Equilibrar los efectos del cambio climático en el crecimiento

Una trabajadora recoge uva durante una jornada de vendimia adelantada por las altas temperaturas en la bodega de Heretat de Cesilia en la Finca de las Alcaydias de Novelda (Alicante)MB (EFE)

Los efectos del cambio climático en la economía global se notan desde hace decenios y podrían recortar hasta en 2,1 billones al año el Producto Interior Bruto mundial, según un informe de la Universidad de Delaware publicado a pocos días de que la ONU inaugure su conferencia para recalibrar la respuesta conjunta ante este desafío. Según el estudio, el mundo se parte en dos de manera clara: los países del norte, la mayoría de ellos los más desarrollados, y los del sur, que son los que sufren de menor poder adquisitivo. Los primeros no sólo sufren los efectos del calentamiento global, sino que incluso salen ganando: Europa se ha beneficiado de un impulso de su PIB del 4,7% de media, mientras que el sur de África o el sudeste asiático pierden por encima de los dos dígitos. Sin embargo, el informe especifica que esta mejoría es sólo a corto plazo, mientras que la mayor suavidad de los inviernos mejore las cuentas norteñas. Pronto, los efectos empezarán a extenderse.

Gobiernos, líderes empresariales y de la sociedad civil se reúnen esta semana en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28) que se celebra en Dubai con suficientes evidencias como para mantener una conversación franca. Este año que está a punto de terminar será, con toda probabilidad, el más caluroso desde que existen registros. Los daños económicos empiezan a ser palpables ya en parte de Europa. En su encuesta sobre inversión de 2023, el Banco Europeo de Inversiones señala que dos de cada tres empresas europeas ya sufren daños y pérdidas por el cambio climático.

Resulta paradójico que, incluso en cuestiones esencialmente naturales, vuelvan a perder los de siempre, y que la moderación de las temperaturas esté beneficiando a economías ya de por sí más pudientes. No es de recibo que, ante una amenaza global, haya tan claros ganadores y perdedores, un escenario que aviva la necesidad de tomar conciencia del problema y buscar soluciones estructurales, en la convicción de que lo que es bueno hoy para unos pocos será malo para todos en breve. No caben decisiones cortoplacistas ni mirar para otro lado.

Acierta, por ejemplo, el Banco Central Europeo (BCE) cuando apuesta por incorporar el cambio climático en sus políticas de riesgo y en sus operaciones de política monetaria, al aterrizar una problemática a menudo demasiado nebulosa. La apuesta por las energías renovables, cuyo avance es tangible y esperanzador, debe continuar. Los Gobiernos ya contemplan duplicarlas en 2030, pero para combatir de veras la crisis climática será necesario triplicarla. Un análisis reciente del centro de estudios especializado Ember lo señala como una meta posible.

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