La página web de Juan Roig ya no es “una mierda”

Juan Roig, presidente de Mercadona.Rober Solsona (Europa Press)

Juan Roig es un empresario inaccesible para la prensa, pero esa vez al año en que los periodistas pueden preguntarle, que suele ser en la presentación anual de resultados, deja frases para la historia, al menos para ese borrador de historia que, como se suele decir, escribimos en los periódicos. En la rueda de prensa de marzo de 2017, el principal accionista y presidente de Mercadona tuvo un acceso de franqueza cuando dijo: “Nuestra página web es una mierda, no es decimonónica, es ventominónica”. Y le encargó el proyecto de reflotarla a su hija, Juana Roig.

En aquel entonces —siete años en la era digital es una eternidad— las compras a través de la pantalla no eran una obviedad y Roig dejó la puerta abierta a dar marcha atrás si aquello no resultaba: “Si la compra online no es rentable, pues no la pondremos. Pero creemos que lo será”, dijo. Habían perdido 30 millones de euros con ella. Este 2023 —tras la reforma de su site mediante, claro— ha llegado por fin la rentabilidad del canal digital, tal vez más tarde de lo que Roig hubiese esperado o deseado, pero lo ha logrado y ha contribuido a hacer del ejercicio pasado el “mejor año” de la historia de la cadena.

Juana Roig, nacida en 1984, ha pasado el Rubicón. Mantiene una de las señas de identidad de su padre, la de no conceder entrevistas, pero hace poco más de un año hizo una excepción para un podcast y dio la campanada, al alentar los rumores que la sitúan como heredera del timón de este imperio valenciano, cuyo actual patrón tiene 74 años. A la pregunta de si le aceptaría tomar el relevo algún día, respondió: “¿Me gustaría [ser presidenta]? Pues cuando llegue ese momento, veremos. Mercadona es un desafío muy grande”.

Y simplemente no descartarlo, aunque sea una obviedad, ya la colocó en todos los titulares. El éxito del negocio online le da otro empujón en las quinielas. Mercadona es, como ella dice, un desafío muy grande, la compañía líder del sector con una cuota de mercado bárbara, del 27,6%, y también, como compañía popular, objeto de filias y fobias. Si Mercadona cotizase en Bolsa, este récord de beneficios (hasta 1.009 millones de euros, un 40% más) tal vez se traduciría en un chupinazo en el parqué, pero en un contexto de inflación disparada ese pellizco puede generar controversia. Los alimentos llegaron a encarecerse un 16,6% en febrero del año pasado pese a la bajada de impuestos del Gobierno y ahora mantienen una tasa interanual del 5,3%, muy por encima del IPC general (2,8% en el segundo mes del año).

Roig defiende que, a diferencia de lo ocurrido en 2022, la empresa ha bajado precios en más de un millar de productos desde hace un año y que la mejora de los números no se debe tanto a una mejora de margen (aunque el beneficio sobre venta ha subido del 2,5% al 3,1%). El empresario sacó pecho este martes ante los periodistas en Valencia: “Lo de tener beneficios está ahora muy denostado, pero tener beneficios es una cosa muy buena”, defendió. El año pasado había sido objeto de los ataques de la entonces ministra Ione Belarra, que le acusó de practicar un “capitalismo desalmado” (no comparó probablemente las condiciones laborales de sus trabajadores con el resto del sector).

“La riqueza y el bienestar de la sociedad depende del número de empresarios honrados que tenga”, agregó Roig esta semana. Destacó también el volumen de impuestos que paga, pero van en consonancia con los beneficios. Es de agradecer que, a diferencia de otros, Roig no haya llorado por lo que se lleva el fisco mientras bate récords de ganancias. Sería difícil de entender para sus clientes.

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