La demanda de letras es una invitación para el Tesoro

Haría bien el Gobierno en analizar si la desidia de los bancos a la hora de remunerar el ahorro puede espolear la demanda de deuda pública en plazos más largos

Billetes de euro.stevanovicigor (Getty Images/iStockphoto)

Si no vemos en este 2023 las colas de ahorradores ante las oficinas del Banco de España para comprar letras del Tesoro es porque, precisamente para evitar estas colas, ahora se exige cita previa para ordenar la compra presencial de los títulos. En realidad, los españoles demandan muchas más letras del Tesoro que el año pasado, concretamente un 67% más que en la primera mitad de 2022. Las peticiones superan, también, los récords del segundo semestre de 2023 (cuando se registraron los máximos en el rendimiento de estos valores). En total, los particulares han pedido, en medio año, 15.300 millones en letras. La fiebre obedece a algo tan simple como la ausencia de alternativas.

Solo algunos bancos extranjeros y ciertos neobancos (normalmente con condiciones de vinculación a veces exigentes) ofrecen rentabilidades a plazo comparables a las de los títulos del Tesoro. Los tipos han subido del 0% al 4,25%, pero el tipo de interés de las nuevas operaciones de depósito, según los datos del Banco de España, está en un 0,71%. Los bancos, sin necesidad de liquidez ni, aparentemente, de retener clientes, han optado por cuidar el margen de intereses. Así, los depósitos han bajado 20.000 millones en cuatro meses.

El ciudadano cambia banco por Banco de España, y la propia demanda de letras del Tesoro está sujeta, de hecho, al carácter estacional de los ahorros en el banco de toda la vida: en época estival tiende a bajar. Los ahorradores están reinvirtiendo las letras que vencen y el Banco de España no tiene cita disponible hasta septiembre en la mayor parte de las ciudades.

No son malas noticias para el Tesoro público. La elevada demanda de letras permite aliviar los tipos de interés, que, de hecho, están por debajo de los que debe pagar Francia en los mismos plazos, gracias también a una menor oferta (España realiza colocaciones de unos 5.000 millones, menores que las galas). El efecto en el coste de financiación es de todos modos limitado por la estrecha banda en la que se mueven los tipos y los plazos cortos.

No sabemos en qué medida la fuerte demanda de letras es coyuntural o estructural, ni si se pueden extrapolar las preferencias de plazos cortos a plazos largos. Pero haría bien el Tesoro en analizar si la desidia de los bancos a la hora de remunerar el ahorro puede espolear la demanda de deuda pública en plazos más largos. Una vía que mejoraría la capacidad de financiación española, precisamente ahora que vuelve a haber mar de fondo en la eurozona.

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