Precios hoteleros desbocados y crisis de demanda

Bien harían las hoteleras en jugar el partido con cautela y no exprimir en exceso la gallina de los huevos de oro

Turistas disfrutan del mar y el sol frente a las obras de construcción de un hotel en la playa de La Tejita, en el sur de Tenerife.Alberto Valdés (EFE)

Los precios hoteleros siguen creciendo con fuerza, pese a la desaceleración de la inflación. En el primer trimestre, tocaron máximos históricos (145 euros) y la fuerte aceleración de la demanda para el verano anticipa que seguirán al alza y, con toda probabilidad, batiendo nuevos récords. Los empresarios han venido justificando el incremento de precios iniciado en 2022 por dos razones. En primer lugar, como una respuesta al crecimiento de la demanda tras dos años de pandemia. Además, como la vía más rápida para compensar el incremento de costes energéticos tras el estallido de la guerra en Ucrania. El aumento de la demanda, lejos de contenerse, ha seguido acelerándose, mientras que el precio de la energía sí ha caído con fuerza en los últimos meses.

Uno de los dos elementos que obligaba a mantener el alza de precios ya ha desaparecido. Por tanto, ¿cuál es la razón que lleva a los hoteles a no frenar decididamente en esa escalada de tarifas? La respuesta es también doble. Por un lado, las empresas menos endeudadas, como Barceló, quieren seguir haciendo caja para financiar el plan de reformas y aperturas (solo en los últimos 18 meses ha invertido 225 millones de euros), mientras que las más apalancadas, como Meliá o NH, quieren seguir exprimiendo los ingresos para minimizar el lastre que les supone tener la gran mayoría de sus hoteles con contratos de alquiler que les termina computando como deuda.

Semejante círculo vicioso parece que solo puede romperse con una crisis de demanda, como las que sucedieron tras la Gran Recesión o tras la irrupción de la pandemia de coronavirus, o con la recuperación de los mercados competidores del norte de África, como Túnez, Egipto o Marruecos, o del este europeo, como Turquía. Esa segunda posibilidad parece poco posible si se tiene en cuenta que no se han recuperado de la crisis de seguridad en la que viven instalados desde la Primavera Árabe de 2012. La mayoría de las cadenas españolas señalan que ni los precios ni los clientes que atrae España ahora son los mismos de esos países competidores, cuyo principal atractivo son unas tarifas bajas orientadas hacia el segmento low cost. Por tanto, bien harían las firmas hoteleras en jugar el partido con cautela y no exprimir en exceso la gallina de los huevos de oro. No es descartable que quienes salieron de la pandemia con ganas de recuperar el tiempo perdido apuesten a medio plazo por templar gaitas. En el equilibrio está la virtud.

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