Fabricantes y gobiernos, ante un año decisivo para el automóvil

El año que entra no es solo una auténtica prueba de fuego para las administraciones, sino también para los fabricantes

Fábrica de Volskwagen en Wolfsburgo.CLEMENS BILAN (EFE)

La industria del automóvil afronta un año 2025 decisivo. Desde luego, lo hace desde el punto de vista regulatorio, con la entrada en vigor de la nueva normativa de emisiones, que fija un límite promedio para los vehículos nuevos. Más allá de cómo termine por aplicarse, se trata de una restricción relevante, en tanto no puede cumplirse si no se aumenta radicalmente el número de eléctricos en el mix en las líneas de producción. El plan B, mucho peor, pasaría por ajustar la fabricación de coches de combustión para cumplir con esas limitaciones y cuadrar las cifras. Es fácil intuir que este planteamiento terminaría por repercutir en las fábricas y en los empleos, un golpe que se sumaría a la dura crisis ya abierta en las factorías y escenificada en 2024, incluso en grupos históricos de la todopoderosa industria alemana. Las milmillonarias multas que recaerían sobre las marcas serían un lastre más para un sector que malvive en competencia encarnizada con China.

El Gobierno español ha prorrogado in extremis las ayudas a los coches eléctricos y las deducciones vía IRPF. Sin embargo, ha quedado ya claro que las medidas, aunque necesarias y bien intencionadas, quedan lejos de la dimensión del desafío. Al menos así lo reflejan las ventas, al punto de dar la razón a los fabricantes cuando reclaman, al menos, subvenciones directas a la adquisición. No es de recibo que el usuario deba esperar entre uno y dos años de media para recibir los fondos. No sería un mal salvavidas un plan de incentivos a nivel europeo como el propuesto por el primer ministro alemán, Olaf Scholz, si bien su cita con las urnas el próximo 23 de febrero no invitan a tenerle demasiada fe. Movimientos comunitarios recientes, como los aranceles extra a los vehículos eléctricos producidos China, han terminado teniendo un inquietante efecto búmeran para los propios fabricantes europeos, que también los encaran por modelos producidos en el país asiático. Razón de más para actuar con extraordinario consenso y cautela.

El año que entra no es solo una auténtica prueba de fuego para las administraciones, sino también para los fabricantes. No en vano, está previsto que el año que viene y 2026 traigan nuevos modelos más económicos, con vehículos de grandes marcas por debajo de los 25.000 euros sin contar ayudas. Se trata de una tendencia clave para que las clases medias puedan pensar en adquirir una modalidad de vehículo que ahora, a menudo, queda fuera de su alcance. El desarrollo de los puntos de recarga debería acompasarse a ese desarrollo. Se echa de menos una hoja de ruta compartida.

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