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La lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nestlé, Tesla y el cinismo corporativo

El exhibicionismo en el despido de Laurent Freixe y la desmesura en el bonus de Elon Musk cuestionan la transparencia y la cultura de empresa

El curso arranca con sorprendentes decisiones en multinacionales que son marcas muy reconocidas y se agarran a la transparencia y el gobierno corporativo para sustentar ejecuciones cuestionables. La suiza Nestlé, cuyos productos abundan en cualquier cocina, despidió el 1 de septiembre a su consejero delegado tras pillarle con un amorío inconfeso con una subordinada. Cuatro días después, el consejo de Tesla anunciaba que propondrá a los accionistas un bonus para Elon Musk de un billón de dólares (casi 900.000 millones de euros).

Son dos hechos aparentemente desconectados, pero que tienen muchos elementos en común, más allá de servir para constatar que el sexo y el dinero son los grandes combustibles que mueven a la especie humana. Quizás lo más interesante es constatar cómo los consejos de administración se apalancan en manidos principios corporativos, como la transparencia y el buen gobierno, para sostener decisiones que terminan en autolesión reputacional. Conviene no confundir transparencia con exhibicionismo; buen gobierno con ajuste de cuentas; o bonus estratosférico con dependencia y culto al líder.

El consejo de Nestlé dice en su comunicado que “la salida de Laurent Freixe se produce tras una investigación sobre una relación sentimental no revelada con una subordinada directa, la cual infringió el Código de Conducta Empresarial de Nestlé. En consonancia con las mejores prácticas de gobierno corporativo, el consejo de administración ordenó una investigación supervisada. Paul Bulcke, presidente, declaró: Esta fue una decisión necesaria. Los valores y la gobernanza de Nestlé son pilares sólidos de nuestra empresa. Agradezco a Laurent sus años de servicio en Nestlé”.

Seguramente Freixe hizo méritos para el despido. Hay muchos precedentes parecidos, como la salida del consejero delegado de la petrolera británica BP en 2023, pero pocos con tanta exhibición corporativa. La cuestión aquí no es la pertinencia de mandarle a casa, sino la publicidad. La sorpresa generada con la transparencia en mostrar su pecado ha llevado a posteriores indagaciones periodistas permitan sospechar que el consejo de Nestlé se quitó de en medio a Freixe por más razones que sus currículo sentimental.

La actuación de la compañía levanta preguntas que para algunos resultarán retóricas. ¿Ha sido honesto el consejo de administración de Nestlé? ¿Se han violentado el derecho a la intimidad de terceras personas (como la familia y amantes de Freixe)? ¿No hubiera sido mejor gestionar su salida sin exponer públicamente el caso? ¿Habría resultado más barato un pacto de la compañía y su consejero delegado? ¿Ha salido reforzada la reputación de Nestlé? La respuesta es que no sería extraño que hubiera accionistas que pidan responsabilidades al consejo por el manejo del Caso Freixe.

Parece ingenuo pensar que la transparencia ha sido el principio rector del consejo para exhibir el incumplimiento del código de conducta de su máximo ejecutivo, sin valorar el daño que se podían hacer. Si Nestlé quiere honestamente apostar por la transparencia, lo puede hacer en todos los órdenes, especialmente comunicando el impacto en la salud de sus productos. Esto sería mucho más útil para la sociedad conocer las consecuencias de comerse un bote de Fabada Litoral, una de sus marcas, que los devaneos de su consejero ejecutivo.

El caso del bonus de Elon Musk es una muestra más de la perversa simbiosis marca/líder, entre Tesla y su fundador. Musk es un utilitarista descreído, una versión moderna del Donald Trump del siglo pasado. No creen en nada, excepto en sí mismos; están dispuestos a retorcer hasta desdibujar cualquier norma, desde la Constitución al código mercantil. Aprovechan como nadie la ambición humana, singularmente la de abogados sin escrúpulos, y acostumbran a trabajar en el acantilado de la ley. Ocupan puestos de enorme poder, donde su capacidad de retar a la democracia capitalista puede llevar a que vuelen este sistema, el que mejor ha funcionado y más se ha copiado.

El consejo de Tesla propone que la compañía pague, dentro de una década, un megabonus a Elon Musk a cambio de dedicarse full time a la compañía, desarrollar el negocio del robotaxi (coches autónomos) y llevar el valor en Bolsa hasta 8,5 billones de dólares. Si Tesla logra los objetivos, Musk recibirá acciones equivalentes al 25% del capital de la compañía, porcentaje que él había manifestado querer para manejar el futuro de la emporesa.

Los hooligans del axioma “es el mercado amigo”, dirán que no hay nada que objetar, puesto que son los dueños los que aprobarán el pago al primer ejecutivo, y está ligado a la consecución de unas metas muy ambiciosas de las que se van a beneficiar todos los accionistas. Pero cualquier argumento razonable se puede desmoronar si elude la proporcionalidad. Como es el caso. Y no porque la cuantía sea una obvia desmesura, sino por la obscena atribución a una única persona del mérito en lograr los objetivos.

Esta propuesta del consejo choca, primero, con los precedentes judiciales, ya que un tribunal de Delaware ha cuestionado y parado el paquete de compensación de Musk de 2018, valorado en unos “modestos” 50.000 millones de dólares. Pero además, muestra una contrastada y reciente arbitrariedad. El segundo mandato de Trump arrancó con su matrimonio de intereses con Musk, lo que al principio supuso una fuerte revalorización de las acciones de Tesla, que alcanzó máximos históricos en diciembre del año pasado. Después, las actuaciones de la pareja al alcanzar la Casa Blanca acarrearon una dura caída de ventas de coches y del precio de las acciones, de las que aún no se ha rehecho.

Esta evolución, que sí es consecuencia única y exclusiva de una persona (Musk), no ha servido para que el consejo le aplique un malus, con despido e incautación de acciones. El consejo de Tesla lo domina absolutamente Musk, donde ha metido, entre otros, a su hermano Kimbal y a su amigo James Murdoch, gran perdedor en la guerra familiar en la sucesión de Rupert Murdoch al frente de su imperio mediático (Fox, Wall Street Journal o The Times). La propuesta y actuación del consejo de Tesla es otro exponente del culto al líder, algo que debería estar abolido en cualquier código de conducta y normas de gobierno corporativo. Ligar el presente y futuro de una empresa a una persona es ponerle fecha de defunción, la del amado líder. ¿Cómo es posible atribuir a una única persona el éxito de una empresa? ¿En qué lugar quedan el resto de los directivos y empleados?

La actuación de los consejos de Nestlé y Tesla conducen al cinismo corporativo, un sentimiento que lleva a los empleados a desconectarse de su empresa, de la que no se sienten parte porque les avergüenza. No sorprenderá ver a los trabajadores de Tesla al volante de un Ford y a los de Nestlé con productos Unilever.

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