enfrenta a un mundo con más incertidumbre y menos estabilidad. Y ayuda a entender el auge de algunos populismos.