España, en el saco de los activos refugio


Los inversores en deuda no tienen el gatillo fácil que marca, sobre todo en los últimos tiempos, la inversión en Bolsa. Pero cuando se mueven, tienen la contundencia de un martillo industrial. En España lo sabemos por la dolorosa experiencia de 2011 a 2012. Pero Donald Trump o Liz Truss pueden, también, explicar qué ocurrió cuando se toparon con estos inversores y sus carteras aparentemente infinitas.
Sobre el papel, muchos de los elementos definitorios del contexto mundial de este julio de 2025 deberían jugar en contra de la deuda de la periferia europea. En tiempos inestables, con un mundo que tiende a la fragmentación, los inversores se atrincheran en los activos de probada resistencia. Y, al menos de momento, la deuda española está en ese saco, una excelente noticia para la salud económica del país, de sus empresas y familias. La prima de riesgo está, exceptuando un breve periodo en diciembre de 2021 gracias a las compras de deuda del BCE, en niveles que no se conocían desde la crisis de deuda que en España empezó a estallar en 2010.
Los buenos números de la economía española, mejor preparada que entonces ante futuras las turbulencias, refuerzan una tendencia más amplia. En realidad, toda la periferia europea tiene otro carácter. La prima de riesgo italiana estaba hace no mucho por encima de los 300 puntos; hoy está por debajo de los 90. La deuda griega cotiza más barata que la francesa. Y Portugal se financia más barato que España.
En todo caso, si algo no cabe en este mercado es la complacencia. La deuda del Tesoro de Estados Unidos ha sido durante décadas la clave de bóveda de la arquitectura financiera mundial. Pero los inversores no mostraron piedad en el castigo a la deuda de Estados Unidos al hilo de los aranceles masivos decretados por Donald Trump el 2 de abril. Fueron capaces de mover uno de los mercados más líquidos del mundo. El mito de los bond vigilants se construye en jornadas como esas.
Buena parte de la ventaja financiera europea obedece a virtudes propias, pero otra parte es fruto de la comparación con unos Estados Unidos donde la incertidumbre se ha convertido en una forma de gobernar. Incluso el endeudamiento europeo no suena tan mal si, como parece, puede estimular ese crecimiento tan necesario en el continente. Ahora bien, el mercado nunca concede carta blanca. Los vigilantes de la deuda no han perdido potencia de fuego, y lo que hoy es trasvase de activos de EE UU a Europa puede, en un momento dado, convertirse en un contagio.