Algo se mueve en los mercados financieros: a propósito de la opa BBVA-Sabadell

El incremento de la competencia que aporta la digitalización puede inclinar la decisión de la CNMC sobre la oferta

El presidente de BBVA, Carlos Torres Vila (derecha), y el presidente de Banco Sabadell, Josep Oliu, conversan tras la ceremonia de toma de posesión del nuevo gobernador del Banco de España, en Madrid, el 24 de septiembre.Alberto Ortega (Europa Press)

La tormenta desatada por la opa lanzada el pasado 9 de mayo por BBVA sobre Sabadell nos tiene a todos entretenidos desde entonces, entre dimes y diretes, maniobras y reacciones de unos y otros. Se comenta en las tertulias lo que opinan políticos de uno y otro signo, pero quizá hay una perspectiva a la que se ha prestado una sorprendente escasa atención, y es la de los profesionales que deben analizarla aplicando las normas de control de concentraciones: los funcionarios y consejeros de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).

Lo que nos dice no solo el sentido común y la experiencia, sino las propias sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, es que las concentraciones empresariales deben ser analizadas caso a caso a la luz de sus propias circunstancias y, si bien los precedentes tienen un peso evidente pero limitado, han ayudado a las autoridades a dotarse de unos conocimientos, de un marco teórico, y de unas metodologías de análisis que orientan su labor para que esta se desarrolle de manera eficiente y razonable.

Así, por lo que se refiere al sector financiero, la integración que pretende BBVA con Banco Sabadell cuenta con claros antecedentes, por ejemplo, en las concentraciones entre CaixaBank y Bankia o entre Unicaja y Liberbank, ambas de 2021 y ambas analizadas y autorizadas en primera fase por la CNMC, aunque sometidas a algunos compromisos para asegurar el mantenimiento de la competencia en el mercado.

En ambos casos, la CNMC realizó un detallado análisis de las cuotas de mercado, prestando una particular atención al impacto de ambas operaciones en la competencia que se da en los mercados geográficos más estrechos, llegando a analizar la concentración resultante a nivel regional y los solapamientos por códigos postales.

Una de las críticas que se hizo en su día a la CNMC fue que esta no había tenido en cuenta suficientemente los cambios que se han producido en los mercados financieros minoristas en los últimos años, y que sin duda están teniendo un impacto directo en cómo y con quién compiten las entidades, así como en la consolidación del sector. Esos cambios han continuado e incluso se han intensificado desde 2021, lo que debe suponer, sin duda, que vayan ganando también más peso en el análisis de las autoridades de competencia, es decir, en la perspectiva de los profesionales de la CNMC, a la que hacía referencia en el primer párrafo de esta tribuna.

La irrupción de nuevos e importantes jugadores en los mercados de medios de pago o de banca minorista, la incorporación al mercado de nuevas generaciones de consumidores que no saben lo que es pisar un establecimiento físico para procurarse servicios financieros, la generalización de la banca electrónica y móvil, la digitalización de las pymes, etc., siguen alterando el funcionamiento tradicional de los mercados financieros.

De este modo, si echamos la vista atrás, los más mayores recordaremos cómo contratábamos los servicios financieros en las sucursales de bancos y cajas de ahorros, que para captar negocio y atender a sus clientes trazaron tupidas redes de sucursales que eran esenciales para la competencia. Sin embargo, hoy en día, las sucursales bancarias compiten con los ordenadores personales y con los móviles de los clientes para captar negocio y para prestar servicios, y el peso de los establecimientos físicos ha disminuido significativamente, motivo por el que llevamos años viendo como estos desaparecen de nuestras calles en un momento en el que no dejan de entrar nuevos operadores que lo apuestan todo a la banca digital. Así, menos sucursales no suponen menos competencia, sino que son el resultado de una intensa competencia que alcanza a todos los segmentos de clientes, y no solo a los particulares.

Conscientes

Y es que no podemos olvidar que las entidades financieras tradicionales, aunque muten hacia neobancos, son plenamente conscientes de hacia dónde va el mercado, y la capacidad de disciplinar su comportamiento que tiene la competencia, más inminente ya que potencial, es evidente.

Teniendo esto en cuenta, cabe esperar que la CNMC atienda a estos factores y les reconozca el peso que van ganando, en vez de aferrarse a metodologías de análisis que se han visto superadas por las dinámicas del mercado. Equivocarse aquí supondría limitar las posibilidades de crecimiento y de innovación de las empresas en un sector donde ya no se compite con las cajas de ahorro locales, sino con grandes bancos que operan en mercados físicos y digitales, con startups, fintech, y un creciente número de nuevos jugadores que llegan desde sectores cercanos y que cuentan con recursos, bases de clientes, y una estructura ágil y competitiva.

Algo se mueve en todos los segmentos de los mercados financieros, y el análisis de la opa de BBVA sobre Sabadell puede aportarnos algo de luz al respecto. De hecho, quién sabe si, pese al ruido de fondo, esas dinámicas competitivas a las que hacía referencia, y que hacen que el mercado sea hoy al menos tan dinámico como entonces, pueden justificar que, como ocurrió en 2021, la toma de control de Sabadell por BBVA sea autorizada en primera fase. Pronto lo sabremos.

Rafael Baena Zapatero es socio, director del departamento de derecho de la competencia en España de Ashurst


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