La OPEP ya no es lo que era, y el mercado petrolero, tampoco

El aumento de la producción de petróleo en el Hemisferio Occidental ha convertido el poder de mercado del cartel en una fracción del que en su día tuvo

Refinería de petróleo en Arabia Saudí, en una imagen de archivo.Amr Nabil (AP)

El alza del precio del petróleo, en torno al 5% en dos sesiones desde que la Casa Blanca adelantara un inminente ataque iraní sobre Israel, no es ni mucho menos desdeñable, pero se antoja una respuesta más bien tímida ante la escalada de tensión en la zona. Tanto en el corto plazo como en el medio plazo, los operadores han cambiado el chip respecto a épocas pasadas, cuando se observaban con lupa, y se cotizaban en el mercado, las declaraciones de los grandes actores regionales. Hoy el barril está casi un 20% más barato que hace 12 meses, antes del ataque de Hamás a Israel. Y no está todavía más barato porque la OPEP+ ha seguido aplicando, a pesar de la tensión en la zona, sus habituales recortes de producción. En este contexto, el repunte de precios ligado al ataque iraní con misiles es tan significativo por lo que es, una señal de alerta y nerviosismo, como por que, en un contexto diferente, podríamos haber visto algo cercano al pánico comprador.

Se trata de algo tan sencillo como la oferta y la demanda. El aumento de la producción de petróleo en el Hemisferio Occidental ha convertido el poder de mercado de la OPEP en una fracción del que en su día tuvo. Los operadores de materias primas, siempre dados a buscar dinero rápido mediante la especulación, no se han querido pillar los dedos (de momento): Estados Unidos o Canadá pueden poner barriles en el mercado con rapidez. En particular, si el precio sube, pues sus costes de explotación son mayores que en el Golfo Pérsico. La crisis de Ucrania ya mostró que el control del grifo energético (y Putin tenía mucho más control de la oferta que la OPEP) no es un poder ilimitado.

También hay una lectura en clave política: en abril Israel e Irán optaron por limitar las hostilidades para evitar un conflicto a mayor escala. A falta de conocerse la respuesta israelí, el mercado da por buena la repetición de la jugada. La subida del precio es el reflejo, eso sí, del riesgo de que la situación derive en el escenario más temido: un cierre por parte de Teherán del angosto Estrecho de Ormuz, ruta de las exportaciones marítimas de buena parte de los grandes productores de la zona y, por tanto, una fuente de suministros casi imposible de sustituir.

Tampoco las Bolsas parecen particularmente preocupadas, a pesar de que un cierre del estrecho podría devolver a las economías a un entorno de inflación al alza, actividad a la baja y repuntes de tipos de 2022. Un escenario que convertiría la actual catástrofe humanitaria en un problema económico de primer orden.


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