El precio de los alimentos, a mejor y las manufacturas, a peor

Solo un golpe de suerte fuera de lo común podrá hacer que España escape del destino que aparenta amenazar al resto de economías

PIXNIO

La semana pasada publicó el INE los datos definitivos del IPC de abril y trajeron buenas noticias (o, mejor dicho, buenos indicios) para el ministro de Agricultura, ya que aunque la evolución del precio de los alimentos no ha iniciado aún la caída que le tenemos pronosticada para el mes de junio (tras alcanzar el que esperamos que sea su nivel máximo en mayo), sí que empieza a aflojar su ritmo de subida. Es decir, el precio de los alimentos siguió subiendo en abril, aunque con menor pendiente, a una tasa mensual que ya es inferior a la de la inflación general y a la de la inflación subyacente (para las tres, respectivamente, 0,27%, 0,59% y 0,97%).

Lo de aliviar la carga del ministro se refiere a sus declaraciones de febrero, cuando confiaba en que empezarían a bajar pronto y nosotros le recomendábamos tranquilidad y paciencia pues hasta mayo lo probable es que siguieran subiendo. Para los consumidores, ese 0,27% de subida en abril se suma a los anteriores hasta completar un incremento total del precio conjunto de los alimentos y bebidas no alcohólicas del 26,23% desde el mes de julio de 2020, que es cuando parece que empezó a acelerarse la subida de precios.

Entre las circunstancias que pueden contribuir en el resto del año a que los precios no se moderen tanto como deberían está el que la cotización del dólar ha empezado a fortalecerse. Decíamos la semana pasada que lo más probable es que fuera a ser así ya que la proximidad de un eventual default (impago) de la deuda pública de EEUU provocaría un fortalecimiento del dólar al igual que había sucedido a partir del 5 de mayo de 2011. Pues dicho y hecho: como si fuera magia potagia, el dólar se ha revalorizado desde el 5 de mayo pasado un 2,20%.

Es pronto para estar seguros de que la evolución del dólar frente al euro va a ser esa hasta finales de año, pero de momento apunta en esa dirección, con independencia de los argumentos racionales, mejores o peores, que se puedan esgrimir para justificar que debería ser al contrario. De continuar la tendencia pronosticada, la fortaleza del dólar anularía parte del efecto beneficioso que para el IPC está teniendo la debilidad general del precio de las materias primas y, en particular, la de la energía, que en lo que va de año sigue siendo la que más baja de precio, un 16% (recuérdese que la energía cotiza en dólares y que, si la moneda de EEUU se fortalece, el precio para los europeos se vuelve más caro).

En estos días surge la pregunta insistentemente: ¿a qué se debe que el precio de las materias primas energéticas esté tan flojo? Porque no solo es que estén con una debilidad que cabía esperar, sino que están más flojas incluso de lo esperado. Así, si el pronóstico realizado aquí para el precio del gas natural europeo era de 32 dólares por MWh para el próximo mes de agosto, la realidad nos ha situado en esos 32 dólares ayer mismo.

La caída de precio del diésel tiene también muy sorprendida a la opinión pública que se preocupa por estos temas. ¿Qué es lo que hace que, en precios internacionales, el gasoil haya bajado un 25,3% en lo que va de año mientras que la gasolina sin plomo solo baja un 2,2%?

La respuesta está a la vista, aunque no suele ser motivo de mucho comentario público: el sector manufacturero mundial está claramente en recesión y el de la construcción y el del transporte por carretera también. Los indicadores adelantados conocidos por las siglas PMI están situándose en muchos países por debajo de 50 para el sector de las manufacturas desde hace varios meses, y eso quiere decir que en todos ellos las manufacturas están muy débiles. Por ejemplo, en EEUU el PMI está en 47,1; en China en 49,5; en la eurozona en 45,8, y en España en 49.

Los otros sectores que más diésel consumen son la construcción y el transporte de mercancías por carretera. El primero de ellos, el de la construcción, está también en retroceso en Europa, con un PMI de la actividad (índice HCOB Eurozone Construction) de 45,2 en abril. Y otro tanto sucede en los EE UU, donde, además, el precio de los fletes por carretera se ha hundido y el sector pasa por una verdadera depresión solo comparable, en peor, a la de 2019, cuando quebraron empresas de camiones muy importantes.

En definitiva, la economía mundial se está sujetando aún por el buen comportamiento del sector servicios. ¿Cuánto tiempo se podrá sostener una situación así? No sería la primera vez que no pasara nada, pues en los últimos 12 años ya se han vivido momentos parecidos (casi-recesivos: 2012 y 2017) con las manufacturas en crisis y los servicios en expansión. Pero los tipos de interés estaban entonces en cero, lejos, pues, de los niveles actuales.

Veo a la ministra de Economía y sus afines muy ufanos por la aparente buena salud de la economía española. Yo no lo estaría tanto: el PMI de servicios de abril, aunque bueno, bajó 1,5 puntos (a 57,9, “con presiones inflacionistas significativas”). Solo un golpe de suerte fuera de lo común podrá hacer que escapemos del destino que aparenta amenazar a los demás.

Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y analista financiero

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