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Las ‘big tech’ reinventan los criterios de sostenibilidad desde EE UU

El nuevo marco de ESG no está exento de contradicciones, pero exige resultados concretos

En enero de 2020, como publicamos en estas páginas, los líderes de las grandes tecnológicas (conocidas como las big tech) concretaron su compromiso social y de ESG (siglas de Environmental, Social, y Governance, en inglés, que recogen toda una serie de criterios sociales y de sostenibilidad para medir a las empresas) en el Foro de Davos. En 2025, aquellos mismos ejecutivos –Apple, Google (Alphabet), Amazon, Meta, Microsoft, Nvidia, Oracle, AMD, etc.–, han reformulado las siglas ESG, tanto en su concepción como en la praxis. Son las empresas con mayor facturación y beneficios y las que i...

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En enero de 2020, como publicamos en estas páginas, los líderes de las grandes tecnológicas (conocidas como las big tech) concretaron su compromiso social y de ESG (siglas de Environmental, Social, y Governance, en inglés, que recogen toda una serie de criterios sociales y de sostenibilidad para medir a las empresas) en el Foro de Davos. En 2025, aquellos mismos ejecutivos –Apple, Google (Alphabet), Amazon, Meta, Microsoft, Nvidia, Oracle, AMD, etc.–, han reformulado las siglas ESG, tanto en su concepción como en la praxis. Son las empresas con mayor facturación y beneficios y las que impulsan la digitalización y la inteligencia artificial: su forma de entender y aplicar el compromiso social es –hoy, como hace un lustro– el patrón que siguen miles de empresas de los ecosistemas tecnológicos y, en Estados Unidos, las más grandes compañías de todos los sectores.

El foco de la nueva ESG consiste en ocuparse de las preocupaciones reales de las personas, pymes y autónomos, es decir, atender de manera tangible los problemas de la sociedad. Parece sencillo, incluso, naíf. Pero es lo más difícil de lograr, porque esta concreción del compromiso social empresarial escucha a una sociedad que exige pasar a la acción.

Las nuevas tendencias sociales, económicas, tecnológicas y geopolíticas del último lustro, han despertado a una sociedad, que hoy se manifiesta a favor del acceso a la vivienda, mayores oportunidades para los jóvenes, mejoras en la sanidad y la educación, en Occidente. La pandemia del COVID fue el primer aldabonazo. Las guerras en el Este de Europa y Oriente Próximo han puesto la seguridad y la defensa en primer plano.

La población general ya no asiste impasible ante el sufrimiento humano, por lejos que esté geográficamente: las hambrunas y las guerras están en la palma de la mano, gracias al smartphone. Nunca, en la historia de la humanidad, las personas han estado más conectadas que hoy, gracias a internet, cloud, la inteligencia artificial, las redes sociales y, como subraya Lisa Su (AMD), “al poder de la computación”.

La geopolítica, antes reservada a las páginas de la sección de internacional de los periódicos, hoy afecta la vida de las personas, de manera parecida a como lo hizo la Guerra Fría entre EE UU y la URSS. Obvio: hay bloques mundiales enfrentados: Occidente y sus democracias, versus países con regímenes totalitarios como China y Corea del Norte y otros autoritarios, como Rusia e Irán. De este enfrentamiento se han derivado guerras comerciales y digitales entre China y Estados Unidos, que condicionan al resto del mundo.

Hay desconfianza hacia las instituciones. Los sucesivos cambios de gobierno en Francia son… síntomas. La largueza con que Trump despacha la Guardia Nacional en los estados demócratas, también. Cuando menos, estos ejemplos – que son la punta del iceberg– generan incertidumbre en las poblaciones occidentales. En consecuencia, la sociedad pide un nuevo contrato social, donde las empresas sistémicas son fundamentales, porque tienen los recursos para ocuparse de los problemas reales de las personas. Los rankings de mejores empresas en ESG y sostenibilidad de Fortune, Forbes, Time y Bloomberg muestran que cientos de corporaciones estadounidenses, han reorientado sus compromisos de ESG debido a presiones sociales, económicas, regulatorias y políticas.

Del top 500 de mayores empresas de Estados Unidos, que han anunciado cambios en su ESG, están Amazon, Google (Alphabet), Meta, Apple, Microsoft, McDonald’s, Nike, Target, Walmart, Ford, John Deere, Tractor Supply, Lowe’s, Boeing, Deloitte, Accenture, IBM, Constellation Brands, UnitedHealth Group, Victoria Secret’s, Warner Bros. Discovery, The Walt Disney Company, Paramount, Bank of America, JPMorgan Chase, Morgan Stanley, Citigroup, Coca-Cola, PepsiCo, Harley-Davidson, BP, Shell, etc.

No es sólo una cuestión de cambio político y acercamiento de las corporaciones al nuevo poder: Los líderes de las frandes tecnológixas se han aproximado a Trump, le han apoyado públicamente y han reorientado sus programas ESG: Bill Gates y Satya Nadella (Microsoft), Tim Cook (Apple), Mark Zuckerberg (Meta), Lisa Su (AMD), Jensen Huang (NVIDIA), Sam Altman (OpenAI), Larry Ellison (Oracle), Marc Benioff (Salesforce), etc.

La reorientación de los criterios ESG viene motivada por varios factores, además del político: reposicionamiento de la ciudadanía en ámbitos de gran consumo; riesgos reputacionales que podrían afectar al negocio. La presión de accionistas institucionales, como BlackRock y Blackstone, que exigen “métricas y ROI” de los programas ESG de las empresas en que invierten. La desconexión entre marcas y expectativas de los consumidores, que afectan la cuenta de resultados. En definitiva, la búsqueda de pragmatismo y alineación de los ESG con el negocio.

Lo anterior no significa renunciar a la sostenibilidad y al ESG: el 82% de los líderes en sostenibilidad de Forbes (septiembre 2025) afirma: “los compromisos en sostenibilidad permanecen, pero con un nuevo foco”. Los pilares de la nueva sostenibilidad y de los criterios ESG son atender tangiblemente las demandas de la sociedad; aprehender las tendencias sociales; causar un impacto positivo y real en la población general; alinear los ESG con las nuevas tendencias tecnológicas de la digitalización, que influyen sobremanera en la concepción y programas de ESG y sostenibilidad. Especialmente, en lo referido al impacto de la inteligencia srtificial en la vida de las personas y el devenir de las empresas.

La influencia de la inteligencia artificial tiene muchas reverberaciones: en el mercado laboral, los empleados piden formación en capacidades digitales. Urge la necesidad de cerrar la brecha digital en población general, pymes y autónomos. También, en sostenibilidad y energía, con dos vertientes potencialmente enfrentadas, muestra el ranking Change the world de Fortune: la IA tiene que hacer más eficiente el consumo de energía, pero, al mismo tiempo, utiliza ingentes cantidades de energía eléctrica, que conduce a las tecnológicas a acudir a la energía nuclear.

Los nuevos criterios ESG no están exenta de contradicciones, pero exigen resultados concretos.

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