Las criptos han muerto: ¡vivan las criptos!
Puede que la normalización de los tipos les haya perjudicado, pero también que sea exactamente lo que necesitan para recuperarse
Ya tambaleantes por el escándalo Razzlekhan (robo de 4.500 de millones de dólares en bitcóins), ebrios por el colapso de TerraUSD y abatidos por la implosión de FTX, las criptodivisas recibieron finalmente un golpe de gracia el 5 de junio por parte de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, SEC. El organismo de control presentó cargos por separado contra dos de l...
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Ya tambaleantes por el escándalo Razzlekhan (robo de 4.500 de millones de dólares en bitcóins), ebrios por el colapso de TerraUSD y abatidos por la implosión de FTX, las criptodivisas recibieron finalmente un golpe de gracia el 5 de junio por parte de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, SEC. El organismo de control presentó cargos por separado contra dos de las principales empresas de criptomonedas, Binance y Coinbase Global, acusándolas de operar en EE UU sin licencia para intercambiar valores financieros no registrados y de mezclar ilegalmente corretaje y compensación.
En realidad, el mercado de los tokens (fichas) digitales como el bitcóin ya estaba fuera de juego. Los precios se han desplomado desde el pico de la fiebre especulativa de noviembre de 2021. El valor combinado de las criptomonedas ha bajado casi dos tercios. El volumen de operaciones es inferior al 10% de su máximo.
En retrospectiva, es obvio que estos valores electrónicos fueron los beneficiarios más extremos de la burbuja de todo que propulsó las valoraciones de activos financieros con flujos de caja insignificantes o incluso inexistentes hasta cotas astronómicas. El fin de los tipos de interés casi nulos, la relajación cuantitativa y los estímulos fiscales de la era de la pandemia han hecho que los precios vuelvan a caer en picado. La subida de los tipos de interés reales ha demostrado ser la kriptonita de las criptomonedas, como de tantos otros activos especulativos.
Sin embargo, los inversores deberían pensárselo dos veces antes de descartar por completo las criptomonedas. La normalización de los tipos de interés puede haber perjudicado a las criptos en su más reciente encarnación como fórmula para hacerse rico rápidamente. Pero también podría ser exactamente lo que se necesita para resucitar su argumento comercial, el de ser el avance tecnológico que facilitaría la circulación mundial de monedas de emisión privada capaces de transferir valor económico a través del tiempo y el espacio de forma más segura, eficiente y libre que nunca.
Puede parecer mucho pedir. Para que las criptomonedas vuelvan a levantarse de la lona, tendrán que librarse del fango reputacional de una estructura de mercado que el presidente de la SEC, Gary Gensler, describió la semana pasada como “plagada de fraudes, abusos e incumplimientos”. Las monedas digitales también tendrán que convencer a los banqueros centrales de que no son una amenaza para la política monetaria o los sistemas de pago existentes, algo que el malogrado proyecto Libra, del propietario de Facebook, Meta Platforms, por ejemplo, no consiguió.
Pero los factores estructurales subyacentes de la popularidad de las criptomonedas siguen siendo tan poderosos como siempre. Tanto en los sistemas políticos democráticos como en los autoritarios, la confianza pública en las élites y las instituciones sigue desmoronándose. La fe en el sistema financiero tradicional nunca se recuperó de la crisis mundial de 2008 y se ha visto aún más dañada por el reciente fracaso de los bancos centrales a la hora de prever la inflación y la necesidad de otra ronda de rescates financiados por los contribuyentes. Mientras tanto, la digitalización de nuestra vida cotidiana continúa a un ritmo vertiginoso.
El atractivo subyacente de las criptomonedas es que se sitúan en el centro de todas estas tendencias seculares, ofreciendo una visión seductora de cómo la tecnología puede permitir a los ciudadanos recuperar el control político y financiero en la era de la vigilancia digital. Balaji Srinivasan, autor de la biblia de las criptomonedas The Network State, lo resume así: “Fin de las guerras. Fin de la Fed. Encriptación de extremo a extremo”.
Es fácil descartar estos manifiestos cripto maximalistas como ejemplos de la rareza del concepto. Sin embargo, hablan de las poderosas fuerzas que hay detrás de la popularidad del prospecto original de las criptomonedas como plataforma para monedas globales alternativas. Es algo que los inversores deberían tomarse en serio, sobre todo porque ni la idea de que el dinero privado circule junto a la moneda soberana, ni la noción de que esto pueda desempeñar un papel económico constructivo, son ni remotamente novedosas.
Desde experimentos a escala continental como el écu de marc, que los mercaderes europeos medievales utilizaban para liquidar el comercio internacional, hasta el humilde cupón de la cooperativa de niñeras popularizado por el economista Paul Krugman, pasando por miríadas de monedas comunitarias como las Horas de Ítaca y la Libra de Brixton, las monedas emitidas privadamente siempre han sido una característica de las economías capitalistas.
Históricamente, sin embargo, dos restricciones han tendido a limitar su alcance. La primera es que, al carecer del respaldo del Estado, su aceptación se limita a los usuarios que se conocen y confían los unos en los otros como socios en algún proyecto comercial o social conjunto. La segunda es que la organización de contrapartes privadas centrales encargadas de emitir, compensar y liquidar las divisas es larga, costosa y difícil.
Pero la tecnología moderna ha hecho que estos obstáculos pasen a la historia. Con 5.000 millones de personas conectadas a internet, las comunidades creadas en torno a los intereses más esotéricos se cuentan ya por decenas de millones. Por otra parte, la combinación de certificación criptográfica y libros de contabilidad digitales públicos permite automatizar la compensación y la liquidación y eliminar por completo las contrapartes centrales.
La propuesta de que la circulación de monedas privadas puede ser económicamente beneficiosa también existe desde hace tiempo. El libro de Friedrich Hayek de 1976 La desnacionalización de la moneda argumentaba que permitir la circulación de monedas extranjeras y privadas junto a las nacionales mejoraría la estabilidad monetaria a través de la presión competitiva sobre los bancos centrales. El argumento de Hayek sirvió de base a la propuesta del Tesoro británico de 1989 de lanzar el euro, permitiendo primero su circulación junto a las monedas europeas existentes. El argumento subyacente se remonta al menos al siglo XVIII, cuando el pionero economista escocés James Steuart caracterizó la competencia del dinero privado como “el freno más eficaz que jamás se haya inventado contra la locura del despotismo”.
Sin embargo, la historia demuestra que para que las monedas privadas alcancen una masa crítica no basta con que existan alternativas viables. La moneda nacional oficial también debe ser más difícil de conseguir.
La edad de oro de las monedas privadas en Estados Unidos llegó durante la Gran Depresión de los años treinta. Con la Reserva Federal persistiendo en una política monetaria restrictiva, la liquidez del dólar estadounidense se agotó. Como resultado, las empresas y los hogares saciaron su sed con monedas escriturales emitidas privadamente. Los elevadísimos tipos de interés impuestos por el Banco Central de Argentina para estabilizar el tipo de cambio del país tras la devaluación de enero de 2002 tuvieron el mismo efecto. En marzo de ese año, las monedas privadas representaban casi un tercio de todo el dinero del país, ocupando el lugar de un peso que se había vuelto demasiado caro de obtener.
Es precisamente cuando el acceso a las monedas nacionales oficiales resulta prohibitivo cuando las alternativas de emisión privada han tenido históricamente la oportunidad de prosperar. La Reserva Federal y la SEC han unido sus fuerzas para acabar con el casino de las criptomonedas, pero quizá su día como el internet del dinero esté aún por llegar. Las criptos están muertas. ¿Vivan las criptos?
El autor es columnista de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Lucía Manchón Cabrera, es responsabilidad de CincoDías
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