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El Reino Unido lucha por escapar de la ley de Goodhart

La disparada inmigración de los últimos años es un ejemplo del riesgo de intentar controlar medidas estadísticas

Hace 50 años, las autoridades estaban convencidas de que sabían cómo reducir la inflación. Milton Friedman y sus seguidores monetaristas habían ideado una solución sencilla, basada, por primera vez, en un riguroso análisis científico de los datos económicos pertinentes. Según ellos, bastaba con garantizar que la oferta monetaria creciera lentamente para controlar la inflación.

Al principio funcionó. Los bancos centrales controlaron el crecimiento monetario y la inflación descendió. Pero entonces la relación de confianza comenzó a fallar. La oferta monetaria se mantuvo contenida, ...

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Hace 50 años, las autoridades estaban convencidas de que sabían cómo reducir la inflación. Milton Friedman y sus seguidores monetaristas habían ideado una solución sencilla, basada, por primera vez, en un riguroso análisis científico de los datos económicos pertinentes. Según ellos, bastaba con garantizar que la oferta monetaria creciera lentamente para controlar la inflación.

Al principio funcionó. Los bancos centrales controlaron el crecimiento monetario y la inflación descendió. Pero entonces la relación de confianza comenzó a fallar. La oferta monetaria se mantuvo contenida, pero la inflación volvió a dispararse.

El economista británico Charles Goodhart identificó lo que había fallado. La relación entre la oferta monetaria y la inflación se habría mantenido estable, siempre y cuando los responsables políticos dejaran la oferta monetaria a su aire. Sin embargo, una vez que la declararon como palanca política, los bancos cambiaron su comportamiento. Las entidades se apresuraron a improvisar fuentes alternativas de liquidez que no se reflejaban en la oferta monetaria medida, incluso cuando los bancos centrales seguían haciendo todo lo posible por contenerla. El objetivo se había burlado. El vínculo entre el dinero y la inflación se rompió.

Goodhart señaló que este resultado perverso reflejaba una regla general. “Cualquier regularidad estadística observada”, dijo, “tiende a colapsar una vez que se ejerce presión sobre ella con fines de control”.

Para los bancos centrales, la ley de Goodhart se convirtió en un lema que advertía del peligro de confiar en normas de actuación basadas en datos para gestionar el complicado asunto de la realidad. Hoy en día, esos mismos peligros están causando estragos en una gama mucho más amplia de políticas gubernamentales. Dos ejemplos recientes muy sonados del Reino Unido sirven para demostrarlo.

Inmigración

El primero es la inmigración. La libre circulación de personas entre la UE y Gran Bretaña llegó a su fin el 31 de diciembre de 2020. A partir de entonces, los líderes electos de Gran Bretaña se hicieron cargo en exclusiva de la situación, y el fin de una década políticamente corrosiva de promesas incumplidas para reducir el número de recién llegados parecía finalmente estar al alcance de la mano. El recién elegido primer ministro Boris Johnson se lanzó con entusiasmo a la tarea. El 1 de enero de 2021 introdujo un nuevo sistema “basado en puntos” diseñado especialmente para controlar la inmigración.

Sin embargo, lejos de disminuir, las cifras se dispararon hasta alcanzar un nuevo máximo histórico. La inmigración neta media anual en los cuatro años posteriores al cambio se triplicó con respecto a la década anterior, pasando de 209.000 a 662.000. A finales de 2024, uno de cada 25 residentes en el Reino Unido había llegado en los cuatro años transcurridos desde la introducción del nuevo sistema. La brecha entre el objetivo del modelo y su resultado trastornó la escena política británica. Según la empresa de sondeos YouGov, los votantes británicos afirman ahora que la inmigración es el problema más importante al que se enfrenta el Reino Unido, y el partido antinmigración Reform UK, fundado hace menos de cinco años, es el favorito para ganar las elecciones generales.

La causa fundamental de este histórico fracaso político fue que la nueva política, basada en datos, resultó ser muy fácil de manipular. El sistema de puntos presentaba un objetivo convenientemente visible. De la noche a la mañana surgió una industria dinámica dedicada a alcanzarlo. Como resultado, los ajustes meticulosamente diseñados del sistema se desincronizaron rápidamente.

La industria de la asistencia social ilustra lo que ocurrió. Debido a su mayor necesidad de mano de obra inmigrante, los criterios para los visados del sector asistencial eran más laxos que para otros trabajos. No obstante, al calibrarlos cuidadosamente en función de las tendencias históricas, el Gobierno prevé solo 6.000 solicitudes aceptadas al año.

En cambio, entre 2019 y 2023, el número de empresas de asistencia registradas para patrocinar visados se disparó en más de un 200%. Al tiempo, muchos inmigrantes con visados relacionados con la asistencia trabajaron en el sector solo durante unos meses, antes de pasar a otros empleos. Casi 680.000 cuidadores y sus dependientes fueron admitidos entre 2021 y 2024, 20 veces más de lo previsto por el Gobierno. La vía del sector asistencial se convirtió en un atajo para eludir los nuevos umbrales impuestos en otros ámbitos. La nueva política de inmigración británica se había topado con la ley de Goodhart.

Sanidad

El mismo mecanismo explica otro de los retos políticos más destacados del Reino Unido: el aumento imprevisto de la factura de las prestaciones por enfermedad.

La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria del Reino Unido (OBR, por sus siglas en inglés) ha expuesto la magnitud de este problema en un par de informes recientes. Entre la década anterior a 2020 y los cuatro años posteriores, se duplicó la afluencia media trimestral de nuevos solicitantes de prestaciones por incapacidad, pasando de 61.000 a 121.000. Esto supuso una carga adicional para las finanzas públicas a escala macroeconómica. Para 2023, los 440.000 adultos en edad de trabajar inactivos por motivos de salud habían añadido colectivamente 0,6 puntos porcentuales al déficit presupuestario del país. Si la tendencia continuara, aumentaría la ya abrumadora deuda pública del Reino Unido en otros 6,4 puntos porcentuales del PIB para 2027-28.

Una vez más, el principal culpable es un sistema basado en puntos que es vulnerable a ser manipulado. La OBR descubrió que la proporción de solicitudes de prestaciones que cumplen las condiciones para acceder a ellas ha aumentado rápidamente en los últimos años, pese a que las encuestas muestran que muchas enfermedades están en constante descenso. Si la tasa de éxito se hubiera mantenido estable, concluyó la OBR, el aumento del número de solicitudes aprobadas entre 2017 y 2022 habría sido tan solo la mitad del número real. Es difícil escapar a la conclusión de que la ley de Goodhart ha vuelto a actuar.

El incumplimiento de las promesas políticas por parte de los líderes electos es el principal combustible del incendio populista que ha arrasado las democracias liberales en la última década. En esta era, tan intensamente polarizada, es tentador culpar a la incompetencia, la mala fe o incluso al enemigo interno.

La lección de la Ley de Goodhart es que el verdadero culpable puede ser más mundano: con demasiada frecuencia, la elaboración de políticas basadas en datos es la enfermedad para la que pretende ser la cura.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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