Pacto de familia en Unicaja para que Azuaga lidere una transición ordenada
El plan de la Fundación para pacificar la entidad coge velocidad de crucero, con el relevo del consejero delegado y la designación de independientes como hitos
El primer consejo de administración de Unicaja tras la fusión con Liberbank, allá por 2021, detonó con efectos retardados la bomba de gobernanza oculta tras las fanfarrias de la integración. En aquel cónclave, la definición del plan estratégico del banco, que las huestes andaluzas querían que capitaneara el presidente ejecutivo, el malagueño Manuel Azuaga, terminó en manos del consejero delegado, el asturiano Manuel Menéndez. Lo más llamativo es que lo hizo con los votos a favor de los dominicales designados por la propia Fundación Unicaja, controlada por Braulio Medel, factótum durante tantos años del banco andaluz. Las fuerzas vivas de la región se cayeron entonces del guindo e intuyeron la pinza que les aguardaba, no ajena a cuitas políticas. El reparto de poderes pactado, de un 60% a un 40% en favor de la sureña, quedada en papel mojado en apenas días. Casi dos años después empiezan a ver la luz al final de su particular túnel tras un reguero de consejeros expulsados, una remodelación a fondo del Patronato de la propia Fundación y una descarnada crisis de buen gobierno sobrevolada con zozobra por el BCE y el Banco de España.
Las próximas semanas son claves en el desenlace. Antes del mes de julio y según los acuerdos de fusión, el banco tiene que resolver el futuro del CEO, pendiente de una reevaluación por parte del consejo de administración, y la presidencia dejará de ser ejecutiva. Según aseguran fuentes conocedoras del proceso, sobre el primer asunto hay poco debate: Menéndez está más que amortizado. De hecho, salvo giro inesperado de última hora, solo falta orquestar la manera en la que se pone fin al periplo del ejecutivo astur al frente de la entidad. La Fundación, que controla el 30% del banco, ya ha dejado claro su descontento con la gestión, que evitó aprobar en la última junta general de accionistas. La evolución en bolsa, desde los 1,26 euros por título del 27 de enero hasta los 0,93 del cierre del viernes, tampoco ayuda. El relevo de la consultora Korn Ferry por el head hunter Spencer Stuart para llevar adelante la citada evaluación, aunque justificado desde la casa por los últimos cambios en las comisiones del consejo, es un movimiento poco inocente y, desde luego, no juega en favor de los intereses del consejero delegado. Sin palancas ya en el consejo de administración, no falta quien apunta, desde el entorno de la firma, que bien haría en ir amarrando los términos de la indemnización más que en porfiar por su continuidad. No sería extraño que ya estuviera en ello.
Más interesante en este momento procesal es la cuestión de Azuaga y su permanencia al frente de la entidad como chairman. La primera dificultad es técnica. El cambio de su condición como consejero, de ejecutivo a externo, plantea sus inconvenientes, en tanto el cupo de dominicales está cubierto y a todas luces no pasa por independiente. Un escenario suficiente para despertar cuando menos los recelos del supervisor. Además, el nuevo puesto aún no tiene definidas atribuciones y, en función de su diseño final, puede aglutinar más o menos poderes y ser más o menos decoroso para el directivo. La dependencia de la política de comunicación, por ejemplo, es tradicionalmente una de las competencias fronterizas a la hora de delinear los roles de presidente y primer ejecutivo. Aún no está claro si recaerá bajo uno u otro perfil. No es la única. Fuentes próximas a la entidad explican que Spencer Stuart, además de analizar la idoneidad de Menéndez, tiene el encargo de modelar el contenido de los puestos clave del próximo organigrama.
Más allá de esas limitaciones, ni en el Patronato ni en el banco existen por ahora dudas sobre que Azuaga debe continuar, al menos a corto plazo. Él es precisamente quien está llamado a liderar una transición ordenada en la entidad, en parte por temor a los indeseados efectos que podría provocar en la entidad financiera la salida de sus dos cabezas visibles en tan corto intervalo de tiempo. De hecho, el adiós de Menéndez y la llegada del nuevo CEO se producirá en paralelo a la necesaria reconstrucción del Consejo, con el nombramiento de nuevos independientes en el horizonte más cercano. No en vano, la oleada de vacantes ha dejado el cónclave en 11 efectivos y apenas dos independientes, lejos de las recomendaciones del supervisor. Por mucho que se aceleren esos trámites, el fit and proper del BCE para todos ellos llevará no menos de tres o cuatro meses, el trasunto que Azuaga tutelará y que, de momento, le blinda. Fuentes internas de la casa explican que la consultora contratada desarrolla la búsqueda de consejeros con el mandato expreso de evitar conexión alguna con la cotizada para que los independientes cumplan con esa condición. A priori, lección aprendida.
En este punto, el nombre del nuevo CEO dirá mucho del papel que la Fundación quiere jugar como principal accionista. Fuentes conocedoras aseguran que el BCE preferiría un perfil autónomo, si es posible ajeno a la casa y a la contienda de estos años. En suma, un candidato neutral y limpio de polvo y paja que escenificara el cambio de rumbo. Es en ese punto donde el mercado juega con los nombres de Juan Antonio Alcaraz, recién salido de CaixaBank, y de Pepe Sevilla, tras su brillante gestión en Bankia. No es, empero, la intención de los poderes fácticos malagueños, escaldados y hartos de experimentos con gaseosa. No solo por Menéndez. También recuerdan en la casa, torciendo el rictus, la experiencia de alguno de sus antecesores, como Enrique Sánchez del Villar, procedente de Ahorro Corporación. Además, señalan el caso Orcel y su frustrado fichaje por el Santander como prueba fehaciente de que la opción de fuera, por muy glamurosa que parezca, no es siempre la mejor. Isidro Rubiales, bien visto por establishment regional y quien ha mantenido en estos tiempos las relaciones con el supervisor, garantiza un buen tándem con Azuaga, del que ha sido leal colaborador. Cuestión diferente es que la Fundación decida, a medio plazo, hacer tabula rasa. En la encrucijada entre el agradecimiento a los favores prestados y el interés corporativo, siempre hay un punto de encuentro.
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