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Opa Hostil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Macron, los campeones europeos ante el efecto saudí y el daño colateral a Calviño

El adiós de Vestager como jefa de competencia rumbo al BEI, a costa de la española, facilitaría operaciones defensivas de concentración en sectores clave

Exterior del Banco Europeo de Inversiones (BEI) Luxemburgo
Exterior del Banco Europeo de Inversiones (BEI) en Luxemburgo.efe

El incendio en el Palacio del Eliseo se veía desde La Défense. Corría el mes de febrero de 2019. Francia y Alemania se frotaban las manos ante la posibilidad de alumbrar un flamante gigante ferroviario con la megafusión de Siemens y Alstom. Era el campeón europeo soñado, listo para hacer frente a China Railway Rolling Stock Corporation (CRRC) y la canadiense Bombardier Transportation. En su potencial acervo, más de 15.000 millones de facturación y 62.000 empleos. Sin embargo, una mujer danesa, hija de pastores luteranos, no pensó que la idea fuera tan brillante. “El impacto para la competencia es claro”, zanjó la comisaria Margrethe Vestager. Por mucho que la ira recorriera las cancillerías gala y germana, la integración descarriló sin remedio.

Desde entonces, los choques entre Francia y Vestager han sido moneda común. Unas veces la punta de lanza ha sido su bestia negra en la Comisión, Thierry Breton, partidario del modelo de campeones nacionales y de dotar de dimensión a las compañías en una era digital globalizada. Otras, el propio Emmanuel Macron le ha pasado factura en diferido. Hace apenas semanas, los reproches galos culminaron en el fracaso del nombramiento de la americana Fiona Scott Morton como economista jefe de Competencia de la Comisión, un movimiento promovido por Vestager. “Estaría totalmente abierto a esa configuración si los estadounidenses contrataran a un investigador europeo para que estuviera en el centro de toma de decisiones de la Casa Blanca o si los chinos hicieran lo mismo”, zanjó casi con crudeza y en primera persona el propio presidente galo.

La cuestión importa porque Vestager aspira ahora a presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI), en pugna con la vicepresidenta del Gobierno de España, Nadia Calviño. Parecería natural que, con tantas cuitas pendientes con la actual comisaria, el vital apoyo francés para la designación recayera en la española. De hecho, Calviño se reunía esta semana con la aristocracia de la banca nacional, y los principales ejecutivos del país confesaban entre bambalinas que la intervención de la ministra sonó a despedida. “Dio la impresión de que lo tenía amarrado”, asegura uno de los presentes. De ser cierta esa sensación, el éxito de Calviño complicaría sobremanera el nombramiento de Margarita Delgado, subgobernadora del Banco de España, como presidenta del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), puesto que debe decidirse de forma inminente antes que el futuro del BEI. “Delgado ha conseguido el respaldo absoluto del Parlamento Europeo -explican fuentes internas del supervisor español-. Y tiene mayor encaje en el puesto que la alemana (Claudia Buch, vicepresidenta del Bundesbank, la otra candidata), que cuenta con un perfil menos financiero y más macroeconómico. La duda es si Alemania, que está infrarrepresentada en las instituciones europeas desde la salida de Otmar Issing del BCE, pone toda la carne en el asador para obtener el cargo”.

Desde luego, es harto improbable que los dos puestos en liza caigan del lado español, a la vista de las tarjetas de visita que ya imprime España a la hora de ilustrar su presencia en las instituciones financieras más representativas de la UE. Desde la vicepresidencia del BCE (Luis de Guindos) a la presidencia de la Autoridad Bancaria Europea (José Manuel Campa), pasando por una de las cuatro direcciones generales del MUS (Ramón Quintana), no sería una temeridad hablar de un exceso de representación. Por el contrario, sí podría darse la infeliz paradoja de perder ambos trenes, si se deja pasar el de Delgado en la confianza de que el de Calviño llegará puntual, y éste finalmente pasa de largo. Fuentes gubernamentales y de competencia retuercen el argumento y expresan el temor de que Francia, que no ha logrado doblar el brazo a Vestager en todos estos años, haya visto ahora la oportunidad de apartarle de las grandes decisiones empresariales de concentración. En un ejercicio de realpolitik, convendría más premiarla con el apoyo al BEI antes que castigarla con el respaldo a su rival. “No sería raro que quisieran quitársela de encima”, apuntan, recordando que las elecciones europeas no se producirán hasta bien entrado 2024, el próximo mes de junio.

Por el camino, la comisaria de Competencia debe resolver expedientes vitales para Francia, España y para el futuro de las telecomunicaciones nacionales y europeas. Es más, la excedencia solicitada por Vestager para dedicarse a su campaña por el BEI coincide con el impasse al que se ha sometido la resolución comunitaria sobre la fusión de MásMóvil y Orange, fijada para principios de septiembre. El frenazo es lógico. “Vestager no puede tomar la decisión en septiembre e irse en octubre. En los usos y costumbres comunitarios, el que toma la decisión la asume”, explica un analista de largo recorrido en el sector. Si tras la batalla del BEI, Calviño gana y Vestager continúa al frente del área de Competencia, las posibilidades de que se impongan a la fusión duras condiciones que la hagan inviable se multiplican. La tesis de la danesa, aplicada llueve o truene, es que no deben reducirse los operadores de cuatro a tres en los mercados domésticos de telecomunicaciones. Un dogma de fe que ya le llevó a vetar operaciones en Reino Unido como la venta de O2 por Telefónica a cambio de 13.000 millones. Para desgracia de César Alierta, Vestager miraba el mercado local como una foto fija, sin tener en cuenta los nubarrones del Brexit en el horizonte.

Las políticas de competencia en los últimos ocho años, centradas en la defensa de los mercados interiores, han terminado por dinamitar potenciales buques industriales europeos hasta trocarlos en chalupas a la deriva en un océano global. Esa falta de visión ha convertido en piezas muy codiciadas auténticas joyas industriales, solo protegidas por eventuales acciones de oro o blindajes políticos. La no anunciada irrupción de la saudí STC en Telefónica -como antes la de los emiratíes en Vodafone- es un aviso a navegantes. Una indeseada derrota en el BEI de Calviño, que presume sotto voce de los apoyos de Francia y Alemania al tiempo que admite que su comisión de servicio en España ya ha tocado a su fin, abriría un claro para las telecos. Macron puede ayudar a escribir derecho en renglones torcidos. Suya es la mano.

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