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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El BCE pasa a una nueva fase

Serán los datos los que hagan bueno o no el viejo refrán que aconseja tener cuidado con lo que uno desea

CINCO DÍAS
Precio de las ciruelas en una frutería de Toledo.
Precio de las ciruelas en una frutería de Toledo.Ángeles Visdómine (EFE)

Dos bajadas de tipos consecutivas en la zona euro no se veían desde 2011, durante la crisis financiera que asoló la Europa del Sur y que a punto estuvo de terminar con el experimento de moneda única (al menos, tal y como la conocemos). Un indicador que quizá aporte más información sobre la prudencia de la autoridad monetaria de la zona euro que de la situación económica actual: hay nubarrones en el horizonte y nubarrones sobre nuestras cabezas, pero no estamos sujetos a una emergencia. El BCE desanda el camino que inició en 2022, devolviendo los tipos de interés a zonas que no restrinjan la actividad. Ese era el objetivo de las subidas, enfriar la economía para que las alzas de precios desatadas por la energía y los alimentos, y luego contagiadas al resto de la economía, no se enquistaran. Una vez los precios parecen bajo control, el banco debe quitar el freno de mano hasta llevar el precio del dinero a una zona neutral que, de todos modos, no se sabe cuál es. La cuestión es cuándo y a qué velocidad se produce esa convergencia.

A la vista de los datos actuales, cabe pensar que el BCE podría haber iniciado antes la senda de normalización. La debilidad, en particular en el sector industrial, está siendo más acusada de lo esperado, y Alemania cerrará el año con recesión, según las previsiones oficiales. El mercado laboral se está ralentizando, y tanto la inflación actual como las expectativas (de mercado y del BCE) están en línea o por debajo de los objetivos.

Pero antes de junio la ecuación del banco era otra, y partía de un balance de riesgos asimétrico: por más que ni la energía ni la economía son las de los años 80, una inflación atrincherada es un riesgo que no merecía la pena correr, al menos según los analistas de Fráncfort. A cambio de evitar este escenario, la economía europea se ha enfriado más de la cuenta.

En todo caso, el banco ha bajado los tipos de interés 75 puntos básicos, más que otros: la Fed ha recortado 50, aunque como lo hizo de una tacada parecen más, y el Banco de Inglaterra, 25. De hecho, Lagarde ha corregido el tiro (como reza su política actual, dependiente de los datos), y aunque todo apuntaba a que esperaría a diciembre para recortar, ningún miembro del consejo se opuso ayer a la decisión. La presidenta se ha mostrado satisfecha del trabajo del banco en la lucha contra la inflación. Pero serán los datos, sobre todo de aquí a diciembre, los que hagan bueno o no el viejo refrán que aconseja tener cuidado con lo que uno desea.

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