El respaldo (aún no rescate) de Alemania a Gamesa y los juegos de palabras de Calvo

Berlín avala (por ahora solo eso) a la energética

Turbina de Siemens Gamesa en la costa de Telde (Gran Canaria).BORJA SUAREZ (REUTERS)

El problema de Siemens Gamesa es más de confianza que de dinero. La incertidumbre en torno a sus proyectos, incentivada por las averías de sus turbinas, hace que los bancos rehúsen ofrecer garantías para sus proyectos, de modo que va a tener que ser el Gobierno alemán el que acuda al rescate, como avalista. El gobierno vasco niega que sea un rescate: es un debate semántico, cierto es; más que un rescate, por ahora es un respaldo. Si todo sale bien, el Estado no tendrá que poner dinero; pero va en la línea del creciente intervencionismo de Berlín en el tejido corporativo del país, que hasta hac...

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El problema de Siemens Gamesa es más de confianza que de dinero. La incertidumbre en torno a sus proyectos, incentivada por las averías de sus turbinas, hace que los bancos rehúsen ofrecer garantías para sus proyectos, de modo que va a tener que ser el Gobierno alemán el que acuda al rescate, como avalista. El gobierno vasco niega que sea un rescate: es un debate semántico, cierto es; más que un rescate, por ahora es un respaldo. Si todo sale bien, el Estado no tendrá que poner dinero; pero va en la línea del creciente intervencionismo de Berlín en el tejido corporativo del país, que hasta hace poco se consideraba un ejemplo de buenas prácticas y de autonomía.

Siemens Energy, matriz de Gamesa, recibirá 12.000 millones en garantías de préstamos de bancos, así como efectivo de Siemens AG, mientras el Ejecutivo aportará 7.500 millones en contragarantías a los bancos. Se espera así resolver los problemas inmediatos de la compañía, que, sin embargo, tendrá que esforzarse para cumplir sus compromisos en un entorno inflacionario complejo.

Calvo podrá seguir haciendo juegos de palabras publicitarios

La conservera Calvo se anunciaba en los ochenta de la mano de los alopécicos actores Jesús Puente, José Luis López Vázquez o Juanjo Menéndez. Ahora renombrará el grupo como Nauterra, aunque conservará, es decir, mantendrá, la marca en España, por lo que podrá seguir haciendo juegos de palabras publicitarios. En Italia la marca es Nostromo (que significa compañero de tripulación), y en Brasil, Gomes da Costa.

La idea de la firma es expandirse más allá del pescado (en especial el atún y la sardina), y potenciar su gama de frescos, que ahora es minúscula respecto a las latas.

Glovo asume que está arrastrando los pies con la legislación laboral

Glovo sigue arrastrando los pies para no resolver definitivamente su conflicto con la Inspección de Trabajo. Su nueva fórmula laboral para mantener a los mensajeros o riders como autónomos está bajo el foco del supervisor, y la matriz de la compañía española, la alemana Delivery Hero, asume que puede tener que volver a pagar multas por ello. Por eso, provisionará entre 30 y 45 millones de euros cada trimestre, que se suma a los 200-400 millones dispuestos para el periodo agosto de 2021-julio de 2023.

Es un poco el cuento de nunca acabar: Glovo sabe que establecer un modelo fuera de toda duda sería insoportable para sus cuentas, así que apura al límite de la legalidad, por fuera o por dentro, a la espera de que la inspección haga su trabajo.

La frase del día

No estamos intentando un desacople con China, sino cambiar la relación para mejor. China tiene problemas económicos, y una mejora de los salarios de sus trabajadores sería beneficiosa para todos, pero eso no puede lograrse a costa de las reglas comerciales

Joe Biden, presidente de EE UU

Hubo compañías que se fueron de Rusia... y otras que se mantienen allí

Al comienzo de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, hace casi dos años, la sensibilidad forzó a muchas empresas a abandonar el país atacante, lo cual redundó en importantes pérdidas. En muchos casos, se vieron obligadas a vender sus activos a precio de derribo, o han visto cómo los expropiaba Moscú. Véase la empresa de sanitarios Roca, que perdió 120 millones de euros tras vender sus filiales a los directivos del país. Otras compañías, en cambio, aguantaron el chaparrón: es el caso de Unilever, Nestlé y otras, muchas de ellas de bienes de consumo, consideradas “mecenas de la guerra” por parte de Kiev. La presión social brilla ya por su ausencia, mientras otros conflictos y otras complicidades copan la atención del público.

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