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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La guerra comercial de Trump no parece tener un final real

Las exageradas exigencias del presidente de EE UU auguran un mal futuro para cualquier acuerdo que se logre

La recompensa para los negociadores (desde Sudáfrica hasta Malasia) que trabajan para llegar a un acuerdo con la Casa Blanca: tres semanas más bajo presión. Este lunes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a extender su plazo para sellar acuerdos comerciales país por país, esta vez hasta el 1 de agosto. El anuncio se presentó como una amenaza, con cartas enviadas a un grupo de líderes mundiales declarando que sus exportaciones estarían sujetas a aranceles que oscilarían entre el 25% y el 40% el próximo mes. En efecto, un recordatorio de las amenazas arancelarias de Trump del llamado “día de la liberación”. Sus exigencias exageradas auguran un mal futuro para cualquier acuerdo que se logre.

Japón y Corea del Sur son ejemplos de sus advertencias. El anuncio comercial de Trump en abril fijó aranceles del 24% y el 25%, respectivamente, solo para ser retrasados ​​de cara a las negociaciones. Desde entonces, ha recriminado que Japón no compra suficiente arroz y coches estadounidenses. Sin embargo, la mitad del arroz libre de aranceles que Japón importa ya proviene de Estados Unidos. Mientras tanto, las exportaciones estadounidenses de arroz a todos los países representan unos escasos 2.000 millones de dólares, menos que los 13.000 millones de dólares que el turismo japonés aportó a la economía nacional en 2019, según el Departamento de Estado. Trump y su portavoz, Karoline Leavitt, siguen centrados en este único asunto.

Corea del Sur demuestra el coste de no satisfacer tales caprichos. El país selló un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos que entró en vigor en 2012. No hizo nada para evitar la ofensiva de hoy. Ahora, la agenda de Trump podría frenar los esfuerzos de los gigantes industriales coreanos por aumentar la producción en territorio estadounidense: los recientes recortes a los subsidios a los vehículos eléctricos podrían perjudicar a empresas como el fabricante de baterías SK On y el fabricante de automóviles Hyundai.

Las amenazas arancelarias contra países más pequeños son, particularmente, difíciles de entender. Consideremos, por ejemplo, Laos. Sus importaciones de bienes desde Estados Unidos ascendieron a 40 millones de dólares, frente a los 803 millones de dólares en exportaciones de bienes, en 2024. Esto es insignificante en el contexto del déficit comercial de bienes general de Estados Unidos, de 1,2 billones de dólares; sin embargo, la promesa de un arancel del 40% sobre sus exportaciones sería extremadamente significativa para la economía de Laos, de 16.000 millones de dólares.

Además, lo que cualquier país obtiene por alcanzar un “acuerdo” aún es nebuloso más allá de la reducción de tasas que nunca se han impuesto. Consideremos el caso de Vietnam, donde Trump anunció un acuerdo tentativo que establece un arancel del 20% y un impuesto diseñado para los productos que pasan por el país desde otros lugares. Los anuncios del lunes para Corea del Sur y Japón, donde no hay acuerdo, implican el mismo cargo por “transbordo” más una tasa base del 25%. Según la Casa Blanca, Vietnam incluso redujo sus aranceles sobre los productos estadounidenses a cero.

Mientras tanto, surgen nuevas preocupaciones, como la amenaza de un arancel adicional del 10% para los países BRICS (economías emergentes). No está claro si la guerra realmente terminará algún día. El mejor resultado para cualquier país podría ser el marco sellado con Reino Unido, que ha suavizado algunas barreras comerciales, pero poco más. Es una pequeña victoria ahora, sin depender de que Trump simplemente no cambie de opinión en el futuro.

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