Las empresas de EE UU dan un abrazo incómodo a China
La cálida retórica pública de ambas partes indica un reinicio de las relaciones, pero la clave estará en la demanda
Ejecutivos de Apple y Visa, entre otros, acudieron este fin de semana al Foro de Desarrollo de China, la principal conferencia sobre inversiones del país. Para muchos fue la primera ocasión de visitar físicamente la República Popular en tres años, y una oportunidad de reunirse con los principales responsables financieros recién nombrados tras una importante remodelación de la cúpula. La cálida retórica pública de ambas partes marca un leve reinicio de las relaciones.
Una mezcla tóxica de sanciones de la Casa Blanca y confinamientos chinos por la pandemia provocó que la inversión extranjera directa en el país se enfriara bruscamente en 2022, pasando de un máximo histórico de 102.000 millones de dólares en el primer trimestre a un mínimo de 20 años de 13.000 millones en el tercero, según un análisis de datos oficiales hecho por Rhodium Group. En el último trimestre se produjo un ligero repunte, pero la IED estadounidense en China lleva años ralentizándose.
A pesar de sus recelos hacia el Gobierno de EE UU, las autoridades chinas no quieren que los capitalistas estadounidenses dejen de invertir en el país, porque sus empresas crean empleo, aportan tecnología y las mejores prácticas. Si ya no son grupos de presión prochinos propiamente dichos, son, no obstante, un factor estabilizador de las relaciones diplomáticas. “Las empresas extranjeras no son huéspedes, sino familia”, declaró el domingo el ministro de Comercio, Wang Wentao.
Por otro lado, ejecutivos optimistas como Howard Schultz, de Starbucks, que está aumentando enérgicamente el número de tiendas en lo que él llama su segundo mercado doméstico, necesitan garantizar a los accionistas que no están malgastando el dinero: China ha sido en los últimos tiempos un lastre para los beneficios de Starbucks. Por eso, cuando la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, afirmó que el repunte de China representará un tercio del crecimiento mundial en 2023, “un bienvenido impulso para la economía mundial”, era justo lo que el público quería oír.
Sin embargo, no está claro cuánto tardará en reactivarse el consumo interno. Aunque en diciembre se abandonó en gran medida la política Covid cero del presidente Xi Jinping, hasta ahora el alivio se ha concentrado en sectores maltrechos como la restauración y el cine. Las importaciones, un buen indicador de la demanda interna, descendieron un 10,2% interanual en los dos primeros meses de este año. Consciente de ello, quizá, el ministro de Economía, Liu Kun, reiteró en su discurso ante el foro las vagas promesas del Gobierno de impulsar los ingresos de los hogares.
Geopolítica
En cuanto a la geopolítica, hay menos motivos para el optimismo, lo que deja a consejeros delegados como Tim Cook, de Apple, haciendo equilibrismos. En público, deben ser lo más amables posible con Xi Jinping sin llamar la atención del Congreso de EE UU (el sábado elogió a China por su rápida innovación y sus duraderos lazos con su compañía). En privado, están cubriendo sus cadenas de suministro. La evidencia anecdótica sugiere que incluso en industrias inofensivas como la textil y la de investigación de mercados, el deacoplamiento respecto a China se está convirtiendo en la tesis de inversión estadounidense por defecto.
Dicho esto, nada genera más confianza que los beneficios. Si China sorprende impulsando drásticamente la demanda interna, los ejecutivos de EE UU y sus accionistas se aplacarán. El resto dependerá de políticos y diplomáticos, lo que, por desgracia, no es tranquilizador.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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