Trump 2.0 alcanza velocidad de vértigo en su apuesta por la lealtad
Con el republicano, sin embargo, no está claro que hayan mejorado las opciones de durar en los cargos
En una entrevista de campaña con el podcaster Joe Rogan el mes pasado, Donald Trump hizo una rara admisión de falibilidad. Al formar su equipo para el primer mandato, el ex y futuro presidente había “elegido a algunas personas que no debería haber elegido”. El Gabinete que está reuniendo rápidamente esta vez redobla la apuesta por la lealtad personal. Menos claro está si eso mejora las posibilidades de los designados de sobrevivir en el puesto.
La rotación durante los primeros cuatro años de Trump en el cargo empequeñeció la de otras Administraciones modernas. Titanes empresariales como el exdirectivo de Goldman Sachs Gary Cohn, que fue uno de sus principales asesores económicos, y el ex-CEO de Exxon Rex Tillerson, al que Trump nombró secretario de Estado, abandonaron el cargo con acritud tras poco más de un año.
Esta vez, los jefes que compiten por los puestos más altos están más de acuerdo con la agenda del expresentador de telerrealidad. Entre los candidatos a secretario del Tesoro, el inversor Scott Bessent es partidario de la desregulación, los recortes fiscales y los aranceles. Jay Clayton, a quien probablemente se considere para un alto cargo económico, fue presidente de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) durante el primer mandato del republicano. Tiene experiencia en China, incluido su trabajo como abogado en la OPV de 2014 de Alibaba.
Esas experiencias podrían ser valiosas para mejorar las opiniones de otros halcones con China que podrían entrar en la Administración. Entre ellos está el senador por Florida Marco Rubio, a quien se espera que Trump elija como secretario de Estado. Mientras, el equipo de Trump aborda la cuestión de qué hacer con Elon Musk, convirtiéndolo en un glorificado consultor de la Oficina de Gestión y Presupuesto, en busca de gastos que recortar.
Puede que el presidente electo afronte menos obstáculos para esta toma de posesión del Gobierno a toda velocidad, pero siguen existiendo. Instó a los tres republicanos que se postulan para liderar la mayoría del Senado a respaldar el uso de los nombramientos de receso, en los que un presidente puede nombrar personal para puestos políticos sin una votación del Senado. Será difícil cambiar las normas sin la aquiescencia de los demócratas, y el plan ha suscitado cierto rechazo entre los republicanos.
Un puñado de senadores republicanos recalcitrantes también podría condenar al elegido por Trump para el Departamento de Defensa, el presentador de Fox News Pete Hegseth, que carece de cualificaciones formales para el cargo. Trump probablemente tendría que sortear el proceso de confirmación para colocar a aliados como Robert F. Kennedy Jr., un escéptico de las vacunas, en un puesto de política sanitaria.
También hay cargos que Trump no puede ocupar desde el primer día, y personas a las que no puede despedir. El presidente de la Fed, Jerome Powell, dejó claro la semana pasada que no dimitirá si se lo pide Trump, y que la ley no permite al presidente destituirlo antes de que termine su mandato en 2026.
Aun así, el rápido despliegue de personal clave hasta ahora es un marcado contraste con el proceso al estilo El aprendiz que siguió a la victoria de Trump en 2016, cuando invitó a los candidatos a su club de golf a la vista de las cámaras. La lealtad, la eficiencia y la rapidez son el nombre del juego hasta ahora... pero, con Trump, es una pregunta abierta cuánto tiempo puede durar.
El conflicto de Musk
Musk ha llegado. Tesla se ha revalorizado un 30% en Bolsa desde la victoria de Trump. El empresario le apoyó hasta el final, y su vasta red de intereses empresariales se solapa –preocupantemente– con su nuevo papel político. El riesgo inverso es que esto le pone en la línea de fuego no solo de la guerra comercial, sino de los caprichos impredecibles de los líderes.
El extenso imperio de Musk le dotó de dos municiones que lo han colocado rápidamente como una persona clave en el rincón de Trump. Con un patrimonio neto de más de 280.000 millones de dólares, según Forbes, enriqueció la campaña de Trump con donaciones. También tiene púlpito: tras la adquisición de Twitter, ahora X, en 2022, restableció la cuenta de Trump, anuló las políticas de moderación que cambiaron el ambiente político del sitio y transmitió un apoyo incesante a sus propios seguidores. A cambio, Trump –que una vez se jactó de que podría haber obligado al empresario tecnológico a “arrodillarse y suplicar”– ha nombrado a Musk para supervisar un comité sobre eficiencia gubernamental.
El jefe de Tesla ya está profundamente entrelazado con el Estado. Space X está construyendo una red de espionaje para la inteligencia de EE UU. Gobiernos de ambos lados del Atlántico dependen de ella para alcanzar la órbita terrestre, y su sistema Starlink es crucial en Ucrania. Tesla, por su parte, se beneficia de subvenciones públicas, al tiempo que afronta un montón de investigaciones sobre prácticas laborales y de seguridad. Si a esto añadimos que está tratando de implantar sistemas de conducción autónoma totalmente automatizados que están sujetos a un profundo escrutinio regulador, la estrecha relación de Musk con el próximo líder de EE UU huele a preocupantes conflictos de intereses.
Pero hay un riesgo inverso. La estrella del norte del programa de Trump es el nacionalismo económico. Sobrecargar la guerra comercial choca contra la ventaja duradera de Tesla: su exclusiva rienda suelta para operar en China, hogar del 40% de su capacidad de fabricación. Más de un quinto de los ingresos de 2023 procedieron de ese país.
Musk disfruta de una relación relativamente estrecha con las autoridades chinas. Los reguladores tienen formas de presionarle o ayudarle, como con las restricciones a las funciones de autoconducción. La ventaja de convertirse potencialmente en un apoderado de la Casa Blanca es que Musk es ahora un conducto entre los líderes chinos y los de EE UU, lo que le hace ganarse el oído de ambos. Pero quizá el mayor riesgo sea que se convierta en moneda de cambio. Después de todo, los Gobiernos de los que depende están en conflicto directo y creciente. Y muchos de los que dependían de Trump perdieron su confianza en su momento. En última instancia, la vulnerabilidad de Musk a los caprichos de cualquiera de las partes va en aumento. Con el tiempo suficiente, eso le perseguirá.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías