El desafío de construir una cartera para un mundo en transición
El análisis a más de 10 años vista lleva a concluir que la rentabilidad de la renta fija aumentará: los elevados tipos de interés oficiales respaldan esta idea
Una parte importante del actual entorno inversor está cambiando. Nos estamos alejando de una desinflación persistente, de una política monetaria muy laxa y de una política fiscal expansiva. Ya no es suficiente con pensar en rendimientos a corto plazo; hay que tener en cuenta la amplitud y profundidad de este cambio y sus implicaciones a largo plazo. Las carteras deben reflejar esta nueva era inversora.
Cuando se elabora un plan de inversión a medida, basado en un análisis de riesgos y rentabilidades esperadas para distintas clases de activos con ...
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Una parte importante del actual entorno inversor está cambiando. Nos estamos alejando de una desinflación persistente, de una política monetaria muy laxa y de una política fiscal expansiva. Ya no es suficiente con pensar en rendimientos a corto plazo; hay que tener en cuenta la amplitud y profundidad de este cambio y sus implicaciones a largo plazo. Las carteras deben reflejar esta nueva era inversora.
Cuando se elabora un plan de inversión a medida, basado en un análisis de riesgos y rentabilidades esperadas para distintas clases de activos con una perspectiva de 10 a 15 años, los resultados son fascinantes. Y este año lo más destacado queda claro: con la economía y los mercados de activos en constante cambio, las carteras necesitan una transición.
Hoy, una distribución de activos con el 60% en renta variable y el 40% en fija, puede constituir la base de las carteras. Pero para construir carteras más eficientes, los inversores pueden aprovechar las oportunidades de un mundo en transformación yendo más allá. Saliendo del efectivo e invirtiendo en otros activos; ampliando las oportunidades con alternativos; y optando por la gestión activa y una adecuada selección de gestores.
Aunque es importante contar con la cantidad adecuada de efectivo para cumplir los objetivos de liquidez, el análisis a largo plazo demuestra que todas las clases de activos superan al efectivo en un horizonte de 10 a 15 años. Pero, además, es importante ampliar el conjunto de oportunidades disponibles, mediante activos alternativos: los activos reales, en particular, pueden proteger frente a la inflación y ofrecer ventajas en la diversificación de las carteras.
Las hipótesis a largo plazo se basan en rentabilidades esperadas para los distintos activos y mercados, y no tienen en cuenta el rendimiento adicional que puede proporcionar la selección de gestores. Dado el mayor coste de capital previsto en este horizonte de inversión, una adecuada selección de gestores puede contribuir a mejorar los resultados de la cartera.
Sean cuales sean los objetivos de un inversor, la elaboración de previsiones a largo plazo pasa por el análisis de las perspectivas macroeconómicas. Y este año debemos tener en cuenta el impacto de múltiples transiciones en economía, política, tecnología y energía.
En concreto, el crecimiento se verá impulsado por los avances en la transición tecnológica, y por el desarrollo de la inteligencia artificial, con su mejora de la productividad, y del PIB, aunque con tiempos y magnitud aún inciertos. El aumento de la población activa en EE UU y el de la inversión en la transición energética en Europa también deberían apoyar el crecimiento.
En cuanto a la inflación, probablemente sea solo ligeramente superior. Aun así, el cambio resulta significativo en un contexto a largo plazo. En EE UU, la zona euro y el Reino Unido se situó en una media del 1,8 % en la década de 2010, y para los próximos 10-15 años la tasa prevista sería del 2,4%.
El análisis a más de 10 años vista también lleva a concluir que la rentabilidad de la renta fija aumentará. Los elevados tipos de interés oficiales respaldan esta idea. La previsión de rentabilidad para el efectivo en euros se incrementa un 0,9%, hasta el 2,2%, y la previsión para los bonos corporativos europeos crece un 0,4%, hasta el 4,%. Tras el reajuste de los rendimientos, la rentabilidad real de los bonos debería ser sólida, por lo que los inversores pueden volver a confiar en ellos, tanto para obtener ingresos, como para diversificar frente a potenciales contracciones de crecimiento.
Las previsiones de rentabilidad a largo plazo de la renta variable caen ligeramente tras el repunte de 2023, pero no tanto como cabría esperar. Debido, en parte, a que los márgenes empresariales serán superiores a la media histórica, especialmente en empresas tecnológicas. Aun así, la previsión para la renta variable mundial (en dólares) baja un 0,7%, hasta el 7,8%, una rentabilidad todavía sólida.
En cuanto a los alternativos, posiblemente son el punto más interesante en las perspectivas de rentabilidad de activos, por la resistencia a la inflación que han demostrado, y por la mejora de sus rendimientos. Las ventajas de cobertura frente a la inflación de los activos reales podrían resultar especialmente útiles en un horizonte a largo plazo.
En cuanto a la diversificación, invertir en acciones y bonos es la base de la construcción de una cartera, pero solo es el comienzo. Los bonos cubren bien las carteras de activos de riesgo frente a las perturbaciones del crecimiento económico, pero no frente a la inflación.
El año pasado, nuestro mensaje sobre las hipótesis a largo plazo se centró en el incremento de los rendimientos esperados para el conjunto básico de activos de mercado. Este año, lo hace en las oportunidades disponibles en activos más amplios. Cuando el riesgo de inflación sea bidireccional y la correlación entre acciones y bonos ya no sea negativa, los inversores necesitarán diferentes tipos de diversificación para cubrir las carteras y aumentar los rendimientos potenciales.
Con tantos factores en juego, hoy es más importante que nunca centrarse en los objetivos patrimoniales de cada inversor, construyendo una cartera en torno a ellos.
Grace Peters es directora global de estrategia de inversión de JP Morgan Private Bank
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