El hacer y deshacer, y el reajuste, de los fenómenos económicos

Parece claro que antes de que llegara la pandemia la economía de EEUU y global se encaminaban a un final de ciclo que ahora llama de nuevo a la puerta

Jerome Powell, presidente de la Fed.LEAH MILLIS (REUTERS)

Todo fluye. Nada permanece. Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río… Son las palabras de Heráclito, que resuenan en las cabezas desde el Bachillerato. Un bachillerato de los de antes ¡claro! con sus asignaturas de Filosofía y todo…

Ni siquiera el litio puede bañarse dos veces en el mismo río del éxito: si la cotización del carbonato de litio subió entre noviembre de 2020 y noviembre de 2022 un 1.432%, le han bastado los últimos cinco meses para haber perdido el 69%, que viene a ser algo más de dos tercios de lo ganado en esos 24 meses anteriores. Hasta los productores chinos se han asustado y están intentando crear un cártel para controlar la bajada de precios, una operación que las viejas baterías de iones de sodio, bien que inmensamente mejoradas, muy probablemente, desbaratarán, por ser más baratas y eficientes.

Con esa caída del precio del carbonato de litio, su cotización está ahora ya prácticamente en el mismo nivel que en noviembre de 2017. Es decir, cinco años y medio para hacer un viaje de ida y vuelta.

Es la vieja filosofía de Hegel: todo lo que existe merece perecer. O, dicho de otra manera, todo lleva dentro de sí la semilla de su destrucción.

Algo así podría estar pensando el comercio global (si el comercio global fuese una “inteligencia sentiente” de Zubiri) dado el proceso de aparente desglobalización en el que se halla inmerso. En EEUU ya se construyen nuevas fábricas a todo gas: más que hospitales o centros de enseñanza.

Y es que, desde septiembre del año pasado hasta el último dato conocido (el del mes de enero pasado), el volumen del comercio mundial se ha reducido un 5,5% con lo que se pone casi tan abajo como en octubre de 2018, que fue el punto económico más alto del ciclo anterior a la pandemia.

En sintonía con ese declive del comercio global, los índices que miden la evolución del coste de los fletes están también en niveles previos al Covid-19. Así el Freightos Baltic ha bajado un 87% y está ya por debajo de su pico previo de septiembre de 2018.

Tampoco al viejo cártel del petróleo le están saliendo muy bien las cosas: a pesar de haberse puesto de acuerdo para reducir la producción, la OPEP y Rusia solo han conseguido que el precio del barril de Brent suba cinco dólares (de 80 a 85 por barril) lejos del deseo de Arabia Saudí de situarlo por encima de los 100 dólares.

Es decir, el precio del petróleo, que se hundió en el primer mes de cierre económico mundial motivado por el Covid-19 (hasta llegar a aquel futuro del crudo ligero de EEUU de -40 dólares por barril) para después tener una recuperación espectacular que lo llevó hace un año a los 140 dólares, ha caído al nivel que tenía en octubre de 2018.

¿Qué sucedió en octubre de 2018 para que el comercio global y el precio del petróleo alcanzaran sus respectivos niveles máximos? Pues que, a todas luces, se estaba culminando el ciclo económico expansivo de la economía norteamericana que se había iniciado en junio de 2009. Un ciclo que ya acumulaba 9 años de expansión y que solo se había podido mantener artificialmente con las políticas monetarias cuantitativas (o QE, por el inglés Quantitaive Easing) gracias a las cuales las recesiones cantadas de 2012-2013 y 2016-2017 se quedaron solo en cuasi-recesiones.

Un síntoma evidente, también, de que el ciclo económico estaba agotado en octubre de 2018 es que el Índice de Confianza de los Consumidores (Conference Board) en EEUU había alcanzado su nivel máximo relativo más reciente, que fue de 138. Desde entonces no ha podido volver a volar tan alto y es en este momento de 104, un nivel cuasi-recesivo o recesivo sin más. Las Bolsas lo comprendieron bastante bien en aquellas fechas de octubre de 2018 y llegaron a caer un 20% (en el caso del S&P 500) de tal manera que a principios de enero de 2019, la Reserva Federal tuvo que dar marcha atrás en la tímida subida de tipos de interés que estaba iniciando, y nueve meses después, en septiembre de 2019, no tuvo más remedio que claudicar, también, en su política de dejar de inyectar liquidez de manera masiva al mercado.

Y, con todo este rompecabezas, ¿qué hacemos? Pues un intento de recomponer la visión distorsionada que tenemos del ciclo económico por causa de los electrizantes (por decirlo suavemente) acontecimientos de los últimos cinco años.

Parece claro que, justo antes de que llegara la pandemia, la economía de los EEUU, y con ella la economía global, se encaminaba a un final de ciclo que, probablemente, se hubiera producido en los meses últimos de 2020, si el cierre económico mundial no hubiera precipitado la recesión en abril de ese mismo año. Después, el gasto público excesivo originó una recuperación espectacular y la inflación consiguiente. La lucha contra la inflación por medio de la subida de tipos de interés nos está llevando a cifras que recuerdan el final del ciclo previo, para muy probablemente, sumergirnos en la recesión permutada por los acontecimientos de 2020. Es como si la recesión convencional que venía de camino para 2020 estuviera llamando de nuevo a la puerta. Y pidiendo su libra de carne. Seguramente, la tendrá.

Juan Ignacio Crespo es Estadístico del Estado y analista financiero

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