El gatito de las ‘acciones meme’ vuelve a rugir (y Wall Street vuelve a temblar)
El analista e inversor Keith Gill, conocido como Roaring Kitty, retoma la actividad tras tres años de silencio
Bastó una imagen. El día 13, tras casi tres años de silencio, la cuenta de Twitter/X llamada Roaring Kitty (que se puede traducir como el gatito que ruge, o rugiente) publicó el dibujo de una persona jugando a un videojuego y cambiando de postura para concentrarse más. Habitual en el mundillo, quiere decir que ha llegado el momento de ponerse serios.
Mensaje recibido. Como un solo hombre, tal y como ya ocurrió hace unos años, una legión de inversores minoristas se lanzó a ...
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Bastó una imagen. El día 13, tras casi tres años de silencio, la cuenta de Twitter/X llamada Roaring Kitty (que se puede traducir como el gatito que ruge, o rugiente) publicó el dibujo de una persona jugando a un videojuego y cambiando de postura para concentrarse más. Habitual en el mundillo, quiere decir que ha llegado el momento de ponerse serios.
Mensaje recibido. Como un solo hombre, tal y como ya ocurrió hace unos años, una legión de inversores minoristas se lanzó a comprar acciones de empresas caídas en desgracia para catapultar su valor y atacar a los bajistas que viven de apostar contra ellas. Estos bajistas operan mediante lo que se conoce como posiciones cortas: toman prestada la acción de una empresa, la venden, esperan a que el valor de la acción caiga y la vuelven a comprar para devolverla, de manera que la diferencia entre la venta inicial de la acción y su compra posterior es su ganancia o su pérdida.
La táctica es arriesgada, entre otras cosas, porque, en el peor de los casos, las acciones tienen suelo, pero no techo: si una acción se va al infinito, las pérdidas de la posición corta se van al infinito también. Además, esta fórmula tiene seguidores y detractores. Entre los primeros están quienes opinan que los inversores y fondos bajistas son necesarios para dinamizar la economía. Entre los segundos figuran inversores como Keith Gill (Massachusetts, EE UU, 1986), el analista detrás de la cuenta de Roaring Kitty, quien considera a estos inversores poco menos que tiburones que están a la espera de oler sangre en una empresa para lanzarse a devorarla.
Su teoría es que la fuerza de muchos pequeños inversores puede tumbar a los mayores especuladores del mercado. La probó por primera vez en 2021, cuando, gracias a una legión de gatitos rugientes, las acciones de GameStop, una empresa de videojuegos muy venida a menos y a la que estaban atacando sin piedad los bajistas, se revalorizaron hasta un 2.000%. Esto provocó pérdidas de 5.500 millones de euros entre quienes habían apostado en corto contra ellas.
Y eso que la fe de Gill en el poder del colectivo es relativamente reciente. Hijo de Steven, camionero, y de Elaine, enfermera, casado desde 2016 y con un hijo, de joven fue un atleta escolar y universitario más que notable. Aunque su primera vocación fue convertirse en estrella de béisbol, una vez descartado para el equipo del instituto de este deporte, correr cada vez más rápido se convirtió en su obsesión, de la misma manera que hoy su obsesión es el mercado bursátil. “Cuando se propone algo, puede llegar a concentrarse mucho”, dice de él Elaine Gill, en declaraciones recogidas por el Washington Post.
Tras empezar a correr con 13 años en el instituto de su Brockton natal, Gill aterrizó en la universidad privada Stonehill College (Massachusetts) con la firme intención de bajar de los cuatro minutos en las carreras de una milla, una distancia que equivale a algo más de un kilómetro y medio. Tras batir varios récords de su universidad, su mejor marca fue de 4.03 en pista cubierta. La plusmarca masculina, conseguida por el marroquí Hicham El Guerrouj hace 25 años, está en 3.43, no demasiado lejos de la de Gill.
Después, su cuerpo lo abandonó. Primero, problemas en la banda iliotibial, un tendón que recorre el exterior de la pierna, y finalmente una tendinosis en el tendón de Aquiles lo apartaron del atletismo. Gill, sin embargo, conserva su mentalidad ganadora: “Keith es una leyenda en el instituto de Brockton. Su personalidad como corredor era dar el primer golpe y no retroceder ante ninguna competición”, dice de él su entrenador en el instituto, John Fidalgo, también en el Washington Post.
Tras graduarse en Economía, Gill trabajó primero en la startup de un amigo que quería hacer un software para analizar el mercado de valores. Renunció a ese empleo en 2014, y empezó a moverse de manera más activa en el mundo de las redes sociales. Ese año, abrió un canal en YouTube con el nombre de Roaring Kitty, en el que mostraba su rutina diaria de seguimiento de valores y sus análisis de inversión.
En 2019, mientras empezaba a trabajar en la aseguradora Massachusetts Life Insurance, Gill compró acciones de GameStop por valor de 53.000 dólares. En 2021, tras la revolución de las acciones meme liderada, entre otros, por él mismo, sus títulos valían más de 47 millones de dólares. Dejó su trabajo y, desde entonces, poco se ha sabido de él.
Al menos, hasta esta semana. En los últimos días, las acciones de GameStop han llegado a subir un 180% (aunque luego han perdido buena parte de lo ganado). No ha sido la única empresa defendida del ataque de los tiburones. El fabricante de auriculares Koss ha visto sus títulos repuntar hasta un 90% estos mismos días, mientras el fabricante de móviles BlackBerry ha subido en Bolsa hasta un 20%. Los gatitos vuelven a rugir y Wall Street se ha echado a temblar.
Una pista para su instituto
El impulso que recibieron hace tres años acciones meme como Gamestop convirtió a Keith Gill en un hombre rico. El inversor contó entonces a The Wall Street Journal que quería construir una pista cubierta de atletismo en su instituto. Por ahora, la web de la escuela no muestra estas prometidas instalaciones.
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