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Perfil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El obstinado heredero de Hermès que quiere legar más que billetes

Nicolas Puech, enamorado de Andalucía y conocedor del arte y los caballos, pretende dejar toda su herencia a un estrecho colaborador del que poco se sabe

Nicolas Puech, accionista de Hermès
Nicolas Puech, accionista de Hermès.José Manuel Esteban

Ha sido la noticia del final del año entre la aristocracia económica. Nicolas Philippe Puech Hermès (Neuilly-sur-Seine, Francia, 1943), uno de los hijos de Yvonne Hermès y, por tanto, parte de la quinta generación de herederos del mismísimo Thierry Hermès, fundador de la prestigiosa marca de lujo que sigue llevando su apellido, quiere legar su herencia a un poco conocido pero cercano colaborador.

Identificado escuetamente en un primer momento por la Tribune de Genève, el periódico suizo que adelantó la exclusiva, como un “jardinero de origen marroquí”, este se convertiría en el receptor de una fortuna valorada en más de 10.000 millones de euros. Esta es fruto, entre otras cosas, del 5,7% que Puech conserva todavía de Hermès. Pero las cosas no son nunca tan sencillas: ni este trabajador de Puech es solo su jardinero ni está tan claro que vaya a poder recibir semejante herencia.

Soltero y sin hijos, la vida y la trayectoria de Nicolas Puech ha ido siempre inevitablemente unida al destino de la casa Hermès, cuyo origen se remonta a 1837, cuando Thierry la fundó como tienda de bridas y arneses. Con el transcurrir del siglo XX, la empresa supo siempre poner el acento en su carácter exclusivo y artesanal. En 2006, Hermès ingresaba ya más de 1.500 millones de euros al año, lo que la convirtió en un fruto más que apetecible para el voraz Bernard Arnault, dueño de Moët Hennessy Louis Vuitton. Pero no contó con algo importante: el obstinado orgullo de los herederos de Hermès. Entre ellos, muy especialmente Nicolas Puech.

Hacia 2010, Arnault se desmarcó confesando que acumulaba ya el 17% de los títulos de Hermès. Lo había logrado por la puerta de atrás tras intercambiar acciones liquidadas, un mecanismo que le permitió acumular capital sin tener que revelar su posición. Para los Hermès, aquello equivalía a una traición. Patrick Thomas, CEO por aquel entonces de la empresa, resumió el sentir de los dueños: “Si quieres seducir a una hermosa mujer, el primer paso no es intentar violarla”.

Como respuesta, medio centenar de herederos de Hermès conformaron H51, un conglomerado que acumula más de la mitad de las acciones de la empresa. Todos se comprometieron a no vender su posición durante las dos décadas siguientes, lo que dio al traste con los planes de Arnault. También lo hizo Nicolas Puech, que, por otra parte, rechazó siempre formar parte de H51 para conservar la independencia que le otorgaba el ostentar casi el 6% de la empresa. Con todo, para tranquilizar a sus familiares, les dio derecho de tanteo sobre sus acciones si algún día decidía vender. No lo ha hecho, entre otras cosas, porque sus acciones arrojan desde hace años unos dividendos anuales de unos 20 millones de dólares como mínimo, según Forbes. Más que suficiente para sostener su tren de vida.

Las revistas del corazón describen hoy a Puech como un hombre afable, elegante y de vida aristocrática, un profundo conocedor del mundo del arte y de los caballos que vive enamorado de Andalucía, región a la que viaja con frecuencia desde la ciudad suiza de Martigny, donde tiene fijada su residencia. En concreto, suele quedarse en Los cuatro vientos, la lujosa finca que tiene en la localidad onubense de Aracena.

Precisamente, desde allí viajó en 2018 a Sevilla, otra de sus debilidades, para celebrar su 75º cumpleaños y de paso recibirse como académico de la Real Academia de Bellas Artes de la ciudad hispalense, un galardón que le fue otorgado por su dedicada labor filantrópica. Al acto, contó Vanity Fair, asistieron, entre otros, Carlos Fitz-James Stuart, duque de Alba. Pero no fue la presencia del noble lo que más llamó la atención de los invitados. Ya en aquella fiesta, Puech se dejó ver con un hombre al que no dudó en definir como “su hijo adoptivo”.

Gracias a las informaciones de El Mundo y de ABC, ahora se sabe que aquel hombre no era uno de tantos jardineros que pueden trabajar para un hombre como Puech, sino que se trataba de Abdelahh Yadhir, un antiguo empleado de Puech que tiene 51 años y está casado con una sevillana.

Yadhir y Puech, cuentan estos medios, se conocieron en la Expo de Sevilla 92 y, aunque es verdad que Yadhir, con nacionalidad francesa, empezó llevando a cabo para Puech labores que incluían el cuidado de sus fincas (y, por tanto, también de sus jardines), no lo es menos que en estos más de 30 años se ha convertido en su fiel confidente, en su mano derecha y, en realidad, en lo más parecido a un hijo que tiene hoy el propio Puech.

En agradecimiento, el heredero de Hermès quiere dejarle sus obras de arte, sus inmensas fincas distribuidas por todo el mundo y, sobre todo, aquello que le negó a Arnault y al resto de miembros de su propia familia: la independencia que le ha dado siempre su 5,7% de la empresa. Con ello, Puech, uno de esos hombres que ha podido comprarse casi cualquier cosa, quiere demostrar que sigue habiendo lugares a los que no llega el dinero.

Perjudicada

La principal damnificada  es la Fundación Isócrates, creada por Puech, entre otras cosas, para combatir la desinformación. Iba a ser la heredera de su fortuna.
“Desde un punto de vista jurídico, la rescisión unilateral del contrato de herencia parece nula e infundada”, afirma la fundación, que se abre al diálogo.

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