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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La factura controlada de una salida de Rusia coherente y acertada

Un año después del inicio de la guerra, el abandono del país por parte de las empresas extranjeras está supeditado a requisitos mucho más estrictos y complejos

CINCO DÍAS

Un año después del estallido de la guerra de Ucrania, los balances políticos, geoestratégicos y, sobre todo, civiles y humanitarios, copan buena parte de los análisis sobre un conflicto que ha tenido también importantes repercusiones para la economía regional y global, especialmente por sus efectos sobre el suministro y el precio del gas y las materias primas. A ello hay que unir que el régimen de sanciones aprobado por la comunidad internacional contra Moscú, junto a las dificultades para seguir operando en un mercado ruso que de la noche a la mañana se convirtió en un mar de arenas movedizas y las repercusiones reputacionales que todo ello generó para las empresas occidentales propició el éxodo de un importante número de compañías, incluídas firmas españolas, que tenían presencia o intereses en Rusia.

La factura total abonada por las empresas españolas que dejaron el país, calculada en términos de lucro cesante, suma en torno a 2.300 millones de euros anuales en facturación, y más de 300 millones en beneficios. Con esa partida, se quebró también una red de seguridad para más de 20.000 trabajadores contratados en Rusia. Además, algunas de esas compañías han anunciado deterioros y provisiones ligadas al conflicto por casi 380 millones de euros.

Entre esos nombres figuran empresas con perfiles y estructuras de negocio muy distintas: desde Tous o Roca, que fueron de las primeras compañías en abandonar el país, hasta grandes cotizadas como Inditex, que tuvo que gestionar durante meses la venta de sus activos y que no descarta la posibilidad de regresar en un futuro al que constituía hace muy poco su segundo mercado mundial.

Un año después de la invasión, la decisión de salir de Rusia, tanto por razones financieras, como legales y reputacionales, parece una toma de postura coherente, razonable y estratégicamente acertada. Más aún, dado que desde finales de 2022 el abandono del país por parte de las empresas extranjeras está supeditado a requisitos mucho más estrictos y complejos, entre ellos la realización de una auditoría que debe tasar el valor de cada filial y la limitación del precio de venta al 50% de ese valor, lo que ha convertido muchas compañías en poco menos que papel mojado. A la espera del final de un conflicto que corre el riesgo tanto de agudizarse y globalizarse, con consecuencias geopolíticas imprevisibles, como de alargarse en el tiempo y cronificarse, todo apunta a que la decisión de las empresas que optaron por abandonar el mercado ruso ha controlado las dimensiones de una factura cuyo montante probablemente hubiese sido mucho más alto en caso de permanecer en el país.

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