Hoja de ruta para la segunda presidencia de Trump

Los banqueros de Wall Street y los líderes de las grandes tecnológicas están a partir un piñón con el presidente electo

Donald Trump, en su primer mandato como presidente de EE UU, impone la Medalla Presidencial de la Libertad al economista Arthur Laffer, asesor de Ronald Reagan, en 2019 en Washington.Win McNamee (Getty Images)

Trump hereda una economía en mejor estado que la que –el recién fallecido– Jimmy Carter dejó a Ronald Reagan en 1980. El Producto Interior Bruto de Estados Unidos cerró la presidencia de Carter en un -0,3% y la tasa de paro, en el 7,5%. Por contraste, la economía que Biden pasará a Trump el día 20 –cuando el nuevo presidente tome posesión– crece un 2,8%, con una tasa de paro del 4,1%, o pleno empleo. Puesto que la economía fue la principal motivación del voto en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, es lógico que la economía ocupe el primer lugar en estos días previos al inicio de la segunda presidencia de Trump. El republicano basó su campaña electoral en estimular el crecimiento económico, reducir la inflación, bajar precios y tipos de interés, imponer aranceles a propios y extraños (aliados y enemigos), bajadas de impuestos y nueva política energética, combinando energías renovables con petróleo y gas, su famoso “drill, baby, drill” (perfora, nena, perfora).

La comparación entre Reagan y Trump es oportuna. Reagan utilizó dos lemas en la campaña electoral de 1980: “Peace ­through strength”, paz mediante la fuerza, y “Are you better-off today than you were four years ago?”, ¿está ud. mejor ahora que hace cuatro años? Trump usó estos mensajes de Reagan, de quien se conoce menos el objetivo que presentó en su discurso de aceptación en la Convención Republicana de 1980: “Make America Great Again!”, hoy asociada a Trump por su acrónimo, MAGA, pero originalmente reaganita. El demócrata Bill Clinton usó repetidas veces esa misma expresión en su campaña electoral de 1992, en varios discursos del Estado de la Unión y, en 2008, en un anunció apoyando la candidatura presidencial de su esposa, Hillary.

MAGA no es, por tanto, nuevo ni invención de Trump. La novedad consistirá en si consigue cumplir sus promesas electorales en materia económica. No será fácil, porque Trump prometió demasiadas cosas. Por ejemplo, la reindustrialización de los estados del Rust Belt (Cinturón de óxido), cuyas fábricas emigraron a China y países del sudeste asiático, con la globalización de los años 90 y 2000. Aranceles es, para Trump, la panacea de todos los problemas, además de ser su palabra favorita del diccionario. Aunque, como le advirtieron 16 premios Nobel de Economía en 2024, la imposición de aranceles generalizados a países amigos (20% a los productos importados de la Unión Europea) y enemigos (hasta 60% a los de China) podría tener el efecto opuesto del que Trump quiere conseguir: espolear la inflación en vez de reducirla.

El importador americano tiene que repercutir en el precio final del producto al consumidor el incremento de costes que suponen los aranceles, encareciéndolos. A esto, habría que sumar la respuesta retributiva de Europa y China, con aranceles a EE UU. Sería un círculo vicioso arancelario y continuaría la guerra comercial con China que Trump inició en 2017, prosiguió Biden y retoma de nuevo Trump ahora. Ninguna guerra es buena: las comerciales, tampoco.

Para hacer realidad su agenda, Trump necesita tener equipo. La semana previa a la toma de posesión, los candidatos al Gabinete del republicano habrán de pasar el filtro del Senado. En esto, el presidente electo está siendo más eficaz que en 2016, a pesar de las dudas razonables que algunos candidatos despiertan en senadores y expertos. El Partido Republicano controla las dos Cámaras: la Cámara de Representantes por exigua mayoría y el Senado por una mínima mayoría absoluta. Habiendo ganado el voto popular y el Colegio Electoral, y con un Tribunal Supremo conservador, Trump se siente legitimado para imponer sus deseos: Mike Johnson fue reelegido presidente de la Cámara de Representantes, por presión de Trump, a pesar de la resistencia de algunos congresistas republicanos. Igualmente, candidatos (polémicos) al Gobierno, como Pete Hegseth (Defensa), Tulsi Gabbard (Inteligencia Nacional); Robert F. Kennedy, Jr. (Sanidad), Pam Bondi (Justicia), etc., posiblemente pasarán el filtro con mayor o menor dificultad. Otros, del establishment, como Marco Rubio (Exteriores) lo tendrán más fácil para ser elegidos.

Trump tiene otros activos a su favor: la América corporativa está de su parte. Los banqueros de Wall Street y los líderes de las big tech están a partir un piñón con Trump: Jeff Bezos (Amazon); Mark Zuckerberg (Meta); Sundar Pichai (Google); Bill Gates y Satya Nadella (Gates Foundation y Microsoft, respectivamente); Marc Benioff (Salesforce); Larry Ellison (Oracle), Tim Cook (Apple) o Jensen Huang (Nvidia) cenan con Trump en su “Casa Blanca de invierno, Mar-a-Lago” (como él la llama) y exploran oportunidades de colaborar en inteligencia artificial o la carrera espacial, o en desmontar las políticas woke y DEI (diversidad, equidad, inclusión) de Biden. Los presidentes de los grandes bancos norteamericanos están haciendo otro tanto. Mención aparte merece Elon Musk, porque dirigirá un departamento nuevo (DOGE) cuya finalidad es reducir costes en la administración federal.

EE UU es primera potencia mundial gracias a su economía, sin la cual no hay ejércitos que valgan. La guerra fría con China y sus aliados (Rusia, Irán, Corea del Norte); finalizar la guerra en Oriente Próximo, alineando al 100% EE UU con Israel; terminar la guerra ruso-ucraniana, imponiendo una paz onerosa para Kiev; relaciones internacionales basadas en negociaciones individuales, en detrimento de las organizaciones internacionales, reflejo de un mundo multipolar: todo esto será la nueva realidad. Trump obligará a las naciones miembro de esas organizaciones (OTAN, Banco Mundial, FMI, etc.) a financiar la parte alícuota que les corresponde, a riesgo de quedarse al margen del nuevo orden mundial que Trump quiere forjar.

La primera víctima de Trump ha sido Justin Trudeau, primer ministro de Canadá. En México están que tiemblan. No solo por los aranceles, sino por el elefante en la sala: la inmigración.

Jorge Díaz-Cardiel es socio director de Advice Strategic Consultants y autor de ‘Trump, año uno’ y ‘Trump, año de trueno y complacencia’



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