El Starlink bajo en calorías europeo es un digno segundón
El beneficio de tener una infraestructura que no dependa de Musk no puede medirse solo por lo financiero
En la actualidad, casi 11.000 satélites en funcionamiento orbitan la Tierra. Más del 60% son propiedad de Starlink, la rama de telecomunicaciones de Space X, la empresa de Elon Musk valorada en más de 200.000 millones de dólares (190.000 millones de euros, al cambio actual). Una nueva iniciativa respaldada por la Unión Europea para convertir al bloque en un actor en el suministro de internet desde el espacio no cambiará esta situación, pero eso no significa que sea una pérdida de tiempo.
La mayoría de la gente sigue accediendo a internet a través de cables subterráneos y torres de telefonía móvil. Pero aunque las comunicaciones por satélite solo representan un pequeño porcentaje del mercado mundial de las telecomunicaciones –menos del 2%, según el banco de inversión Bryan Garnier– cada vez es más importante para conectar zonas remotas o inaccesibles. Ucrania ha utilizado terminales Starlink para mantener online a sus militares, hospitales y empresas durante la guerra con Rusia. En nombre de la “soberanía digital”, la Comisión Europea concedió el mes pasado a un grupo de empresas nacionales un contrato de al menos 6.000 millones de euros para construir la constelación de satélites IRIS².
Como en la mayoría de las comparaciones entre la Europa de crecimiento lento y Estados Unidos, la distancia entre IRIS2 y la empresa privada de Musk, Space X –que no lanzó sus primeros satélites hasta 2019– roza lo vergonzoso. El esfuerzo europeo solo contará con 290 satélites y no estará operativo hasta la década de 2030. Y, a diferencia de Space X, el conjunto de empresas y agencias que forman el consorcio europeo –incluidas la francesa Eutelsat, la luxemburguesa SES y la española Hispasat, además de Airbus y la Agencia Espacial Europea– parece decididamente infradotado.
Las acciones de Eutelsat (1.800 millones de euros) y SES (1.500 millones de euros) se han desplomado un 75% en los últimos cinco años, al disminuir la demanda de productos tradicionales como la televisión por satélite. Este año, SES se ha endeudado considerablemente para financiar la compra de Intelsat, su rival estadounidense, por 3.000 millones de dólares (2.850 millones de euros). El año pasado, las tres principales agencias de calificación crediticia rebajaron la calificación de la deuda de Eutelsat a “basura” tras los retrasos en el despliegue de la infraestructura terrestre de satélites de OneWeb, la empresa británica que adquirió en 2023.
La buena noticia de IRIS² es que generará al menos algunos ingresos: las instituciones de la Unión Europea lo utilizarán por motivos de seguridad de los datos, y Bruselas ha prometido 2.400 millones de euros en fondos públicos. Más concretamente, el beneficio de disponer de una infraestructura de internet desde el espacio que no dependa de Musk no puede medirse únicamente en términos financieros.
Dicho esto, la rentabilidad sigue siendo importante. Aunque el consejero delegado de SES, Adel Al-Saleh, aseguró recientemente a los analistas que los ingresos de IRIS² le permitirían mantener su calificación crediticia de grado de inversión, el proyecto se enfrenta a una lucha por conseguir clientes que no necesitan utilizar sus servicios. Además de Starlink, la constelación del Proyecto Kuiper de Amazon pondrá en órbita otros 3.000 satélites estadounidenses.
Guillaume Faury, consejero delegado de Airbus, una empresa de 110.000 millones de euros que suministra componentes, pero no capital para IRIS², ha instado a los actores espaciales europeos a seguir concentrándose. Airbus, después de todo, es un ejemplo de empresa conjunta europea que se ha convertido en una potencia mundial. El problema para los alcistas de los satélites de la UE es que eso llevó décadas.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías