Hidrógeno verde, una alternativa real para la movilidad del futuro

Debemos afrontar el desafío de su impulso desde la neutralidad tecnológica y el apoyo a la innovación

Tanques de almacenamiento de hidrocarburos de la empresa Exolum en el puerto de Barcelona.Albert Garcia

La descarbonización es el gran desafío de nuestra economía, y las iniciativas para impulsarla crecen cada año en todos los sectores económicos. Sin embargo, las energías renovables centradas en la generación eléctrica pueden no ser suficientes para satisfacer todas las necesidades de descarbonización. Sectores como la gran industria, el transporte pesado y la aviación no lograrán sus objetivos gracias a la electrificación: es fundamental seguir innovando para desarrollar nuevas fuentes de energía limpias y combinarlas con energías de transición como los biocombustibles o los combustibles sintéticos.

Aquí es donde entra en juego el hidrógeno, y especialmente el hidrógeno verde. El hidrógeno lleva tiempo recibiendo una elevada atención mediática aunque en los últimos tiempos parece que se está desinflando el interés por este vector energético. Sin embargo, el potencial del hidrógeno verde en la transición hacia una economía descarbonizada es enorme y sigue siendo una solución prometedora para el futuro.

Entonces, ¿por qué los proyectos en torno al hidrógeno verde no acaban de materializarse? Los grandes desafíos de esta tecnología hasta ahora han sido su elevado coste de producción, su distribución y almacenamiento, y la falta de demanda. En este sentido, la situación es provocada por el diferencial de coste con las alternativas fósiles, la falta de desarrollo tecnológico y la incapacidad de acceder de forma económica, continua y fiable al suministro de hidrógeno (H2). El papel de las infraestructuras se erige aquí como fundamental para el desarrollo de una economía del hidrógeno que tenga posibilidades de alcanzar la madurez.

De hecho, recientemente se ha demostrado que las moléculas de hidrógeno sí pueden integrarse con relativa facilidad en líquidos orgánicos portadores de hidrógeno (LOHC, por sus siglas en inglés). Estos líquidos portadores permiten transportar hidrógeno de manera segura y eficiente utilizando las redes de oleoductos existentes, lo que abre nuevas posibilidades para la logística y distribución del hidrógeno verde, facilitando su adopción y uso en diversos sectores, incluyendo la movilidad y la industria pesada.

Mediante este sistema, el hidrógeno también puede almacenarse en los depósitos inicialmente diseñados para albergar hidrocarburos. Esto mejora su potencial logístico, acercando los puntos de suministro a los de consumo y haciendo viable su uso en el ámbito de la movilidad.

Los primeros vehículos y camiones con pila de hidrógeno ya circulan por las carreteras españolas teniendo estos últimos una autonomía y una facilidad de recarga mucho mayor que la de sus equivalentes eléctricos. El hidrógeno verde, por tanto, se presenta como una solución viable y eficiente para la movilidad, especialmente en el transporte pesado, donde la electrificación completa aún afronta desafíos significativos.

Cada consumidor deberá evaluar cuál es la mejor solución en función de sus necesidades y de los contextos específicos, pero el hidrógeno ofrece motivos para el optimismo. Que la tecnología nos esté permitiendo hacer del hidrógeno la alternativa energética verde, es todo un avance para el transporte pesado y, por tanto, para la sociedad y la forma en la que favorecemos la movilidad de las personas y las mercancías.

Y, ante la certeza de que no todo el hidrógeno va a producirse por electrólisis con fuentes renovables garantizadas en el corto plazo, conviene ver otras versiones como una opción transitoria mientras se consolida la producción a gran escala de su alternativa más sostenible. Del mismo modo que hemos apostado por la electrificación de la movilidad ligera sin atender necesariamente al color de la energía eléctrica con que se recargan los vehículos, y siguiendo el viejo adagio de que lo mejor es enemigo de lo bueno, es razonable abogar por un daltonismo temporal que priorice la implementación del hidrógeno en los procesos y el desarrollo de modelos productivos, pilas e infraestructuras para empezar a reducir las emisiones mientras crece el uso de tecnologías renovables en su producción.

Ninguno de los caminos hacia la neutralidad de carbono es sencillo ni rápido. El hidrógeno necesita tiempo e inversión en I+D para mejorar su eficiencia, adaptarse a más procesos industriales y garantizar la estabilidad de su suministro. Sin embargo, si las autoridades promueven y defienden el principio de neutralidad tecnológica y apoyan su desarrollo, el elemento más abundante del universo podría convertirse en la clave para un consumo de energía más seguro y sostenible en las próximas décadas.

Nacho Casajús es director de estrategia global de Exolum.

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