El mundo rico tiene tres formas de ganarse al sur global

Los líderes del G7, que se reúne esta semana, necesitan un discurso más fuerte ante las naciones pobres no alineadas

Los ministros de Economía y Finanzas del G-7 posan en la foto de grupo.ISSEI KATO (REUTERS)

El Grupo de los Siete países ricos necesita un gancho más fuerte para los países no alineados. Una estrategia basada en la paz, la prosperidad y la protección del planeta podría funcionar. Sin duda, sería más eficaz que dar lecciones sobre democracia. Los líderes de las democracias ricas del mundo, que se reunirán a finales de esta semana en Hiroshima, ya están muy atareados lidiando con la invasión rusa de Ucrania, el aumento de la inflación y el creciente desafío de China. Sin embargo, Japón, el anfitrión de la cumbre, ha convertido el “acercamiento al sur global” en una de las dos prioridades de la reunión, junto con “defender el orden internacional basado en el estado de derecho”. Esto tiene sentido, en parte porque los temas están relacionados.

Muchos países en desarrollo de Asia, África y Latinoamérica se han mantenido al margen durante la guerra de Ucrania, aunque inicialmente condenaron la invasión de Rusia. Es poco probable que impongan sanciones a China después de una invasión de Taiwán, y mucho menos que se sumen a cualquier acción militar para defender la isla. Pero si más países en desarrollo condenasen las violaciones del derecho internacional, la República Popular podría mostrarse más reacia a plantearse un ataque contra Taipéi.

Otra razón para preocuparse por los países en desarrollo es que sus acciones ayudarán a determinar si el planeta se calienta demasiado. Si naciones como India se pasan a un modelo de crecimiento más ecológico, puede que el cambio climático no alcance niveles catastróficos. Si no, el mundo entero sufrirá. Incluso las democracias ricas en regiones templadas sentirán las consecuencias, principalmente en forma de migraciones masivas diferentes a todo lo que han visto hasta ahora.

Los países no alineados también son importantes económicamente. Muchos han crecido rápidamente y todavía tienen un enorme potencial de desarrollo. Algunos como Brasil son fuentes de materias primas vitales que serán necesarias para sostener una revolución industrial verde mundial. Otros, como Nigeria, siguen siendo necesarios para producir hidrocarburos. Por otro lado, naciones como Vietnam pueden ayudar al mundo desarrollado a diversificar sus cadenas de suministro para reducir su dependencia de China, que actualmente domina productos claves como baterías y paneles solares.

El objetivo de las democracias ricas no debería ser arrastrar al sur global hacia su bando antes de un posible enfrentamiento con China, sino que más bien debería ser el garantizar que los países no alineados sigan siendo realmente neutrales, en lugar de alinearse con Pekín. Hay tres ámbitos en los que el mundo desarrollado podría tener algo que ofrecer. Llamémosles las tres p: paz, prosperidad y planeta.

Empecemos por la paz. Cuando se trata de oponerse a una agresión militar, Estados Unidos tiene una credibilidad limitada debido a su calamitosa invasión de Irak. Y Reino Unido también está en entredicho, tanto por su participación en Irak como por su intervención en Libia, responsabilidad que comparte con Francia.

Aun así, los países ricos podrían hacer algo más para enfrentarse a las agresiones a través de las Naciones Unidas. A veces es difícil dado que tanto Rusia como China pueden vetar resoluciones fundamentales en el Consejo de Seguridad. Pero Estados Unidos y sus aliados podrían hacer algo más para otorgar más poder a la Asamblea General de la ONU, donde todos los países tienen voto, y ninguno tiene veto.

En cuanto al fomento de la prosperidad, las democracias ricas son igualmente vulnerables a las acusaciones de doble rasero. Estados Unidos es el principal culpable. Tanto el presidente Joe Biden como su predecesor Donald Trump adoptaron medidas para proteger los empleos estadounidenses a costa del comercio exterior, y más recientemente a través de la Ley de Reducción de la Inflación centrada en el clima.

Si los países del G-7 quieren mantener buenas relaciones con los países en desarrollo, lo más importante que pueden hacer es fomentar el comercio. Esto debería incluir el cumplimiento de las promesas de ubicar la producción en naciones más amistosas como India para evitar una dependencia excesiva de China. El fomento de las importaciones corre el riesgo de provocar una reacción violenta de los votantes nacionales. Por tanto, los países ricos también necesitan políticas ambiciosas para ayudar a los que salen perdiendo con la globalización.

Por último, está la protección del planeta. Las democracias ricas ya tienen una serie de iniciativas para ayudar a las naciones en desarrollo a convertirse en verdes rápidamente. Han firmado las llamadas Asociaciones de Transición Energética Justa con países como Indonesia; han prometido una enorme inversión en infraestructuras de 600.000 millones de dólares para rivalizar con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de 1 billón de dólares de China; y han abogado por una mayor reforma de los bancos multilaterales de desarrollo para que hagan más para abordar temas como el cambio climático.

El inconveniente es que el G-7 no ha articulado una visión conjunta de lo que pretende lograr respecto al cambio climático. Tampoco ha proporcionado mucho dinero en efectivo. Dado el continuo fracaso de los países ricos, especialmente Estados Unidos, a la hora de cumplir la vieja promesa de movilizar 100.000 millones de dólares al año para el cambio climático en los países en desarrollo, es comprensible que las naciones del sur global se muestren escépticas. Los Estados más ricos tienen que encontrar ahora formas creativas de proporcionar financiación, a pesar de que los presupuestos nacionales sean más reducidos.

Joe Biden afirma que la competencia entre democracias y autocracias es el desafío que define nuestra época. Esto es simplista. Es cierto que los principales rivales de Estados Unidos, China y Rusia, son autocracias, mientras que sus principales aliados son todos democracias. Pero muchos países no alineados son autocracias como Arabia Saudí, o democracias imperfectas como India.

El G-7 tiene que trabajar con todos estos países para avanzar en sus prioridades. El hecho de centrarse en la democracia irrita a muchos de ellos. Como le dijo un observador del mundo en desarrollo al ex secretario del Tesoro estadounidense, Lawrence Summers: “Cuando estamos comprometidos con los chinos, conseguimos un aeropuerto. Y cuando estamos comprometidos con ustedes, conseguimos un sermón”.

Sería mejor que Estados Unidos y sus principales aliados afirmaran que el desafío que define nuestra época es si los países se invaden unos a otros o se rigen por el Estado de derecho.

Esto no quiere decir que las democracias ricas deban ignorar los abusos de los derechos humanos por parte de países amigos. Pueden trabajar más estrechamente para promover la paz, la prosperidad y la protección del planeta con países que comparten sus valores. Pero es más una declaración de intenciones que un sermón.


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