Ecos de la Cumbre de OTAN y oportunidades que se abren para la industria de defensa
El desarrollo de un tejido sano no puede construirse alrededor de una única compañía

La reciente cumbre de la OTAN en La Haya ha dejado clara la determinación de incrementar la inversión en defensa, pero también en seguridad y resiliencia. En su declaración conjunta, los jefes de Estado y Gobierno allí reunidos establecen un doble objetivo: por una parte, destinar un 3,5% de su PIB al gasto en defensa y, por otra, disponer de un 1,5% adicional para, entre otras cosas, “proteger nuestras infraestructuras críticas, defender nuestras redes, asegurar la preparación y resiliencia de la sociedad civil, liberar el potencial de innovación y fortalecer nuestra base industrial de la defensa”.
Sin caer en el error de valorar si el 5% global es un objetivo excesivamente ambicioso, es indiscutible que los gobernantes de los países presentes en esta cumbre nos han lanzado varios mensajes que conviene particularizar desde el punto de vista español.
En primer lugar, es evidente que en los próximos años se incrementarán significativamente las adquisiciones de material de defensa. Incluso en un escenario en que la inversión se limitara al 2,1% del PIB, esto supone un aumento importantísimo de la demanda española en este sector, puesto que parece improbable que algunas de las partidas del gasto en defensa –por ejemplo, los costes de personal– se incrementen proporcionalmente al gasto total. Pasar del 1,28% del PIB de 2024 al 2,1% objetivo probablemente supondría casi triplicar las compras de sistemas de defensa en nuestro país.
Dado que nuestro país se ve obligado a contribuir al esfuerzo colectivo de los países de la Alianza para mejorar sus capacidades de defensa, debemos aprovechar la ocasión para mejorar nuestras capacidades tecnológicas e industriales y fortalecer a nuestras empresas en este sector, así como a otras que puedan venir de otros sectores y que puedan aportar valor, tal y como remarca la propia declaración. Esto creará riqueza, fomentará la innovación y permitirá beneficiarnos en otros sectores de las tecnologías desarrolladas. La industria nacional de defensa, por tanto, debe ser capaz de responder a esta necesidad de nuestro país, preparándose, ordenándose y estructurándose de manera adecuada. Pero el desarrollo en España de un tejido industrial sano y capaz de integrarse en las cadenas de suministro internacionales en el sector de la defensa para aprovechar la oportunidad que representa la actual coyuntura no puede construirse alrededor de una única compañía.
La figura de un tractor nacional es sin duda necesaria para ordenar el conjunto, dotarlo de sentido y estructurarlo de manera que puedan satisfacerse las necesidades domésticas. Pero también es preciso desarrollar alrededor de este tronco algunas ramas principales, subramas y hojas que, enfocadas en segmentos concretos, puedan no solo servir de apoyo a ese tractor, sino enlazar a nuestra industria con la de nuestros aliados. Al mismo tiempo, esta capilaridad sirve para detectar y proteger tecnologías críticas existentes en la industria nacional y en los centros tecnológicos y universitarios que, de otra forma, quedarían ignoradas o en riesgo.
En España, por tanto, podemos construir un campeón nacional arbóreo que sea nuestra industria adecuadamente ordenada y estructurada, cooperando de manera eficiente, y soportada por un tronco fuerte que fuera esa figura de tractor nacional. Este modelo combina las fortalezas de las compañías más grandes con las de las compañías tecnológicas más pequeñas, que aseguran innovación continuada de manera ágil y eficiente. No todo puede ni debe ser simplemente una cuestión de agregación de tamaño en la industria, puede haber aproximaciones basadas, aparte del tamaño, en la ordenación, coordinación y cooperación que serán claramente más eficientes y alineadas con las necesidades del mercado nacional y mundial.
Como únicas compañías cotizadas en la Bolsa española enfocadas a los sectores de defensa y seguridad, Amper e Indra cumplen con las condiciones necesarias para ser esas ramas principales, con subramas y hojas. La estrategia no pasa, necesariamente y en todos los casos, por la toma del 100% de participación en otras compañías y su integración, sino por un modelo grupal sustentado en la cooperación y coordinación capaz de abrir a compañías innovadoras, ágiles y flexibles el acceso a ventajas que les podemos aportar en financiación, internacionalización, industrialización y gestión empresarial.
La capacidad tecnológica y el conocimiento del mercado nos permite desempeñar el papel de dinero inteligente apalancando fondos que están acercándose recientemente al sector de defensa, para los cuales es una salida perfecta por combinarse bajo la misma figura un socio industrial y una empresa cotizada, aprovechando esta mayor capacidad financiera conjunta para maximizar inversiones de una manera ordenada y eficiente, en beneficio del desarrollo de la industria española de defensa.
Hay que destacar finalmente en la declaración de La Haya la importancia que allí se presta a la protección y la mejora de la resiliencia de las infraestructuras críticas. El reciente apagón eléctrico ha sido una dolorosa llamada de atención sobre la importancia que tiene asegurar ambas. Se abre, en este sentido, una oportunidad simultánea también a actores que, junto a la actividad de defensa, combinen e integren capacidades en energía y sostenibilidad, con especial foco en el desarrollo y suministro de sistemas y equipos de gestión para la generación, distribución y almacenamiento de energía eléctrica en entornos civiles y militares.
Enrique López es CEO de Amper.
