China está remodelando, no asfixiando, la empresa privada

El enfoque de Xi Jinping puede salir bien, siempre que no esconda bajo la alfombra la caída de los mercados

Edificio de China Vanke en construcción, en Nanjing (China), en mayo pasado.Costfoto/NurPhoto/Getty Images

¿Está China ahogando a sus empresas privadas? Tras más de una década de Gobierno cada vez más centralizado bajo Xi Jinping, la respuesta parece clara. El sector privado está en declive por la estricta regulación y las políticas que favorecen a las empresas gestionadas por el Gobierno en detrimento de los empresarios con ánimo de lucro.

A gigantes tecnológicos como Alibaba se les han cortado las alas, mientras una ofensiva contra el sector inmobiliario ha llevado a promotores como China Evergrande a la quiebra. Anbang Insurance, que en su día se hizo con activos en el extranjero como el hotel Waldorf Astoria de Nueva York, ha sido liquidada y su antiguo presidente encarcelado.

El cambio es evidente en la Bolsa. Según el Instituto Peterson de Economía Internacional, en junio las empresas privadas solo representaban el 33% del valor de mercado combinado de los 100 mayores valores chinos, frente a un máximo del 55% apenas tres años antes. Grupos estatales como la teleco China Mobile y el fabricante de licores Kweichow Moutai han escalado posiciones.

El aparente cambio de empresas dirigidas por empresarios a firmas controladas por el Estado ha coincidido con la peor racha en décadas de la segunda mayor economía. Uno de los remedios sugeridos es “dar mucha más rienda suelta al sector privado para captar realmente el crecimiento de la productividad”, como declaró a Bloomberg Albert Park, economista jefe del Banco Asiático de Desarrollo. Situar a las firmas privadas en igualdad de condiciones con la competencia estatal es la clave para sacar a China de su depresión pospandémica.

Es cierto que muchas empresas del país están en una situación desesperada, en parte por su incapacidad para obtener ayudas con la misma facilidad que las estatales. Pero el Partido Comunista no está estrangulando intencionadamente a las firmas privadas. Más bien, como subraya un proyecto de ley sobre la promoción del sector privado hecho público este mes, el partido quiere remodelar las empresas para que sirvan simultáneamente a sus objetivos políticos de crecimiento y seguridad nacional. Las firmas privadas que cumplen estos criterios, como BYD y Longi Green Energy Technology, de paneles solares, han prosperado.

No se puede negar que Pekín ha tomado medidas enérgicas contra numerosos sectores dominados por empresas privadas. Los reguladores empezaron en noviembre de 2020 deteniendo la inminente OPV de Ant, la fintech controlada por Jack Ma. Eso se amplió a una campaña antimonopolio hacia grupos de ecommerce como Alibaba y Tencent y a otras medidas que, en última instancia, eliminaron 2 billones de dólares del valor de las acciones del MSCI China.

Eso hizo daño a las mayores cotizadas de China y sus accionistas internacionales. Pero las verdaderas raíces del daño al sector privado están en el desapalancamiento forzoso del inmobiliario, que también comenzó a finales de 2020. El empeño de Xi en reducir las insostenibles cargas de deuda de los promotores, en su mayoría privados, torpedeó el crecimiento de un sector responsable de un cuarto de la actividad anual. La caída del valor de las propiedades, sumada a la estricta aplicación de la perturbadora política covid cero de Xi hasta principios de 2022, hizo que la confianza de los consumidores cayera a mínimos históricos, donde permanece.

Nuevos paladines

Pero, al tiempo, otras empresas privadas, incluso sin grandes accionistas gubernamentales, han prosperado en sectores como los paneles solares, los vehículos eléctricos y, en menor medida, los semiconductores. Según la Agencia Internacional de la Energía, China invirtió más de 50.000 millones de dólares en nueva capacidad de paneles solares entre 2011 y 2022, contribuyendo a convertir productores como Longi en líderes mundiales. El Center for Strategic and International Studies, de Washington, calcula que el apoyo público a los fabricantes de vehículos eléctricos ha crecido hasta unos 45.000 millones anuales en los últimos años, y ha permitido a fabricantes privados como BYD enfrentarse a rivales occidentales. En mayo, China creó su tercer fondo de inversión para reforzar su industria de chips, con 48.000 millones recaudados, en torno al doble que los fondos anteriores de 2014 y 2019.

Los peligros de este nuevo enfoque del capitalismo de Estado residen en su tendencia al exceso crónico de oferta. La descarga del excedente de producción en el mercado mundial ha provocado una reacción virulenta, como la de la UE con los aranceles. Esto deja a los nuevos paladines nacionales chinos en una situación vulnerable.

Estos ejemplos también muestran los defectos de considerar los sectores privado y estatal en China a través de una lente binaria. Xi ha tratado de extender la influencia del Estado a todas las empresas: las células del Partido Comunista integradas en las grandes firmas deben estar al tanto de los principales movimientos y del gobierno corporativo. Los llamados fondos de orientación creados por los gobiernos central y locales han asumido un papel más importante en la provisión de capital a las nuevas empresas. Y el partido mantiene un férreo control sobre el suministro de capital, ya que casi todas las grandes instituciones financieras siguen siendo propiedad del Estado.

Mientras, los reguladores han tomado un mayor control sobre las firmas que cotizan en el extranjero, tras la desastrosa salida a Wall Street de Didi (de VTC) en 2020. Estas restricciones detuvieron en gran medida el flujo de OPV chinas tanto en Nueva York como en Hong Kong. Por último, el aumento del uso de controles oficiales e informales sobre las OPV en el país implica que el Estado ejerce ahora más influencia sobre las empresas que pueden acceder a los mercados de capitales nacionales.

El resultado

Cada vez es más difícil ignorar la creciente presencia e impacto del Estado. Estos cambios parecen descartar la creación de nuevas empresas emergentes y disruptivas que fueron fundamentales para el crecimiento de China en los años 2010.

Pero eso no hace imposible la innovación tecnológica, como demuestran los éxitos de Longi y BYD. Y el crecimiento de Xiaohongshu, una empresa de 17.000 millones de dólares parecida a Instagram, sugiere que el impulso empresarial aún puede ayudar a alimentar una transición hacia un crecimiento movido por el consumo.

Pero el sector privado chino sigue siendo vulnerable no solo a la ira reguladora, sino también a la ceguera deliberada de las autoridades ante la utilidad de la Bolsa. Los máximos dirigentes pasaron la mayor parte de 2023 ignorando lo que estaba arrastrando a la baja los mercados, mientras trataban de forzar su recuperación mediante diversas formas de intervención. En agosto, las Bolsas chinas incluso interrumpieron la lectura diaria de las entradas de capital extranjero, a medida que los inversores internacionales flirteaban con convertirse en vendedores netos de acciones chinas en lo que iba de año.

Esto sugiere que los responsables políticos no ven en la caída de los mercados una señal de cuándo y dónde ajustar el rumbo, sino una vergüenza que hay que esconder bajo la alfombra. Pero la solución a una luz roja de advertencia no es desenroscar la bombilla. El actual modelo de crecimiento de China está plagado de problemas, pero en eso no es el único ni de lejos. Su enfoque de la empresa privada podría estar a la altura de la tarea de convertir el país en la superpotencia tecnológica que Xi desea, siempre que el desdén por las fuerzas del mercado no ciegue a Pekín a la hora de tomar decisiones difíciles en el camino.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías


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