España ante su espejo nuclear

El plan nacional de energía no solo fija objetivos que no se están cumpliendo ahora, sino que son imposibles de cumplir también en 2030

Central Nuclear de Garoña.PACO PUENTES

Según la teoría psicológica del espejo, nos molesta ver en los demás nuestros propios defectos. Similarmente, los españoles rechazamos la energía nuclear, pero somos renuentes a sufrir cortes eléctricos si se cierran las centrales. Las metas del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) son inalcanzables por los retrasos en el almacenamiento y las energías renovables, lo que pone en riesgo el cumplimiento de los objetivos europeos. La...

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Según la teoría psicológica del espejo, nos molesta ver en los demás nuestros propios defectos. Similarmente, los españoles rechazamos la energía nuclear, pero somos renuentes a sufrir cortes eléctricos si se cierran las centrales. Las metas del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) son inalcanzables por los retrasos en el almacenamiento y las energías renovables, lo que pone en riesgo el cumplimiento de los objetivos europeos. Las centrales nucleares son imprescindibles mientras no contemos con capacidad para generar y almacenar energía renovable en la cuantía necesaria.

La teoría del espejo de Jacques Lacan sugiere que nos irrita especialmente tratar con aquellos individuos con defectos similares a los nuestros, ya que presentan características que preferimos no ver en nosotros mismos. Igual que evitamos vernos desaliñados frente a un espejo, también tendemos a evitar a esa persona desagradable que guarda similitudes con nosotros mismos.

Quizá suceda algo parecido con la energía nuclear, porque esta también fuerza a los españoles a enfrentarnos con la amarga realidad de que, a menudo, nuestras preferencias resultan ser un tanto contradictorias.

Cuando a los ciudadanos se nos pregunta en España si estamos en contra de la energía nuclear, la gran mayoría responden que sí. Es lógico. Asocian lo nuclear a la radiación, y nadie quiere arriesgarse a una fuga radiactiva que puede perjudicar su salud. Pero, sin embargo, una gran mayoría se niega en redondo a aceptar quedarse a oscuras alguna noche a cambio de cerrar las centrales nucleares.

La contradicción demoscópica es habitual y, dado que las respuestas dependen del formato de las preguntas, tiene una importancia relativa. Lo grave es que nuestros más importantes planes energéticos padezcan contradicciones de similar calibre. Por ejemplo, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 establece para este último año 2030, y tanto en el área de las energías renovables como en el de las infraestructuras de almacenamiento, unos objetivos que no solo no se están cumpliendo, sino que ya es imposible que se cumplan en ese año final.

En almacenamiento mediante embalses de doble bombeo, el PNIEC estima que sería necesario construir el equivalente a 11 GW nuevos para poder utilizar energía renovable diurna en bombear el agua hacia arriba, manteniendo así esa energía almacenada, con el fin de soltar el agua por la noche, generar electricidad y cubrir con ella la demanda nocturna.

Sin embargo, las subastas necesarias para acometer estos nuevos mecanismos de capacidad aún no se han realizado; y la ejecución de cada uno de esos proyectos requiere al menos un plazo de ocho años: cuatro años para tramitar las correspondientes autorizaciones administrativas y cuatro para construir la infraestructura.

Por su parte, la construcción de renovables en España también lleva un retraso de unos cuatro años, debido tanto a la paralización que supuso la judicialización de los parques construidos durante la etapa del Gobierno de Rodríguez Zapatero como al retraso en la adjudicación de nuevas licencias por parte de las actuales administraciones. Para alcanzar los objetivos fijados por el PNIEC en 2030, sería necesario que a partir de este año España instalara nueve GW nuevos cada año, algo que no parece estar al alcance de un país que, como mucho, instala tres o cuatro GW anuales. No existe en España una red de proveedores, ingenieros y técnicos suficiente para multiplicar por tres el volumen anual de nuevas instalaciones.

Son estas infraestructuras que no se han construido las que estaban destinadas a suplir la energía que nos suministran a los españoles las siete centrales nucleares que aún permanecen operativas en España. Sin esas nuevas infraestructuras, la única alternativa para cerrar las nucleares sería construir un nuevo parque de ciclos combinados de gas, lo que elevará las emisiones de CO2 a la atmosfera, con lo que España incumpliría los objetivos de emisiones fijado por la Unión Europea para 2030. Es justamente eso lo que va a hacer Alemania, que ha decidido construir diez GW de ciclos combinados para quemar gas natural, en gran parte procedente de Rusia. ¿Es ese el espejo en el que queremos mirarnos?

Las actuales plantas de energía nuclear, dotadas con las más altas garantías de seguridad, son una eficiente fuente de energía de transición. Como tal, nos permitirían cumplir los límites de emisión de CO2 fijados para el año 2030. Solo será el momento de cerrarlas cuando hayamos construido las plantas renovables y los mecanismos de almacenamiento que requieren para suministrar electricidad por la noche. Mientras tanto, deberíamos contar con las actuales centrales nucleares, tanto por nuestro propio bien como por el bien del planeta.

Benito Arruñada es catedrático de la Universitat Pompeu Fabra, ‘Affiliated Professor’ de la BSE, investigador asociado de FEDEA y coordinador del Foro Mercado Libre

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