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Renta 2024: lo que debe saber el inversor antes de presentar su declaración de la renta

Claves fiscales para optimizar las finanzas en la declaración del IRPF

Se acerca el momento de rendir cuentas con Hacienda. Desde el 2 de abril y hasta el próximo 1 de julio -30 de junio si se quiere domiciliar el pago-, los contribuyentes pueden presentar la declaración de la renta correspondiente al ejercicio 2024.

Para el inversor y el ahorrador, este periodo es clave: toca revisar qué rentas se han generado, qué impacto fiscal tienen y si hay margen de maniobra para optimizar el resultado final. Porque, aunque ahora no se pueda hacer nada sobre las operaciones realizadas durante el año pasado, el inversor sí puede aplicarse ciertas deducciones y beneficios fiscales o compensar las ganancias que haya tenido con otras pérdidas financieras. Y, lo más importante: hay que recordar que los impuestos nunca deberían condicionar una decisión de inversión, pero sí se deben tener muy en cuenta, ya que afectan directamente a la rentabilidad final de esta.

Novedades de este año

La campaña de la renta de este año incorpora varios cambios que conviene tener en cuenta. Por un lado, Hacienda amplía las opciones de pago de la declaración: si el resultado sale a ingresar, ya es posible abonar el importe mediante Bizum o tarjeta bancaria, además de los métodos habituales. También se intensifica el control sobre los ingresos digitales: se deberán declarar los cobros recibidos por Bizum que superen los 10.000 euros anuales, así como aquellos percibidos a través de TPV que sobrepasen los 25.000 euros.

En el ámbito del alquiler, se han reforzado las deducciones en algunos casos. Los propietarios podrán aplicarse una reducción del 50% si alquilaron una vivienda en 2024, porcentaje que puede aumentar hasta el 60%, 70% o incluso el 90% si se cumplen determinadas condiciones, como haber rebajado el precio del alquiler en zonas tensionadas o arrendar a jóvenes entre 18 y 35 años.

Fiscalidad de los productos financieros: ¿qué hay que saber?

Los productos financieros tributan en el IRPF principalmente en la base del ahorro, con tipos entre el 19% y el 28%, que subirán al 30% en 2025 para ganancias superiores a 300.000 euros. Solo los productos vinculados a la jubilación —como los planes de pensiones o seguros de dependencia— tributan en la base general, como rentas del trabajo.

Saber cómo y dónde tributa cada producto permite compensar pérdidas con ganancias, optimizando así el impacto fiscal. Es decir, es una forma de reducir los impuestos cuando se han tenido pérdidas financieras, algo que muchos inversores deben tener en cuenta si han vendido algún activo con pérdidas. Por ejemplo, si han vendido acciones con pérdidas, puede compensarlas con beneficios obtenidos en fondos o letras del Tesoro, pero con unos límites y plazos.

Respecto a los fondos de inversión, hay que saber que solo hay que tributar por ellos en el momento del reembolso y que permiten el diferimiento fiscal mediante traspasos, mientras que los fondos de capital riesgo tributan como ganancias patrimoniales o rendimientos del capital, pero no diferir la tributación como los fondos.

Los planes de pensiones reducen la base imponible general con las aportaciones realizadas: hasta 1.500 euros en planes individuales y hasta 8.500 euros en los de empleo. Los trabajadores autónomos pueden aportar hasta 5.750 euros si combinan ambas fórmulas (individual y simplificado). Al rescatar el plan, las cantidades percibidas tributan como rentas del trabajo, y quienes se jubilaron en 2023 tienen hasta finales de 2025 para aplicar la reducción del 40% sobre aportaciones realizadas antes de 2007, siempre que el rescate sea en forma de capital y se respeten los plazos establecidos.

Sobre las deducciones por donativos a ONG y fundaciones, hay que recordar que existe una exención de un 80% para los primeros 250 euros y de un 40% sobre el exceso (45% si se ha donado a la misma entidad durante al menos tres ejercicios consecutivos).

Con todo, lo más importante que tiene que interiorizar el inversor es que hay que integrar la fiscalidad en la estrategia financiera global. Una buena planificación financiera que contemple la situación personal, patrimonial y fiscal del inversor permite tomar decisiones más eficaces y alineadas con sus objetivos.

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